Un mes había pasado desde la boda de Stolas y Blitzo. Ahora, Fernanda estaba en su cuarto mes de embarazo, con un vientre mucho más abultado que dejaba ver su redondez, siendo casi imposible que no se notara. Lucifer había tenido que cambiarle la talla de sus ropas a unas más grandes y cómodas, lo cual había provocado que la pobre humana comenzara a llorar por el hecho de estar engordando, a pesar de saber que se debía a tener a sus bebés.— Estoy gorda... cada día más... ¡qué horror, Kenai! ¡Maldita sea... QUIERO UN RON! —dijo mirando a su perro pastor alemán mientras estaba en la cama.
Las cosas en el hotel se habían vuelto algo especiales. Tener a una mujer embarazada era toda una odisea, ya que tenían que tener mucho cuidado con lo que hacían, decían y con sus olores, ya que Fernanda estaba demasiado sensible a cualquiera de esas cosas, haciéndola llorar o enojar y asustando a todos, pues nunca la habían visto tan enojada. Hasta el mismo Lucifer le tenía miedo a su mujer cuando se enojaba con él por la más mínima cosa.
— NO ME DIGAS QUE ME CALME, CHAPARRO... ¡MIERDA! ¡QUIERO UN RON... SOLO MÍRAME, SOY UN ASCO! —gritó, abrazando a Kenai mientras lloraba furiosa, mirando a Lucifer con ojos llenos de lágrimas.
Lucifer suspiró y se acercó a Fernanda, tratando de consolarla.
— Amor, no eres un asco. Estás hermosa y radiante, y todo esto es porque estamos esperando a nuestros bebés. Sabes que no puedes tomar ron ahora, es por el bien de los pequeños —dijo suavemente, tratando de calmarla.
— ¡No me importa! Solo quiero un maldito ron, y quiero que todo esto termine ya... —respondió Fernanda entre sollozos, sin soltar a Kenai.
— Sé que es difícil, mi amor. Pero piensa en lo maravilloso que será cuando tengamos a nuestros hijos en brazos. Todo esto valdrá la pena —dijo Lucifer, acariciándole el cabello con ternura.
Fernanda suspiró profundamente, tratando de calmarse.
— Lo sé... solo es que a veces siento que no puedo más. Todo es tan abrumador... —dijo con la voz temblorosa.
— Estoy aquí contigo, siempre. No tienes que pasar por esto sola. Juntos lo superaremos, y pronto tendrás a tus bebés contigo —le aseguró Lucifer, besándola en la frente.
Kenai ladró suavemente, como si también quisiera consolar a su dueña.
— Gracias, chaparrito. Y gracias, Kenai. Supongo que puedo sobrevivir un poco más sin ron —dijo Fernanda, esbozando una pequeña sonrisa.
Lucifer sonrió de vuelta y la abrazó con cariño.
— Eso es, amor. Vamos a superar esto juntos, paso a paso. Y te prometo que haré todo lo posible para que te sientas mejor —dijo con determinación.
Fernanda se recostó en la cama, aún abrazada a Kenai, mientras Lucifer se sentaba a su lado, tomándole la mano.
— Te amo, chaparrito. Gracias por estar siempre conmigo —dijo ella, sintiendo un poco de paz al tenerlo a su lado.
— Te amo más, preciosa. Siempre estaré contigo, en las buenas y en las malas —respondió Lucifer, acariciando su mano suavemente.
La noche avanzaba lentamente, pero en esa habitación, a pesar de las dificultades, el amor y la paciencia eran lo que mantenían a la familia unida, enfrentando juntos cada nuevo desafío que se presentaba.
Más tarde
Fernanda se encontraba en la sala del hotel, viendo la televisión mientras se cubría con una gran cobija y comía helado de chocolate directamente del bote. La programación en el infierno no era de su agrado; a veces extrañaba las novelas o películas de la tierra. Aquí, todo parecía una sobreexageración, con actuaciones realmente malas.
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Mi vida es un infierno
FanfictionSoy hija de uno de los condes más ricos de Inglaterra, el conde Antonio, y de la duquesa Laura. Desde fuera, nuestra familia parece perfecta, con portadas de revistas y fotos que muestran una fachada de felicidad. Pero la realidad es muy distinta; m...