**Capítulo 21: De vuelta al paraíso**

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Fernanda se encontraba sentada en la cama, envuelta en la cobija para taparse

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Fernanda se encontraba sentada en la cama, envuelta en la cobija para taparse. Recordaba todo lo que había pasado la noche anterior. Se había dejado llevar demasiado, había perdido su virginidad y fue con el mismo diablo. Lo mejor, o peor de todo, es que no era en sentido figurado: ¡Realmente fue con el diablo! El señor de las tinieblas. Y a la mierda, había sido increíble.

Miró a su lado, notando cómo Lucifer dormía tranquilamente, como si nada hubiese pasado. Ella frunció el ceño, ya que había tenido una noche terrible. Todo su cuerpo estaba adolorido, sus piernas temblaban y, seguramente, no podía ponerse de pie.

Fernanda: (susurrando para sí misma, ruborizada) Ay santo cielo, ¿cómo podré verle la cara a Charlie? Literalmente me acosté con su papá.

Intentó acomodarse en la cama, pero el dolor y el cansancio la mantenían inquieta. Lucifer, medio despierto, murmuró entre sueños.

Lucifer: (entre sueños) Duérmete otro rato, es muy temprano.

Fernanda ignoró su consejo y se levantó de la cama, dirigiéndose al baño para ponerse su bata. Justo cuando estaba a punto de entrar, alguien tocó la puerta. Era Charlie, la hija de Lucifer.

Charlie: (sonriendo) Hola, Fer. Espero que mi papá no haya arruinado la pijamada con tu primo... Bueno, los esperamos para desayunar a ti y a Davis.

Fernanda: (riendo nerviosa) De acuerdo, Charlie. Pero Davis no está aquí, está en su habitación porque alguien se puso celoso y tuvo que irse.

Charlie rió antes de retirarse al comedor. Fernanda se dirigió de nuevo al baño, cuando notó que Lucifer se movía en la cama, buscando su cuerpo. Al no encontrarla, se despertó de golpe, alarmado, y comenzó a llamarla.

Lucifer: (gritando) ¡Fernanda! ¿Dónde estás?

Fernanda: (asomándose desde la puerta del baño) Aquí estoy, majestad. Solo voy a bañarme.

Lucifer se levantó rápidamente y se acercó al baño, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y preocupación.

Lucifer: (sonriendo pícaramente) Tienes razón, ambos necesitamos una ducha.

Fernanda lo miró sorprendida mientras él se deslizaba junto a ella bajo la ducha. El agua caliente caía sobre ellos, envolviéndolos en un vapor reconfortante. Lucifer la abrazó por detrás, sus manos explorando su cuerpo con ternura y posesión.

Fernanda: (intentando disimular su incomodidad) Majestad, no sé cómo me voy a quitar estas mordidas. Tal vez con maquillaje.

Lucifer: (sujetándola firmemente mientras el agua caía sobre ellos) No te las quites. Así sabrán que tú me perteneces, que soy tu dueño en cuerpo y alma.

Fernanda sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral al escuchar esas palabras. Sabía que, aunque la relación con Lucifer era intensa y compleja, había una profunda conexión entre ellos que no podía negar.

Mi vida es un infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora