15. parar en hielo seco

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Enzo siente la bolsa colgando de sus dedos, la escucha caer, el peso abandonando sus dedos, las cintas de satín se deslizan y golpean la alfombra.

Si se concentra lo suficiente puede escuchar el pulso tintinear dentro, cayendo.

Su estómago también cae, el shock lo golpea como una bala, parandolo en seco, la bolsa cae y golpea la alfombra, las sábanas también caen, dos sostenes cerca de sus pies.

Compro uno de esos dos.

Se siente desconectado, lento, la sangre dentro de su cuerpo circulando como si fuera miel, es extraño de cierta manera, ver cómo su prometida está acostada con otra mujer.

Con su mejor amiga, la que conoce desde que ellos se hicieron novios, la que se sentaba a su lado durante las misas, la que los llevo a su primera cita, la dama de honor, la mujer perfecta para Sofía.

Y ahí estaba, abrazada con su prometida, como el lo hacía, en su lugar de la cama, entre sus sábanas, sus cigarros en la mesa de noche.

Malena Sánchez podía irse a la mierda.

La furia irracional explota como un tsunami, y como los tsunamis: destruye todo, su primer instinto es gritar, destruir, sacarlas a las dos de ahí. Es su casa, es su hogar, el lugar donde despertaba cada mañana y dormía.

Era suyo y ella estaba ahí.

Pero su parte racional se lo impide, lo mantiene congelado, frente a su cama, la que compro con su dinero, con la bolsa que compro en sus pies, estático.

Al final los tsunamis siempre destruyen todo.

"¿¡Que mierda pasa acá Sofía?!" Grita, histérico, jala por los pies a Sofía hasta que llega está en el filo de la cama, cubriéndose los pechos torpemente.

Malena se levanta al mismo tiempo, y hace el mismo vago intento de taparse, pero algo en ello lo llena de rabia, como aprieta sus manos en su camisa.

"¡Solta eso hija de la re mil pura!" Malena no lo escucha, a pesar que su voz retumba por las paredes, ella se aferra con fuerza a su camisa, arrugando los lugares donde Matías había arañado la superficie.

Matías.

El le hacía lo mismo a Sofía. Pero es diferente ¿No es así?

"Vos me dijiste que no iba a estar..." Escucha a Malena, y luego a Sofía, en su propia pequeña discusión, pero no puede escucharlas, sus oídos llenos de algodón.

La rabia se vuelve vergüenza y la vergüenza en arrepentimiento, el había hecho lo mismo, tal vez incluso peor, el la engañaba todas las noches desde hace un mes ¿Hace cuánto lo hacía ella?

¿Hace cuánto metía a Malena en sus sábanas?

"Eres una zorra Sofía ¿Hace cuánto haces esto?" El arrepentimiento muta de nuevo, al sentimiento que ha impulsado siempre a todos, enojo, a carne viva, quemando los bordes.

Pura sangre caliente, aunque siempre había sido más de tener el pecho frío.

"¡Cállate maldito maricon, no sos nadie para decirle así!" Malena se levanta, todavía sin blusa, sus pechos en el aire y aunque no son exactamente grandes ni atractivos, no siente absolutamente nada.

Nada, no hay nada, ningún instinto primario ni sangre corriendo, Sofía es más rápida, la tira de vuelta a la cama, a su cama, y le tira una blusa.

"¿Yo soy el maricon? Vos estabas cogiendote a mi ex-prometida" Acusa, la rabia filtrándose como veneno en su voz, en realidad nunca era así, nunca se le pasaba por la cabeza insultar a una mujer, pero la sangre corre rápido.

Y pesa más que la vergüenza.

"¿Ex-prometida?" Sofía susurra y los para en seco a los dos, como si los sostuviera del cuello, su voz agrieta el fino hielo en el que ambos patinaban.

Y se rompe debajo de ellos.

"¿Que creías Sofía, que iba a seguir contigo?" Exclama, sus dedos rascando su cuero cabelludo, los mechones entre sus dedos "¿Dejando que me humilles frente a todos?"

