Mason
Su boca se abre un poco, pero se compone rápidamente. Sin embargo, la mancha rosada de su rostro no puede ocultarse. Dios, es jodidamente buena en inocencia. No sabía que uno podría fingir un rubor.
—Sí, Mason.
Sus manos tiemblan un poco mientras sube la falda —demasiado—apretada sobre sus muslos y caderas. Se menea mientras lo hace, y sus tetas se mueven. Me da más ideas.
—Desabrocha la blusa también. Quiero ver tus pezones.
Observo cada movimiento mientras se acerca a la silla y se sienta.
—Extiéndelas —gruño, odiando la anticipación.
Separa sus piernas, y veo sus bragas. La irritación me golpea.
—Dije que quería ver a tu coño. No me lo ocultes.
Rápidamente, Kennedy se levanta y se quita el algodón blanco. Noto como su respiración se alza.
—Tráelas —ordeno, extendiendo mi mano. Camina lentamente colocando suavemente el material en mi mano— Buena niña.
Me acerco y le doy una palmadita en las nalgas mientras se da la vuelta y regresa a la silla. Se sienta del mismo modo que antes, con las piernas abiertas y el coño húmedo en exhibición. Le gusta esto. Recibir órdenes la enciende. Su vagina no puede esconder eso. Incluso si se le paga para estar aquí, todavía quiere esto. Sus dedos van a los botones de su camisa, pero titubea con ellos.
Levantándome, dejo escapar un suspiro y me situó delante de ella. —¿Tengo que hacerlo todo, Kennedy? Debes hacer las tareas fáciles al primer intento. No me hagas arrepentirte de contratarte —Miento. Moriría antes de arrepentirme de esto.
—Sí, Mason. Lo haré mejor. Los botones están demasiado apretados.
Agarro el material con ambas manos y lo abro. Jadea en estado de shock. —Eso se llama resolver problemas, cariño. Ahora desabrocha tu sujetador.
Se agacha, sus pequeñas manos temblando un poco, y quita el gancho con suficiente facilidad. Me siento a la mesa con ella, pero todavía mantengo una vista perfecta de su cuerpo. Saca el material lejos y sus tetas gordas caen hacia fuera, revelando bonitos pezones, rosados.
—Tan duro. —Me doy cuenta mientras estiro la mano y paso mi pulgar a través de un pico firme.
Suelta un pequeño gemido cuando lo pellizco y luego lo suelto. Me estiro, agarrando unos cuantos platos cubiertos y saco las tapas. Se revelan panqueques, tocino, salchichas, huevos y más. Sus ojos se ensanchan y me mira.
—Mason, no puedo comer todo esto. —Parece un poco sorprendida.
—Comerás todo lo que puedas soportar y luego comerás un poco más —digo, recogiendo los cubiertos y cortando sus panqueques para ella— Porque es lo que te pido hacer. Quiero tu vientre bonito y lleno.
Unto un panqueque con mantequilla y vierto el jarabe sobre él, entonces lo sostengo para que lo tome.
Vacila un segundo y abre. Le doy de comer todos los panqueques y luego comienzo en el siguiente plato, viendo su boca mientras toma cada bocado. No sabía que la comida, alimentarla, podía encenderme tanto como ver su coño abierto para mí. Después de tres bocados más afirma no poder comer más.
—Kennedy —regaño. Disciplinada, abre la boca de nuevo.
Una vez siento que ha comido lo suficiente como para haber ganado por lo menos una libra, dejo el tenedor y froto mis manos en sus muslos.
—Inclínate en la silla. Quiero jugar un poco contigo, y luego quiero que me chupes. —Se lame los labios, y por un momento me pregunto si quiere esto tanto como yo. Pero sé que es imposible. Sólo está aquí porque le estoy pagando. Está jugando un papel. Una pequeña parte de mí odia eso, pero una parte más grande sabe que tomaría cualquier cosa para conseguirla. Y lo tomaré.
—Sí, Mason —dice, acostándose y dejando que sus piernas se abran más.
Presiono mis dedos en su abertura húmeda y los deslizo con facilidad. Sus pliegues hinchados brillan con jugos, y el sonido de su coño chupando mis dedos es tan erótico. Con mi otra mano pellizco un pezón y luego el otro. Inclinado hacia adelante, pongo mi boca en uno, y la siento arqueando la espalda de la silla, tratando de empujar mi boca más duro. Chupo el otro pezón apretado en la boca y muerdo un poco. La dejo sentir la presión de mis dientes mientras cojo su coño más duro con mis dedos. Podría doblarla sobre esta mesa y tomarla con mi polla, pero quiero explorar este pequeño tesoro.
—Mason —gime, y la siento retorcerse.
Succiono más fuerte el pezón, y en cuestión de segundos se viene en mi mano. Puede parecer inocente y dulce, pero jodidamente se corre como una profesional. Me recuerda una vez más que le estoy pagando para que haga esto, y me inclino hacia ella con irritación. No debería sentirme loco por haberla contratado para que me sirva, pero lo hago. ¿A cuántos hombres les hace esto?
Con furia, desabrocho mis pantalones y saco mi pene. Lo empuño en mi mano y lo bombeo varias veces.
—Pon tu boca en mi polla —digo, más duro de lo que debería. Estoy enojado, y no sé cómo detenerlo— Vamos a ver si chupas una buena polla.
Más rápido de lo que pensé que sería capaz después de su orgasmo, cae entre mis rodillas, las dos manos agarrando mi eje.
—Te daré puntos adicionales por estar tan ansiosa. Buena chica, Kennedy.
Su boca está en mi polla, y traga más de lo que imaginaba que sería capaz de conseguir en su boca. Mi cabeza cae hacia atrás y me quejo mientras el calor caliente y húmedo de su boca me succiona.
—Maldita sea, cariño. Ten cuidado o vas a exprimirme hasta dejarme seco y no voy a tener nada para poner en tu coño.
Gime, y agarro su cabello, empujándola en mi polla.
—No te preocupes, te guardaré un poco.
Su boca salta y luego lame mi polla y mis bolas. Me chupa y me mira a la vez.
—Joder —gruño y estoy a punto de venirme.
La visión de ella en sus rodillas con sus tetas gordas colgando hacia fuera y su coño húmedo extendido me impulsa al orgasmo. Gruesos arroyos de semen por mi eje, y los lame, moviendo su boca de nuevo a mi punta. Succiona, y puedo sentir el esperma de la base de mi polla siendo aspirado por su boca.
Le agarro el cabello más apretado y finalmente siento algún tipo de alivio después de una noche de masturbarme sin resultados. Su jodida boca es mágica.
—Buena chica —respiro mientras le da a la punta de mi polla un besito antes de sonreírme.
Me inclino y tomo sus labios. El beso es más suave y dulce que todo lo que hemos compartido. El beso que un amante compartiría, no uno dado por alguien contratado para hacerte acabar. Por un momento, casi puedo olvidar cómo llegó a estar en mi oficina, y pretendiendo que es mi esposa. Ha venido a desayunar conmigo, y nuestros toques matutinos se han convertido en esto. La imagen de Kennedy vestida de blanco y con mi apellido parpadea en mi mente.
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Pagada - AR
RomanceSinopsis Mason Foster pasa por asistentes como algunas personas pasan por ropa. Está harto y cansado de tener que reemplazarlas, por lo que su mejor amigo y socio de negocios decide ayudarlo. Kennedy Myers está aquí por un trabajo y nada más. Pero c...