SIN DUDAS

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Tal vez fue porque las dudas sobre nuestra relación habían desaparecido, pero las siguientes semanas pasaron volando. Antes de que pudiera darme cuenta, estábamos a finales de mayo y la gira de Lauren se había acabado.
Todos los chicos volvieron a Seattle para un fin de semana de celebración antes de poner rumbo a Los Ángeles, para grabar su álbum. Me quedé bastante sorprendida cuando Lauren llamó para decirme que iba a venir. La primera vez que me había hablado del álbum, me
había parecido entender que iría directamente allí. Todavía me sorprendió más, y también me mortificó, que me dijera que Justin y su grupo venían con ellos. Al parecer los dos grupos se habían hecho bastante colegas en la carretera. Supongo que no era sorprendente, porque era fácil llevarse bien con Lauren, fueras un chico o una chica.
Llegaron un jueves por la noche. Estaba hablando con Jenny y Kate en el mostrador cuando di un respingo al oír que las puertas delanteras se abrían. Miré de inmediato hacia allí absolutamente emocionada. Griffin acababa de abrirlas de golpe las puertas, como acostumbraba a hacer cuando los
D-Bags eran habituales allí. Verlo con una pose de rey ante su corte no fue lo que hizo que me diera un vuelco el corazón, sino saber quién entraría un poco después de aquel ególatra.
Cuando el bar se quedó completamente en silencio, Griffin gritó,

—Vuestro señor ha regresado... ahora podéis honrarme.

Un coro de risas se extendió por la estancia y volvió a oírse un murmullo mientras los presentes se levantaban para dar la bienvenida a los roqueros que regresaban. Matt empujó a Griffin hacia delante sin miramientos. Mirando con el ceño fruncido a su primo, levantó la mano para saludar cuando de un sitio o de otro de la sala gritaban su nombre. Después inmediatamente se dirigió a su antigua mesa, en un intento obvio de evitar ser el foco de atención.
Griffin miró molesto a Matt, hasta que encontró una mesa de jovencitas a las que molestar. Evan entró por las puertas delanteras con Lauren, los dos sonreían casi riéndose. La multitud allí congregada gritó para saludar a los cuatro miembros de la banda que estaban de vuelta. Lauren miró a su
alrededor por la sala, para saludar a todo el mundo con la mano y asintió con la cabeza. Evan sacudía la suya como si todavía no pudiera creerse todo aquello. Entonces, el chico dulce localizó a su chica. El roquero cubierto de tatuajes, con dilatadores en los lóbulos de las orejas y un nuevo piercing en la ceja, se derritió cuando Jenny saltó a sus brazos. En cuanto los dos se reunieron, hubo gritos y risitas, y muchas carcajadas.
Yo también me reía cuando dejé a Kate junto a la barra para abrirme paso hasta mi mujer, para adelantarme a las otras chicas que rondaban por allí. Ella también venía hacia mí, con una sonrisa tan amplia como la mía. Cuando nos
encontramos, me cogió de las mejillas y me acercó la boca a la suya. Su aroma llegó a mí un segundo antes de que lo hicieran sus cálidos labios. Me mantenía agarrada a ella mientras movía los labios en sincronía con los míos, mientras me rozaba la lengua con la suya. Extendí el brazo para sentir entre los dedos su melena enmarañada, retorciéndole los largos y gruesos mechones marrones. Cuando ella también empezó a revolverme el pelo, y se movió lentamente para acercarse más a mí, recordé que estábamos en un lugar público. No obstante, no dejé de besarla. Incluso conseguí ignorar las pitadas y los silbidos de las personas que nos miraban. Realmente sólo decidí parar cuando Lauren empezó a bajar las manos por mi cuerpo. Cuando me apretó el culo con los dedos, la aparté. Sonriendo, pero sin aliento, levanté una ceja a modo de aviso. También sin aliento, ella se encogió de hombros, como si no pudiera contenerse. Riéndome, le di un beso dulce, apto para todos los públicos.

—Estás aquí —dije con un jadeo.

Me devolvió el beso. No hay ningún otro sitio en el que prefiriera estar. Como sabía todo lo que tenía que hacer en las siguientes semanas para preparar el primer álbum de su banda, sacudí la cabeza y sonreí. Tal vez, al ver que nuestro momento de intimidad se había acabado, los habituales del bar empezaron a acercarse a Lauren, para felicitarla por el éxito del grupo. Estrechaba manos a diestro y siniestro,
sonriendo y conversando como si nunca se hubiera ido.
Sonriendo para mis adentros, la dejé a lo suyo. Lauren estaba en ese momento recibiendo un abrazo de oso de Sam, cuando las puertas delanteras volvieron a abrirse. Me había colocado justo delante cuando empezó e entrar gente, pero retrocedí apresuradamente para que no me golpearan. Pero al ver quién
acababa de llegar, quise quedarme allí congelada, o correr y esconderme. Mi reacción era excesiva, esas personas eran sólo personas, hicieran lo que hicieran.

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