Después de un mes, mi vida apenas había cambiado, ni siquiera con Denny alrededor. Iba a la escuela, a trabajar y a tomar café con Cheyenne, mientras intentaba hacerme entender un poco mejor la poesía. Hablaba con Lauren tres o cuatro veces al día, más si ese día
estaba de viaje, y el día de San Valentín hablamos durante horas.
Denny venía al bar a cenar la mayoría de las noches, y pasábamos el rato poniéndonos al día después del año que habíamos pasado lejos el uno del otro.
Incluso acepté ir a una clase más avanzada de arte con Jenny y Kate los sábados por la mañana… aunque se me daba fatal y la profesora se burlaba de mí en cada comentario que yo hacía. Procuré tomar nota de no repetir el curso de seis semanas con ella. Mis habilidades, simplemente, no estaban a la altura de su talento. Sin embargo, del mismo modo que las cosas buenas permanecían igual, mis preocupaciones tampoco variaban. Evitaba los ordenadores, porque la tentación de poner en Google el nombre de mi novia era demasiado grande y tenía miedo de
qué podía encontrar. Y definitivamente, no quería ver más vídeos de Halle 2. Simplemente no podría aguantarlo de nuevo. Ahora bien, no le pregunté sobre el tema cuando hablábamos, ni tampoco le dije que Denny había vuelto a Seattle. Se me cerraba la boca cuando lo intentaba. La mera idea de que Lauren pudiera engañarme me aterraba hasta tal punto… que no quería que ella pudiera llegar a tener el mismo miedo. No cuando no tenía justificación alguna. Denny y yo éramos sólo amigos, de verdad, sólo amigos.
Así, esa duda irritante permanecía entre Lauren y yo, y lo permitía, pues no estaba preparada para confesar lo que yo sabía, y a mí, además, me asustaba lo que ella sabía….Tras llegar a casa de clase una ventosa tarde de un jueves, me dejé caer junto a mi hermana en el sofá, agradecida por tener unas horas de respiro. No me tocaba trabajar esa noche, y no tenía que volver a clase hasta el lunes. Hasta la noche siguiente que tuviera que ir a
trabajar, podía quedarme tumbada en el sofá. Anna suspiró y empezó a golpear
con irritación el suelo con los pies, mientras cambiaba un canal tras otro en el televisor. Intenté ignorar su impaciencia. Desde las vacaciones, cada vez estaba más nerviosa. Sospechaba que estaba más molesta porque Griffin no le
hubiera pedido que se vieran de lo que dejaba traslucir. Como no habían tenido ninguna cita romántica, no había estado con él, desde, bueno, la noche de la fiesta de despedida. Y a Anna, por la razón que fuera, le gustaba estar con él. Tiró el mando a distancia al suelo y apoyó la cabeza en la monstruosidad naranja en la que estábamos sentadas.—Por Dios, estoy tremendamente aburrida. —Levantó la cabeza, y se inclinó emocionada hacia delante—. Vamos a Boise.
Cerré los ojos sorprendida.
—¿Cómo?
Asintió y se inclinó hacia delante todavía más, de manera que su jersey ajustado dejaba a la vista un escote que yo nunca había tenido.
—Sí, vamos a Boise. Los chicos dan allí un concierto esta noche, no van a estar más cerca hasta el final de la gira. ¡Vamos al concierto!
Me puso ojos de cachorrito, y sacó el labio inferior. Yo sacudí la cabeza.
—¿A Idaho? ¿Esta noche? Son casi las cinco… No nos da tiempo de viajar tan lejos, Anna.
Se sentó sobre las rodillas, realmente emocionada.
—Pues subámonos a un avión. Debe de haber una hora de vuelo más o menos.
Levanté una ceja.
—No podemos «subirnos a un avión», sin más, para ir a ver un concierto, Anna.
Se volvió para mirarme con una ceja enarcada.
—Podemos hacer lo que queramos, Camila. Venga, aprende a vivir un poco.