Desperté a la siguiente mañana con el cielo aún teñido de rojo. Al incorporarme en la cama, vi a Kenai entrar a mi habitación. Su mirada se posó sobre Lucifer, quien aún dormía a mi lado. Kenai se molestó al verlo y, con un rebote fuerte de su peso de pastor alemán, lo tiró de la cama. Luego se subió él mismo, ocupando toda la cama y haciendo señales de que quería caricias.
— Oh, ¿quién es mi bebé? Mi precioso... bebé —murmuré mientras acariciaba a Kenai. El perro golpeaba a Lucifer con su pata y movía su cola café con negro en señal de contento.
Justo en ese momento, Charlie entró a la habitación. Al principio pareció confundida, pero luego soltó una risa y comentó:
— Papá, no hace falta que me digas nada. Ya veo que aquí no pasó nada... porque aquí el que manda es Kenai, ¿verdad?
Charlie se acercó a mí y continuó:
— Bueno, los esperamos para desayunar, ¿de acuerdo?
Lucifer, con una sonrisa aunque claramente enojado por haber sido desplazado por Kenai, miró a Charlie y respondió:
— Claro, manzanita. Pero antes voy a ayudar a Fernanda a cambiar de ropa. No me gusta mucho ese look.
Charlie soltó una carcajada y dijo:
— Está bien, papá. Pero asegúrate de que no sea un look atrevido, o Kenai se enojará contigo.
Después de cerrar la puerta, la habitación quedó en silencio por un momento, solo interrumpido por el suave ronroneo de Kenai mientras disfrutaba de las caricias. Observé a Lucifer, cuya expresión pasó de estar molesto a ligeramente divertida por la situación.
— Parece que Kenai tiene mucho poder por aquí —comenté, divertida por la dinámica entre padre e hija.
Lucifer asintió con una mezcla de diversión y resignación.
— Sí, parece que así es —respondió, ayudándome a incorporarme—. Vamos, te ayudaré a encontrar algo más adecuado para el desayuno.
Nos dirigimos al armario, donde elegimos algo más cómodo y apropiado para la mañana. Mientras me cambiaba, no pude evitar sentirme agradecida por la presencia de Lucifer y la familia que había encontrado en este extraño lugar.
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**Más tarde**
Lucifer eligió un saco blanco con pantalón negro, botas negras, blusa negra escotada, moño blanco con un adorno de una manzana roja y un collar de diamantes blancos que me había dado mi abuela en el mundo humano. Mientras Lucifer me dejaba para vestirme, me puse mi saco blanco. Antes de salir, Lucifer me sonrió. Yo lo miré con mis ojos café claro y le dije:
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Mi vida es un infierno
Hayran KurguSoy hija de uno de los condes más ricos de Inglaterra, el conde Antonio, y de la duquesa Laura. Desde fuera, nuestra familia parece perfecta, con portadas de revistas y fotos que muestran una fachada de felicidad. Pero la realidad es muy distinta; m...