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No podía creer lo que estaba viendo, lo que tocó la puerta de mi casa me quitó el habla del miedo que sentía, era un militar herido de bala, ensangrentado, débil y apuntándome con su enorme fusil. Temblando, me hice a un lado para que pudiera pasar y a escondidas arrojé mi arma abajo de la mesita de la entrada, de inmediato cerré la puerta y traté de no verle a los ojos.

Cerré la puerta con llave, él miró a su alrededor en busca de algo para tratar sus heridas y se dirigió al baño que está en esta planta.

–Por favor, busca cualquier tipo de venda o vendas que tengas en tu casa, es una orden— me dijo jadeando.

–Primero quítese el equipo táctico que lleva y recuestese en el sillón— hablándole con tono sereno aunque por dentro me estuviera muriendo de miedo.

–¿Eres sorda o qué? ¡Trae todo el material de... argh!— se quejó del dolor y se agarró el hombro.

–Le digo que se recueste en el sillón, soy enfermera, dejeme tratarlo... por favor, recuéstese–.

Él solo me lanzó una mala mirada y comenzó a quitarse el chaleco con cuidado mientras yo subía corriendo por todo lo que tenía disponible para curarlo, saqué todo lo de mi botiquín y casualmente me topé con un estuche de agujas y pinzas quirúrgicas que me traje del Hospital, esto me acaba de salvar la vida; mientras mas sacaba cosas de curación, por la sala se escuchaban quejas del militar ¿cómo carajos dió con mi casa? ¿Porqué necesariamente llegó aquí? Preguntas así me inundaban mas y mas, pero ahorita una vida pende de un hilo y voy a salvarla.

Bajé las escaleras con todas las cosas necesarias para curar, en este punto ya estaba acostado sosteniendose el hombro con un pañuelo deteniendo una hemorragia y armándome de valor llegué a él.

–Quitese el pañuelo —ordené poniendome mis guantes de látex —quiero ver la gravedad de su herida–.

Al quitarla ví que en algunas areas cercanas ya tenía la sangre seca, pero aun así la herida de bala era enorme y no me explico el como pudo sobrevivir tanto tiempo perdiendo litros de sangre a la intemperie, sin contar los raspones y otras heridas abiertas regadas por su cuerpo.

–Veo con exactitud que el enfrentamiento de hace algunas horas fue muy grave, usted tiene una herida crítica de bala y cortadas en todo el cuerpo, lo que voy a...–

–¿Porqué crítica?— interrumpiendome y jadeando de dolor.

–Dió abajo de su clavícula derecha, dé gracias de que no dió en una aorta cercana... voy a suturar esa herida primero, ya después me encargo de lo demás–.

–Haz lo que quieras, pero rápido— se quejó mas fuerte del dolor —¡Muévete carajo! ¡No dejes que me muera por mi orgullosa estupidez!–.

Solté un suspiro tembloroso y comenzé acomodando mi cubrebocas, desinfecté los utencilios y el área afectada del paciente; el uso de las agujas para suturar heridas no es un problema para mi, pues he lidiado con heridas mas grandes y profundas que las de él sin contar mi pulso perfecto para ello. Inserté los hilos en el ojal y comenzé a intentar cerrar la herida de bala que al parecer ya no estaba ahí.

–¡Argh! ¡Cuidado con esa agujita enfermera!— se empezó a quejar muy enojado y lo entiendo, muchos sienten horrible cuando las agujas comienzan a atravesar la piel.

–¡No se mueva o no voy a poder curarlo completamente!— alzé un poquito la voz molesta porque sí, se movía cual gusano.

–¿No tienes algo aunque sea para calmar el dolor?— jadeó.

–No puedo darle algo fuerte por su bajo nivel de hemoglobina en el cuerpo, pero tengo un calmante inyectado ¿lo quiere?–.

–Dame lo que sea, no podré soportar otra puntada–.

–Bien— tomé un frasquito que venía en las cosas que traje y le introduje una jeringa —esto lo va a relajar un buen rato igual funciona como leve anestesia y analgésico.

Al momento de inyectarle el medicamento la tensión en su cuerpo empezó a disminuir drásticamente, lo cual era bueno para mí y poder seguir con mi actividad.

–Muchísimas gracias enfermera... dejame decirte... que eres muy buena... y bonita— cosas así comenzó a balbucear y yo me extrañé por lo que dijo; no supe como reaccionar ante eso, así que supuse que eran los efectos secundarios.

–Gracias... una vez mas... de corazón...— su voz comenzaba a entorpecer y se fue quedando dormido.

Aun sigo sin entender como es que dio con mi casa si no dejé alguna luz prendida ni arriba ni abajo, y digamos que no hice mucho ruido al estar en la sala, cosa que lo hace aún mas raro, no creo que aquí aplique el 'Por algo pasan las cosas', y si sí... la verdad tengo miedo de lo que pueda ocurrir; los minutos pasaban y pasaban y yo seguía con esa misma herida de bala, no me faltaba mucho para terminar y me fui adelantando con las otras.

Al terminar de curar una herida en su pantorrilla empezó a abrir los ojos, yo sentía una ligera satisfacción de saber que lo curé con exito y me acerqué a él quitandome guantes y cubrebocas.

–Listo, ya hemos terminado–.

–¿Donde... donde estoy?— preguntando extrañado.

–Está en casa de una enfermera— le respondí tranquila —anoche hubo un enfrentamiento armado y en la madrugada llegó a mi casa herido y me tomé la libertad de curarlo–.

–Creo poder recordar algo, hubo una emboscada cerca del Hospital y salí herido de ahí, no sé como pasó... pero aun así, te lo agradezco mucho, lo hiciste bien y gracias a tí estoy a salvo–.

–No agradezca, ese es mi trabajo. Tenga, seguramente tiene sed— le ofrecí un vaso de agua y lo tomó como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo.

–Muchas gracias, y a todo esto... ¿puedo preguntar por tu nombre, enfermera?— su voz se escucha suave por lo mismo de la anestesia, pero lo que noté es que no deja de mirarme.

–Micaela Domínguez señor, a sus ordenes— ¿acaba de sonreír ante lo que dije? Eso es nuevo para mí.

Fue una sonrisa tímida, diría que imperceptible pero lo noté por el ligero arco que se formo en su boca, seguramente es por que está sedado. Sí. Eso debe ser.

–¿Y con quién tengo el gusto?— empezé a ponerme nerviosa ante todo esto que esta sucediendo, alguien ayúdeme.

–Coronel Alejandro Vargas a su servicio señorita–.

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UNA SIMPLE ENFERMERA (Alejandro Vargas x Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora