—Sé que te prometí llevarte de compras para que tuvieras cualquier cosa que necesites, pero hoy soy yo quien necesita más de ti —aseguró Faye una vez llegaron a su apartamento, un enorme ático en el centro mismo del Upper East Side, uno de los barrios más exclusivos de Nueva York— Hueles tan bien —Se posicionó a la espalda de Yoko y la abrazó por detrás dejando que sintiera el calor de su cercanía, mientras besaba delicadamente su cuello y se embriagaba con el aroma de Yoko.
Por fin estaban a solas y en su casa. Faye llevó una mano a su rostro y le tapó los ojos para que no pudiera ver absolutamente nada hasta que ella así lo quisiera, quería maravillarse con su expresión, tal y como se había maravillado hasta el momento con cada una de las reacciones de esa jovencita que tenía entre sus brazos.
—Está bien, dónde quieras ir, yo iré contigo, esa es mi obligación —Yoko se dejó cubrir los ojos. Faye tenía un extraño poder sobre su persona que la hacía desear complacerla en casi todo lo que le pedía.
Escuchaba atenta cada una de sus palabras, dejándose guiar por Faye a dónde quiera que la estaba llevando a paso lento, pero firme.
—Cuando veas este lugar no vas a querer marcharte jamás —Faye le susurró con la voz visiblemente afectada por la excitación de tenerla tan cerca, dejando suaves besos en la sensible piel tras su oreja que no podía dejar de besar, aquella joven le provocaba demasiadas cosas— ¿Lista? —preguntó sacando las manos de su rostro y mostrándole el canal de agua que atravesaba todo el salón e iba de la piscina de una de las terrazas a la otra y por el que se podía ir perfectamente, y a su vez, formaba una piscina interior que refrescaba todo el lugar.
Yoko no dijo nada sobre no querer marcharse. No importaba lo linda que fuera la vivienda, no soñaría con seguir en un lugar donde tendría que marcharse algún día. Tal vez por eso odiaba que su madre perdiera la casa donde vivían, al menos ella podría marcharse un día y volver ahí, estaba segura de que su madre siempre la recibiría con los brazos abiertos.
—Este es el salón principal —Faye explicaba mientras la iba desnudando poco a poco ante sus ojos, dejando caer la ropa al suelo hasta que la tuvo solo con aquellas bragas vibradoras que le había puesto antes.
Sentir como Faye la iba despojando de su ropa mientras observaba todo a su alrededor, hizo a Yoko estremecerse de placer y de incertidumbre, por lo que pudiera pasar entre ellas. Sentía su piel erizarse y como la humedad entre sus piernas crecía de nuevo por la expectativa de lo que podía suceder.
¿Tomaría ya esa noche su virginidad?
Era la pregunta que más salía a relucir en su mente, aún así no la externaría, en el fondo deseaba quedarse esos catorce días con ella y, aunque, Faye la encendía solo con mirarla, sabía que lo más lógico sería marcharse en cuanto cumpliera lo acordado en el contrato.
—¿Es aquí donde voy a vivir? —preguntó Yoko, en lugar de hacerle saber todo lo que pasaba por su cabeza en ese instante, pegándose más a su torso por inercia, como si fuera una necesidad física que no pudiera controlar.
—Este será tu domicilio durante los próximos 15 días y esperemos que durante mucho más tiempo —aseguró Faye, asintiendo y rodeándola, parándose frente a ella para observar esos dos senos perfectos y jóvenes a los que la gravedad no había afectado todavía— Luego te mostraré todo el lugar...
Faye la observó mientras se desabrochaba uno a uno los botones de su camisa negra para desnudarse por primera vez frente a Yoko, sin ninguna prisa, dejándole ver sus senos expuestos mientras la observaba, esperando encontrar algo en su expresión que le hiciera saber que lo que estaba viendo le gustaba.
—Tienes tu propia habitación, aunque prefiero que duermas conmigo. En el armario hay mucha ropa que me encargué de hacer comprar para ti y mucho material de estudio —Faye siguió explicando mientras su camisa se deslizaba hasta el suelo y le hacía una señal para que se acercara— Te quiero de rodillas, ven aquí, termina de desnudarme.
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Querida Sugar Mommy | FayeYoko
FanficYoko Apasra, una chica de 20 años agobiada por las deudas que la ahogan a ella y a su madre. Abandonadas por el resto de su familia, ambas están luchando por sobrevivir. Faye Malisorn, una noble de 36 años y descendiente de la realeza tailandesa, h...