Malena contesta de inmediato, pero no la escucha, sus ladridos histéricos junto a su oreja, en vez de eso, ve a Sofía, cabello rubio y ojos azules, piel pálida, y de repente no es tan atractiva.

Puede vivir sin ella.

"¿Sabes que Sofía? Andate a la mierda, quédate con la casa si querés, no me vuelvas a hablar ni tú ni la pendeja de Malena, no quiero saber nada de vos nunca más"

Es extremo, pero logra parar, como si estuviera en hielo seco, ya no se rompe, humea en sus dedos hasta que los congela, ellas dos mirándolo fijamente, Sofía llorando suavemente, Malena lista para atacar.

Recoge una canasta de ropa sucia, la primera que encuentra, y guarda ropa aleatoria ahí, un par de zapatos, una corbata, la ropa que compro Sofía se acumula y ve una de las colonias que ella eligió, una que le gustaba.

"Andate a la mierda tu y tus perfumes, y tú puta ropa zorra" La botella es pesada, y es aún peor cuando se rompe con un crujido, el cristal esparcido en la alfombra, y ve a lo lejos la bolsa con el pulso dentro "Quédate con la pulsera"

Apenas cierra la puerta detrás de él empieza a llorar.

Cierra los ojos y cuando los abre tiene la una camisa gris presionada contra su nariz, una que huele a algo que no identifica pero que lo marea levemente.

Las cortinas están cerradas y la luz ya no entra a raudales, más bien los baña, luz cálida y amarillenta, que lo adormece lentamente, hasta que está al borde de la inconsciencia.

"No había visto la nave del uru de cerca" Una voz susurra y abre los ojos con fuerza, la tela gris frente a sus ojos, no puede ver nada, atrapado en el pecho de Matías, la nada detrás de su espalda.

Se da la vuelta lentamente, y Matías simplemente ronca, sin perturbar su sueño, el aprieta sus brazos, alrededor su caja torácica, nadie se inmuta de sus movimientos, el sonido de un sorbo resonando.

Ahí dos personas en la pequeña mesa del comedor, sentados tomando mate, el hombre es alto y músculo, con manchas oscuras en la cara y un overol atado a la cintura por otro lado la mujer tiene una camisa de tirantes y pequeños shorts.

"Cuídala, es cheto el chabon, Matu nos mata si se le afanan algo a esa máquina" La mujer dice, tomando un sorbo de su mate y poniendo uno de sus mechones detrás de su oreja, suspirando.

"Le dije a Blas que la vigilará, le di un poco de guita y tres birrias y se sentó en el capo, a ver cuánto dura el falopero ese" Ambos se ríen, y el concecta los puntos en su mente, Blas era el que lo había acorralado antes, Blas había estado ahí.

Blas conocía a Matías.

"El uru está despierto" La mujer lo señala con el dedo, perezosamente, y el hombre lo mira, dos pares de ojos sobre él, que solo miran, sin analizar.

Matías se remueve a su lado y se despierta, murmurando algo en su cabello que no entiende, levantandolo y sentandolo en sus piernas, su cabeza en su hombro.

"No estabas antes Pau" La voz de Matías es rasposa por el sueño, y tal vez por lo que había fumado, ella, la mujer, Pau, sonríe levemente y pone su mano sobre la del hombre.

"Salí con Agus un rato, estabas dormido cuando fuimos"

Agus y Pau y Blas. Mantener nota mental es más difícil de lo que parece.

Ellos dos hablan un rato, Agus comentando cosas de vez en cuando, mientras el se mantiene en silencio, mirándolos a ambos, simplemente escuchando.

Matías lo detiene de patinar sobre el hielo, arrastrándolo a lugares descongelados y no es tan desagradable como pensó que sería.

Puede vivir sin Sofía.

Puede soltar el hielo seco quemando sus dedos.

wapo traketero | matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora