CAPÍTULO 10

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Mason

La tiro de vuelta hacia mí y de inmediato envuelve mi polla en su coño. Sintiendo la cálida tensión que me rodea de nuevo, gimo, pero luego me doy cuenta de que el gemido de Kennedy es más fuerte. Bombeo en ella unas cuantas veces, mojando mi verga y dejando que parte de mi semen se extienda dentro.

Pero antes de llevarla más lejos, la tiro de mi polla y la siento un poco, dejando unos pocos centímetros de espacio.

—Mierda, Kennedy. ¿Nunca te lo han reclamado antes? —Espero, y asiente con la cabeza hacia mí, luego balancea sus caderas en mi regazo como si quisiera mi grosor en su interior— Tengo que correrme en tu coño. ¿Entiendes? Tengo que marcar tu pequeño coño impecable y así tener mi nombre estampado en él.

—Mason —gime y extiende más sus piernas.

No puedo creer que esté intacta. Debería haberlo visto. Esas sonrisas tímidas, lo fácil que se ruboriza, pero se deshizo tan bellamente en mis manos. Sólo mis manos. Me tomo un momento para absorber eso. El orgullo me llena ante la idea de que sólo yo puedo hacerla deshacer así.

La tiro hacia abajo en mi eje y sostengo sus caderas apretadas mientras rebota en mi polla unas cuantas veces, mojándome de nuevo. Siento el latido de su coño en cada cresta de mi polla y la manoseo antes de sacarla de nuevo.

Gruñe un poco cada vez que la saco, y es adorable, así que sigo haciéndolo. Le doy una sonrisa perversa mientras agarra en puños mi camisa de vestir.

—Mason, por favor —Es tan bonita cuando ruega.

—Nunca soñé con tener una virgen tan caliente —le digo, burlándome— Muéstrame tus tetas.

Tira de la parte delantera del vestido, ya no se avergüenza al mostrarme lo que es mío.

—Buena chica. —La tiro hacia atrás y agarro sus caderas. Utilizo su coño para masturbarme, los sonidos húmedos de succión me ponen aún más caliente. Podría venirme sólo con este sonido, pero me gusta prolongarlo.

Cuando comienza a relajarse, la vuelvo a sacar de nuevo, y esta vez aprieta los dientes y se aferra a mí.

—Por favor, Mason. Deja de sacarlo.

—Quieres tu juguete para correrte, ¿verdad, cariño?

Muerde sus labios y gime mientras asiente.

—Asegúrate que tu bonito coño chupe todo el semen fuera de él.

Mis ojos casi ruedan hacia atrás en mi cabeza mientras su coño caliente se desliza hacia abajo en mi polla todo el camino hasta la raíz. Esta vez, se apoya en mí, moliendo su clítoris contra la base, gimiendo en voz alta. Joder, espero que todos la escuchen montar mi polla, pero al mismo tiempo, me gusta saber que su placer es sólo para mí.

Es una tortura agridulce, desesperado por dejar que todos sepan que la he reclamado, pero todavía queriendo ser el único hombre que escucha sus sonidos secretos.

Le jalo el pelo, inclinando la boca para poder tomarla en un violento beso, amortiguando sus sonidos. Soy agresivo con ella, pero me responde derritiéndose en mi tacto y permitiéndome poseerla.

Frota más duro y sus gemidos vuelven. Está tan cerca del borde; solo necesita un poco de ayuda. Moviendo mi boca a su pezón, chupo uno de los brotes color rosa suave en mi boca mordiéndolo un poco.

La presión agregada es todo lo que necesita, y su coño virginal joven se viene en una polla por primera vez. Estoy tan orgulloso de ella mientras se retuerce encima de mí, apretando alrededor de mi polla caliente. Sus gemidos y gritos son suficientes para permitirle finalmente a mi polla que se suelte.

Libero mi semen en su cuerpo, dejándolo fluir tan profundo como pueda ir. Su pulso se hace más lento, y agarro su cabello un poco más firme.

—Succiónalo todo con tu coño, cariño.

Me aprieta, y siento más semen saliendo de mi pene. Cuando no hay otra gota, froto mis manos arriba y abajo de su espalda en movimientos suaves. Hay tanto de lo que tenemos que hablar, pero no quiero romper este momento. Nunca he sentido nada tan intenso y maravilloso en toda mi vida.

Le doy besos suaves en sus mejillas y ojos antes que apoye su cabeza en mi hombro. Todavía estoy duro como una roca dentro de su coño, pero no tengo ningún deseo de retirarme en cualquier momento pronto. Si pudiera mantenerme dentro de ella todo el día, lo haría.

Sus brazos me rodean la cintura mientras me siento aquí, acariciándola. Comienzo a tararear algo suave, y antes de darme cuenta, se ha quedado dormida.

—Descansa, cariño. Tenemos mucho que discutir. 



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