Libros

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— No tengo ni la más mínima idea de cuales son los libros que te gustan. En lo personal me gusta Stephen King

—" Ahh no suelo leer mucho, no hay nada que me llame la atención realmente "

— Aunque no me la creas. Yo escribo, no me considero buen escritor pero hago el intento. Me gusta mucho la época medieval así que, aquí traje lo que he estado escribiendo

— " ¿Quién lo diría? No eres un completo mono entonces"

— Lo bueno es que estas ahí postrado, así que cualquier cosa no te puedes reír. Pero si me escuchas y te ríes mentalmente entonces Jódete.

— " No te prometo nada"

— Bueno, traje el más corto de hecho. Como por no extenderme. Dice así:

En una tierra muy lejana existe un castillo, dicen que quienes entran ahí pueden encontrar lo que su destino tiene deparado para ellos. Sin embargo todo ha sido malo, o al menos así lo cuentan quienes tuvieron la suerte de salir vivos de allá. Intrigado, quise iniciar mi propia exploración en aquel lugar. No soy alguien de la nobleza, tampoco hijo de un pobre campesino. Para quienes se preguntan, me he ganado la vida estafando gente.

—"No me jodas Second, como que un estafador "

— Nada ético, sin embargo nada que sea fácil lo es. Frente a las puertas de aquel castillo se podía sentir el lúgubre frío infernal calando hasta mis huesos, la puerta chirreaba tanto que hasta este punto pensaba en darme la media vuelta y huir lo más lejano, pero usando aquel código de valentía del que muchos tipos se jactaban entre.

—" Hasta donde vas no se ha escuchado nada mal"

— Podrá parecer sorprendente, pero todo el lugar estaba hecho de oro. Los pisos, las paredes, las estructuras, incluso los cuadros brillaban intensamente debido al metal. Camine con desinterés por los pasillos, si avanzabas más el material iba cambiando, pasando a ser diamante lo que hay en el piso, esmeralda en las paredes y las pinturas creando figuras perfectamente humanas con rubíes y perlas. Al final del pasillo se apreciaba un hombre de aspecto de pálido sentado en un trono hecho de calaveras, mantuve firme mi desinterés alzando el pecho ante aquel ser que me observaba fijamente. — ¿Listo para conocer tu destino? _ Pregunto con voz de ultratumba — Mi destino ya lo conozco, no necesito una guía para saberlo_ Respondí con soberbia — Cada hombre y mujer que ha llegado aquí piensa que puede librarse de su destino, lo cierto es que en ningún destino está escrito el que lleguen acá, es la avaricia quien los guía siempre hasta el final del pasillo — A mi no me ha guiado mi avaricia — extorsionas por avaricia, robas a la gente que ha entregado un pedazo de su confianza en ti — ¿Qué es la avaricia si no es para mi? ¿Qué valor tiene el oro si no soy yo quien lo va a usar? Mis razones van más allá de la avaricia, más allá de lo que pueda o no pueda hacer con todas las monedas del mundo. En lo que a mi respecta, soy solo un padre intentando pagar las medicinas de su hijo, porque si quisiera hablar de aquel pecado capital, pondría perfectamente de ejemplo a cada hombre que me negó un pedazo de pan, una moneda para la medicina, una sonrisa cuando yo la di primero.

Aquel ser extraño se levantó de su asiento. Los hombres que tuvieron suerte de salir de allá dijeron que de convencer al destino tendrías lo que siempre has deseado. La razón por la cual siempre salen mal heridos es por rechazar lo que se les dio en la mano, pues de esperar monedas de oro y muchas piedras preciosas recibían flores. Yo sabiendo esto junte mis manos viendo caer las flores sobre ellas, alce la cabeza sintiendo entonces como caían  pétalos de flores encima de mi, cerré mis ojos sin miedo alguno al hombre frente mío; a ciegas di la media vuelta, se escuchaba el sonido de las piedras preciosas y como el piso empezaba volverse complicado de pisar debido a las monedas que habían empezado a aparecer. No tome nada, las puertas se abrieron ante mi y ahí fue cuando abrí los ojos, mirando hacia atrás como todo lo que parecía oro volvía a ser ruinas de un castillo, con ratas merodeando por ahí. Mire mis manos las cuales seguían llenas de flores, al quitarlas pude ver un pequeño frasco con un líquido rosa adentro. Medicina.

Escuche como cerro aquel libro con fuerza, tengo entendido que tiene más historias y he de admitir que me gustaría escuchar más de ellas. Sentí su mano sostener la mía y apretarla con firmeza, llegué a encontrar reconfortante su toque después de todo.

— ¿Tú hubieras despreciado las flores por buscar el brillo del oro?

— " Me ha ido mal buscando el oro. Ahora quisiera ir por las flores "

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Gracias por leer ♡♡♡

Escuchando al enemigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora