4. suyo y de nadie

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Cuando Matías sale del auto de Enzo, el peso del collar en su bolsillo lo arrastra dolorosamente a la realidad.

Es una de las mejores cosas que le han regalado, con pequeñas piedras brillantes y cadenas de plata, es hermoso, desde las pequeñas cintas de satín hasta el terciopelo dentro de la caja.

Había vendido muchos de los otros regalos que le habían dado sus clientes, nada era demasiado caro, nada demasiado bonito, baratijas que le daban suficiente para comprar otra bolsa de merca.

Pero el regalo de Enzo es diferente, es muchísimo más caro y de alguna manera más íntimo, se lo dio sin pedir nada a cambio, sin querer una hora extra o que se quedará a casa.

Es desinteresado, casi extraño, nadie lo había tratado así nunca.

Acaricia cada cuenta entre sus dedos dentro del bolsillo de su sudadera, el metal en las yemas de sus dedos, pesa y, el saber que es suyo, solo suyo, lo tranquiliza, es algo que no le dará a nadie.

No lo va a vender. No lo va a mostrar, es solo suyo.

Abre la puerta con la llave rota dentro de la chapa, se había confundido de llave un día, su cerebro nublado y sus ojos desenfocados, dedos torpes en la cerradura y ahora estaba roto.

Podría haberlo arreglado pero era contratar a un cerrajero o no drogarse durante unos días.

La llave gira con un clic.

Entra y lo recibe el olor a arroz recién hecho, huevos chisporroteando en un sartén, Paula está ahí, sin blusa y sin sostén, fumando perezosamente cerca de la ventana.

Vivía con ella y con su novio: Della desde hace un tiempo, cuando lo votaron de su último cuarto y empezó a refugiarse en el taller mecánico de Agus.

El lo llevo a su casa, le dio un par de cucharadas de sopa, y lo dejo dormir en el cuarto frente a su habitación, sin una puerta y con una cortina para reemplazarla, y Matías nunca se fue de ahí.

Y ellos tampoco lo sacaron.

Paula no se sorprende cuando lo ve, lo saluda con la mano y se cruza de piernas, sus pantalones arrugandose con el movimiento "¿Cómo te fue?"

"Bien, los mismos chabones de siempre" Se encoge de hombros, caminando alrededor de la diminuta cocina, decidiendo ocultar el detalle del nuevo hombre que lo compra y del collar que descansa dentro de su bolsillo.

Ella no parece totalmente convencida, una de sus cejas arqueadas, pero no dice nada y descarga las cenizas de su cigarro fuera de la ventana.

"¿Que preparas Paulita?" Le pregunta en vez de eso, curioseando las ollas humeantes, ella se voltea de inmediato, sus ojos fijos en sus manos.

"Toca eso y te cortó los dedos cagón" Paula lo amenaza, mirándolo de arriba a abajo, su cigarro medio consumido apuntandolo, el humo se enrolla como espiral, volando cerca de su nariz.

Matías no suele fumar, pero la necesidad de nicotina de repente inunda su sistema.

Aspira fuertemente y se sienta en una de las encimeras, Paula se levanta, apagando el cigarro en un cenicero cercano, se pone una de las camisas de Della, enorme en su pequeño cuerpo y empieza a mover cucharas y a apagar el fuego.

Matías la mira casi hipnotizado, esperando en silencio que quiera darle algo de lo que cocino.

"¿Es para Della?" Pregunta suavemente y ella no le responde, concentrada en lo que hace, ella saca un plato de uno de los armarios y empieza a servir la comida.

"Si, pa' cuando vuelva del laburo, un cheto quería que le arreglará la pintura del coche, imagínate" Paula le contesta, sus manos moviéndose con elegancia, ella desliza el plato cerca de las hornillas, rozando su muslo "Come, es para vos"

Matías asiente en silencio, devorando el arroz mientras ve como Paula come directo de la olla, el no le dice nada, disfrutando el sabor en su lengua.

"¿Cuando Fer cambio la presentación de la merca?" Paula le pregunta,
señalando la bolsa que dejó tirada en la sala, Matías se encoge de hombros, mordiéndose la lengua.

"Fer no ha cambiado nada ¿De que hablás?" Le miente, con su falda llena de arroz, ella lo mira con una de sus cejas levantada, cruzada de brazos, no le cree, y Matias lo sabe.

La vergüenza rasga su estómago, como un anzuelo.

"¿Me crees boluda Matías? ¿Que es eso?" Ella se levanta de la encimera donde estaba apoyada y se dirige al sillón, y algo hace a Matías dejar el plato y caminar detrás de ella.

Siente la vergüenza acumularse en su pecho, y estira sus piernas para poder llegar antes que ella, abrazando la bolsa cerca de su cuerpo "No es nada Paula, que te importa"

Ella se queda estática un segundo, antes de empezar a forcejear, intentando arrancarle la bolsa de los brazos "¿Que tenés ahí Matías? ¿Que te estás metiendo?" Ella grita, histérica.

Las uñas de Paula arañan sus brazos, marcas rojas dónde la piel se rompe, no quiere soltar la bolsa, por terco o por pena y la vergüenza se enrolla como una serpiente alrededor de su cuello, asfixiandolo.

"¡No me estoy metiendo nada, déjame en paz pendeja de mierda!" Matías la empuja, débilmente, y ella no se cansa de empujarlo, intentando tomar la bolsa entre sus dedos.

"¡Te juro Matías que si estás metiéndote otra gilada te saco de mi casa! ¡No volvés más, te saco todas tus pelotudeces a la calle!" Ella grita, a todo pulmón, empujándolo débilmente contra la pared, y ve los destellos de lágrimas brillando en sus pestañas.

Debe parar, debe decirle. "Es un collar, me lo regaló un chabon" Admite en voz baja repentinamente avergonzando, solía contarle todo a Paula pero ese collar, ese hombre, él era diferente, era suyo.

Era suyo y ahora no es de nadie.

Paula se derrumba contra su pecho, lágrimas pesadas deslizándose por sus mejillas "Me asusté" Dice, entre lágrimas, sonriendo suavemente "Ojalá sea un bonito collar"

Matías asiente, la bolsa arrugada entre sus brazos, "Es bonito" Contesta, los lazos de satín pesando en sus dedos y el collar en su bolsillo.

"Anda a dormir, lo siento" Paula le dice, sus ojos enormes rojos por el llanto, Matías asiente, suavemente, girando la bolsa entre sus dedos.

"Te preocupaba por mi, no importa Pau" Ella asiente, su cabello rebotando con el movimiento, ella se sienta en el sillón, sacando un cigarrillo de su pantalón "¿Te vas a acostar?"

"Voy a esperar a cenar con Della, dale, acostate" Ella lo despide con la mano, encendiendo su cigarro y sonriéndole suavemente "Buenas noches Matu"

"Buenas noches Pau"

Cierra la cortina de su habitación detrás de su espalda y deja el collar cerca de su cómoda, junto con el arma que le regaló Ramu y sus bolsas de merca.

Es suyo y solo suyo. Aunque Paula lo sepa.

wapo traketero | matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora