**Narrador omnisciente**
**En el Cielo**
Alanis, princesa del Cielo, hija de Jesús y nieta de Dios, había pasado toda su vida rodeada de amor y paz en el castillo celestial. Con apenas 216 años, era una adolescente en términos celestiales, llena de inocencia y alegría. Le encantaba jugar con los querubines y pasear por los jardines, sintiéndose libre y despreocupada. Siempre estaba protegida por las Rosas Blancas, un grupo de ángeles femeninas dedicadas exclusivamente a cuidar de la princesa. Entre ellas, Ocoye, su guardaespaldas principal, siempre la seguía a todos lados, cuidando cada uno de sus pasos.
Pero un día, sintiéndose más confiada de lo habitual, Alanis decidió que quería recoger flores en la frontera del cielo... sola.
—No te preocupes, Ocoye. Solo voy a recoger algunas flores —le sonrió dulcemente a su guardaespaldas—. ¿Qué podría pasar aquí en el Cielo? Es el lugar más seguro, ¿verdad?
Ocoye frunció el ceño, dudando.
—Princesa, mi deber es protegerla. Su padre y su abuelo no estarán contentos si algo sucede.
—Nada sucederá, Ocoye. Estaré bien. Solo iré a la frontera y regresaré enseguida.
Con un suspiro, Ocoye cedió, aunque algo en su instinto le decía que esto no terminaría bien.
**Mientras tanto, en el Infierno**
En el castillo de Lucifer Morningstar, el Rey del Infierno se encontraba en un estado de melancolía desde la partida de su primera esposa, Lilith, quien lo había abandonado hacía ya siete largos años. Su ausencia era un dolor constante que le carcomía el alma. Pasaba la mayor parte de sus días en su estudio, dedicándose a actividades triviales, como hacer patitos de goma, tratando de distraerse de la soledad que lo acechaba.
Fue en uno de estos momentos de aburrimiento que un sirviente interrumpió, tocando la puerta con nerviosismo.
—Señor... —dijo el sirviente, inclinándose profundamente—. Debe ver esto.
—¿Qué podría ser tan importante? —respondió Lucifer con voz fría y cansada.
El sirviente, temblando, le entregó unos binoculares y señaló hacia la frontera del cielo. Intrigado, Lucifer tomó los binoculares y miró en la dirección indicada. Lo que vio lo dejó sin palabras.
Allí, en la frontera del cielo, había una joven princesa con una apariencia cautivadora: orejas y cola de cordero, piel clara, ojos marrones profundos y cabello castaño que caía suavemente sobre sus hombros. Vestía un sencillo vestido blanco mientras recogía flores con una inocencia que parecía iluminar su alrededor.
Lucifer sonrió de lado, relamiéndose los labios.
—Esa pequeña corderita... —murmuró para sí mismo, con una chispa de deseo en los ojos—. Será mía. Mi sumisa.
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Una Sumisa para Lucifer Morningstar
FanfictionAlanís, conocida en el Cielo como el Espíritu Santo, es una divinidad celestial que, tras ser secuestrada por Lucifer Morningstar, se encuentra atrapada en el Infierno. Alanís intenta mantener su dignidad y esperanza mientras lidia con los intentos...