5. hundido

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Enzo tiene una semana visitando a Matías. Y siente que Sofía lo va a descubrir en cualquier momento.

Es cada vez más cauteloso, como si intentará esconder un tesoro, separa la vida que tiene de noche con la que tiene de día, separa dinero, separa ropa, separa días enteros.

Piensa que así es más fácil de manejar, separar su vida en dos pedazos y repartirlos entre los dos, pero la culpa es pesada y Enzo siente que lo va a hundir.

Sofía no sospecha, de eso está seguro, le había deslizado suficiente dinero para que ella estuviera ocupada con sus amigas, y a Matías no le preocupa lo que hace y lo que no, solo le importa el pago de cada noche.

Pero tiene una necesidad imperiosa dentro de él de satisfacerlo, de cumplir sus caprichos. Enzo necesita que lo haga, que al menos, algo de la culpa pueda tener una razón de ser.

Una forma de liberarse.

Sus dedos pican cada vez que está a su lado, ansiando tocar algo que no puede alcanzar, Matías no es el primer chico con el que se acuesta, pero si es el primero desde que se había curado.

Recuerda vagamente los dedos del chico de su primera vez, el sabía muchísimo más que él, era mayor, más grande y más fuerte, experto en lo que hacía.

"Lo vas a disfrutar" Le susurro al oído, sus dedos trazando patrones sobre sus brazos, tuvo que haber tenido 17 en ese momento, recuerda su cabello enroscado en su nuca.

"Se gentil, por favor, es mi primera vez" Susurro contra su pecho, lo recuerda bien, porque su camisa olía a su perfume, a la madera fuerte y a un toque de su propio aroma natural.

"Lo seré" No lo fue, no fue gentil, Enzo recuerda sus uñas clavadas en su espalda, sus gritos ahogados por el propio hombro del chico, el colchón en su espalda.

Lo golpeó contra el colchón por lo que parecieron horas, su pene arrastrándose dentro de él, recuerda llorar como no lo había hecho nunca, suplicar algo que no recuerda.

No le contó a nadie lo que paso dentro de esa habitación, la vergüenza se enrollo dentro de su estómago mientras sentía sus muslos pegajosos por el semen.

Y a veces piensa que si ese chico no lo hubiera tratado mal, tal vez podría estar bien.

Tal vez se podría haber aceptado antes, tal vez no estaría enfermo.

Tal vez.

La noche lo recibe mientras maneja entre las calles que reconoce, Sofía había salido con Malena a una fiesta de una conocida, Enzo no había querido ir, no conocía a ninguna de las amigas de su prometida.

No conocía muchas cosas de ella últimamente.

"¿Cómo está tu señora morocho?" Matías le pregunta cuando se estaciona en la farola de siempre, los demás hombres lo reconocen como un cliente más de Matías y ya no intentan atraparlo.

Suspira contra sus manos, la culpa se vuelve dolorosamente en frustración, pesada contra su pecho, tejida con la vergüenza dentro de su estómago "Ella está bien, creo"

"No sos buen marido ¿Eh?" Matías resopla de risa, sentado a su lado, estira sus piernas sobre el tablero y puede ver por debajo de sus shorts los hilos de su ropa interior.

Usa casi siempre la misma ropa, camisas enormes, tops cortos, shorts y faldas, ropa gastada y casi rota, medias con agujeros y sudaderas enormes.

Matías saca algo de su bolso mientras desliza los billetes cerca de su muslo, el los acepta y los guarda, un pequeño tubo transparente en sus brazos.

"¿Que es eso?" Pregunta, suavemente, apuntando al tubo entre los dedos de Matías, el se encoge de hombros y se lo pone en los labios.

"Un labial" El asiente, le había comprado uno a Sofía no hace mucho tiempo, uno de una marca cara que ya no recuerda y ve como el tubo está casi vacío, la luz iluminando los labios brillosos de Matías.

wapo traketero | matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora