AUSENTE PERO NO OLVIDADA

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Después de nuestra improvisación, por fin conseguimos meter los instrumentos en la furgoneta de Griffin. Suspiré al mirar el escenario vacío ante nosotras.
Ahora estaba oscuro y abandonado,
mientras sus dueños se alejaban cada vez más. Ni siquiera estaba segura de dónde estarían entonces. Matt nos había dado un calendario de la gira y su primera actuación era esa noche en Spokane, en el extremo este de Washington. Calculé que ya estarían
acercándose a los puertos de montaña. Los mismos que Denny y yo atravesamos para llegar aquí. Las mismas montañas que me llevaron al lugar donde un amor había sustituido a otro, y que ahora
se llevaban a ese nuevo amor. La vida tenía una interesante forma de dar vueltas. Jenny suspiraba melancólica
junto a mí, en un estado de ánimo parecido al mío. De pronto se puso tensa, se giró y salió corriendo por las puertas delanteras. Todas observamos su repentina marcha con curiosidad. Volvió a los pocos minutos con la cara radiante, sujetando un póster de gran tamaño
bajo el brazo. Sonreí cuando se acercó.

—Casi me olvido de esto. — Desenrolló el póster para que todas pudiéramos verlo, y nos enseñó la ilustración terminada que había estado haciendo en clase, el dibujo de la banda. Casi se me saltan las lágrimas al contemplar su perfecta recreación de Lauren. Señaló el
escenario con la cabeza, sonrió y dijo—: No estaría bien que este escenario se quedara sin nada de ellos, ¿verdad?

Asentí con entusiasmo y la ayudé a colgarlo cambiando de sitio algunas de las guitarras que adornaban la pared. Después de centrarlo, dimos un paso atrás para admirar su trabajo. Había
convertido su dibujo a lápiz en una
deslumbrante estampa en blanco y negro. Era increíble. Se le daba realmente bien. Rodeé los hombros de Jenny con el brazo, mientras me resistía a la tentación de plantarle un beso a la
realista efigie de mi novia.

—Es perfecto, Jenny. —Solté una risita—. Creo que los chicos no serán los únicos que se hagan famosos después de salir de este bar.

Ella rió y miró al suelo, ruborizándose.

—Supongo que no está mal.

Tanto Rachel como Anna le aseguraron que estaba mucho mejor que eso, mientras contemplaban el dibujo maravilladas. Antes de irnos por unas horas, puesto que Jenny y yo teníamos que trabajar esa noche, nos despedimos
del personal con el que menos nos
relacionábamos —Sal, el copropietario del bar, Hun y Sweetie, las camareras de toda la vida, y, por último, Troy. Éste
parecía más contento por tener el retrato de Jenny en la pared de atrás, y yo me alegré de que se sintiera un poco mejor.

Después, cada una se metió en su propio coche para ir a casa de Evan. La chica del taller mecánico caminaba por el aparcamiento cuando llegué allí en el coche de Lauren. Su mirada se clavó
rápidamente en el Chevelle. Pareció muy decepcionada cuando fui yo la que salió de él, en vez de su antigua… lo que fuera. Me saludó con la mano y entró en la
tienda. Tal vez iba a escribir su l i b r o , Amor de fan para principiantes.
Puse los ojos en blanco con un suspiro. Después de sacar los instrumentos de la furgoneta de Griffin, seguí a Jenny y a Rachel al apartamento, mientras Anna se rezagaba. Sabía que estaba siendo demasiado dura con la chica del taller mecánico, sobre todo porque ni siquiera sabía si había estado con Lauren o no. Y si lo había hecho, era agua pasada y ya no tenía importancia. Estaba celosa sin
motivo, y tenía que dejar de ser así
si quería que Lauren y yo tuviéramos un futuro como pareja. La casa de Evan estaba extrañamente vacía cuando
llegamos. Al haberse llevado sus
instrumentos de viaje, sólo quedaba su batería. Todos los grupos de la gira habían decidido compartir la misma batería, en vez de llevar cada uno la suya, así que Evan se había dejado las dos que tenía en Seattle. Acostumbrado como estaba a tocar con el equipo de los demás, no parecía haberle importado
mucho. Sonreí al recordar a Lauren
acarreando su guitarra hasta el autocar. Nunca se conformaría con tocar la de alguien más.
Mientras dejaba el bajo de Griffin, vi una notita de papel pegada en el fondo. Normalmente no habría tocado nada que fuera suyo, y hasta me parecía mal
manejar su instrumento, pero la nota tenía mi nombre escrito. La curiosidad pudo conmigo y arranqué el papel pegado, lo abrí y me estremecí cuando, en lugar de encontrarme un comentario grosero del bajista, descubrí una agradable sorpresa:

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