—Tenemos informes de que Charlotte Austin ha sido vista en Bangkok, Señora —aseguró Enzo, hombre de confianza de la señora Khun Nong Malisorn, mientras colocaba varias fotografías sobre su escritorio.
—No es posible —La mujer de gran edad tomó las fotografías y asintió, sin duda era ella, veinte años después, pero era Charlotte, apenas había envejecido. Esto les planteaba un gran problema, pero también una oportunidad para atar un cabo suelto en su camino— Prometió no volver jamás, ese era el trato —Khun Nong dijo, arrugando una de las fotografías entre los dedos y levantándose de la silla donde había estado sentada para dirigirse al mueble bar y servirse dos dedos de su mejor whisky— Convoca a la familia, las quiero a todas aquí mañana.
—Señora, Faye se marchó a Estados Unidos hace un par de semanas y no volverá hasta dentro de unos meses —aseguró Enzo, observando cómo su jefa maldecía algo ininteligible para él y se bebía el contenido de su vaso de un trago.
Faye habría dado cualquier cosa aquella mañana por quedarse en la cama con Yoko. Parecía tan dulce, dormida y tan tentadora que nada le apetecía más que desayunar con ella y empezar bien el día. Pero después de tomarse el día libre el día anterior, no podía permitirse el lujo de no presentarse en la clínica. Bueno, podría, pero no sería una actitud responsable por su parte, y si de algo podía presumir la tailandesa era de ser impecable y responsable con su trabajo.
Dejó la tarjeta de crédito en su mesita de noche junto con una nota escrita de su puño y letra, con una caligrafía perfecta, porque así era ella, perfecta en absolutamente todo lo que hacía.
"Quiero que hagas que la tarjeta eche humo y compres lo que quieras. Milk ya sabe dónde llevarte, pídele a una amiga que te acompañe y cómprale algo a ella también. Disfruta de lo que puedo ofrecerte. Sólo pido una cosa, lencería sexy... mucha. Me encanta destrozarla, cuanto más cara es, más me gusta.
Faye."
Su jornada laboral empezó muy temprano. Tenía que decidir quiénes serían las personas a las que operaría durante su estancia en Estados Unidos. Cinco de ellos y 50 de su equipo, bajo supervisión directa. Las demás solicitudes se entregarían a otros equipos igualmente profesionales de la clínica, pero por alguna razón, la gente la esperaba incluso durante varias temporadas.
Faye no entendía muy bien por qué. Al fin y al cabo, dar forma a los pechos y a unas nalgas bonitas era algo que muchos profesionales hacían a la perfección. Pero no se iba a quejar del prestigio y el nombre que crecía con cada trabajo y, obviamente, de la suma correspondiente que le pagaban porque eran sus manos las que, según las revistas más populares, esculpían los cuerpos que tocaban, creando auténticos dioses y diosas del Olimpo.
—Su abuela está en la línea uno —interrumpió el locutor, provocando que una expresión de fastidio apareciera en el rostro de Faye.
—Dile que estoy a punto de entrar al quirófano y que la llamaré más tarde —ordenó, acomodándose de nuevo en su asiento.
ESTÁS LEYENDO
Querida Sugar Mommy | FayeYoko
Hayran KurguYoko Apasra, una chica de 20 años agobiada por las deudas que la ahogan a ella y a su madre. Abandonadas por el resto de su familia, ambas están luchando por sobrevivir. Faye Malisorn, una noble de 36 años y descendiente de la realeza tailandesa, h...