Anna pareció animarse más después de la cita con el doctor. La pillé mirando ropa de bebé cuando la llevé de compras una tarde, y mirando de reojo a los bebés en los cochecitos que pasaban a nuestro lado. Incluso encontré un ejemplar de Qué esperar cuando estás
esperando en la cocina. Por supuesto, lo había encontrado en el congelador, así que imaginé que algo la había asustado. Solía esconder los libros que le daban
miedo cuando éramos niñas. De hecho, a los nueve años, había encontrado un ejemplar de It, de Stephen King, en el cajón de mis calcetines.
Aún no había llegado al nivel de
aceptación, pero ahora que cumplía a la novena semana, empezaba a acercarse a ese punto. Y yo seguía siendo la única que lo sabía. Tenía el presentimiento de que lo mantendría oculto tanto tiempo
como le fuera posible. No me sorprendería si decidiera contárselo a nuestros padres presentándose la mañana de Navidad, con el bebé en brazos. Eso si se lo quedaba, claro…
No me gustaba pensar en la posibilidad de que no fuera así, pero reflexionar sobre su dilema me ayudaba a no pensar en el mío.
Últimamente mis conversaciones con Lauren habían sido bastante tranquilas. Desde que Jenny me había confesado que estaba teniendo conversaciones con alguien más por teléfono, no sabía qué pensar. Por supuesto, podía estar hablando básicamente con cualquiera, desde alguien de la discográfica hasta con un amigo de Seattle, pero tenía la corazonada de que no se trataba de eso, sino de una chica.
Sin embargo, cuando hablábamos, no actuaba como si me quisiera menos. No parecía ni fría ni distante. Al contrario, se comportaba como si siguiera
completamente enamorada en mí.
Con voz sugerente me repetía lo mucho que me amaba. Incluso habíamos vuelto a hacer el amor, por teléfono, claro. No era lo mismo que estar con ella, pero me ayudaba a sentirla cerca, aunque
siguiera teniendo mis dudas.No hace falta decir que no le había contado nada sobre Denny. A esas alturas, parecía ya innecesario, puesto que éste hacía mucho que había vuelto. No estaba segura de qué ocurriría cuando la gira de Lauren acabara y se marchara a Los Ángeles a trabajar en su álbum, pero tenía la total certeza de qué iba a pasar entre Denny y yo: nada,
absolutamente nada.
Aunque Lauren y yo rompiéramos ese mismo día, y santo cielo, esperaba que no fuera así, nada pasaría entre Denny y yo. Los sentimientos habían desaparecido. Sólo quedaba la amistad y los buenos recuerdos. Incluso la ligera amargura que Denny seguía teniendo por nuestra ruptura había disminuido.
Simplemente volvíamos a sentirnos cómodos de nuevo. Por tanto, cuando llegó el miércoles por la tarde al bar de
Pete, al borde de las lágrimas, naturalmente me preocupé por mi
amigo. Dejé de lado mis obligaciones como camarera durante un momento, me senté con él a su mesa, le serví una cerveza y le pregunté en voz baja:—¿Estás bien?
Mientras agarraba la cerveza, negó con la cabeza.
—No, no lo estoy.
Fruncí el ceño al ver sus oscuros ojos normalmente de mirada jovial llenos de tristeza y preocupación. Le puse con ternura la mano en el brazo y me giré para mirarlo a la cara.
—¿Quieres hablar del tema?
Resoplando, me devolvió la mirada. Sus ojos buscaron los míos durante un momento. Mientras se rascaba el pelo de la mandíbula, suspiró.
—Sí, en realidad, creo que sí. ¿Puedo pasar a verte después de tu turno?
Sonreí mientras le daba una palmadita en el hombro.
—Por supuesto. Nos vemos luego.
Asintió, aunque su sonrisa seguía siendo de tristeza, así que me agaché sin pensarlo y le di un beso en la mejilla. Me miró con gesto más relajado y sonreí, feliz por haber podido aliviarle, aunque sólo fuera un poco. Le revolví un poco el pelo, que llevaba más largo de lo habitual, y lo dejé con su bebida.
Jenny me miraba con desaprobación cuando me acerqué a ella.