𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈

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༺ 𝐏𝐬𝐲𝐜𝐡𝐞༻

Durante varias noches tuvo la misma pesadilla, despertando exaltada y confundida, incapaz de distinguir si lo que veía era real o no, provocando que su corazón latiera acelerado ante el miedo. Su secreto era descubierto y su hija Suiren la resentía por hacerla una bastarda.

“Eres una cualquiera, no te mereces llamarte madre, no te lo mereces, ¡No quiero ser tu hija!”

Desde el nacimiento de su hija, más de una vez había considerado la dolorosa idea de apartar a Gojo de su vida, no porque no sintiera nada por él, su objetivo con eso es asegurar que nunca se sepa la verdad. Se volvió una misión principal proteger a su hija y poner su seguridad primero, pero sabía que nunca podría dejarlo ir, a pesar de que su amor prohibido los ataba como esclavos de un deseo que sólo traía peligro y una inmoralidad infinita, dejar que se vaya y no verlo más no era algo que podría hacer y Gojo jamás accedería.

Con la culpa en sus venas, no ayudaba que su esposo la llenará de regalos y se convirtiera en el padre más cariñoso.

“Esposa mía, nuestra bebé esta hermosa como tu cada día”.

Verlo así le hacía sentir más culpa cada vez por no hacerlo padre, algo como eso no podría decírselo a Gojo sin que se pudiera ofender, así que prefirió no decirlo, pero estaba considerando que cuando el tiempo se ordene, debía darle un hijo de sangre a Shiu, pensó que no era justo que después de que saco a su familia de una crisis enorme de necesidad, no podía devolverle todo eso con una traición, así que lo estaba considerando, pero era algo que sentía que debía hacer. Tener a Suiren fue un error demasiado riesgoso, no podría jugar con su destino y que salga otro bebé de cabello blanco y ojos celestes.

Utahime tenía entre sus brazos a su hija, le estaba cantando una canción de cuna para que se acostumbre a su voz, para que se calme con su melódico idioma coreano.

Suiren sonrió haciendo el sonido más tierno que había oído nunca, esa criatura hacía que su vida cobrara sentido, que su esfuerzo valiera la pena, por lo que la idea de huir lejos era aún más imposible que ayer, era una fantasía que siempre consideraba, pero no eran más que ideas absurdas.

Se había dado cuenta que los bebés tenían un aroma natural adictivo, por lo que nunca se cansaba de olerla o acariciar su suave piel, podía pasar todo el día con ella para llenarla de amor y caricias.

Saco su pecho y la pequeña se aferró para alimentarse con ayuda.

—Sui, ¿Tienes tanta hambre?—Le pregunto en coreano, Utahime estaba determinada a hablarle así a su hija mientras estén en casa para que lo aprenda—No puedes dormir todo el tiempo, yo quiero pasar tiempo contigo, ver tus ojitos…—La pequeña intentaba permanecer despierta, pero sus ojos le pesaban y se volvió a dormir.

Suiren hacia que Utahime no extrañe demasiado a Gojo, era un pequeño consuelo ver su versión miniatura, pero ella jamás le diría eso a él, ya se podría imaginárselo con una mirada acusadora de “Me reemplazaste”.

Con una leve sonrisa se cubrió su pecho cuando su hija dejó de chupar, la preparo para poner su cabeza en su cuello, una vez así empezó a darle palmadas en su espalda para que no le quede nada en el estomago, la niña no se despertó aún si sentía el tacto de su madre.

—¿Si él estuviera aquí… seguirías despierta?

Sonrió al imaginar como Gojo la mantendría despierta con juegos, con su risa y cosquillas, aunque se preguntaba si competiría con una bebe por su pecho, se rio ante sus pensamientos que no se harían nunca realidad, escenas que solo viven en su imaginación.

𝐏𝐒𝐘𝐂𝐇𝐄 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora