El omega infiel

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Se paseaban una pareja por el centro comercial tomados de la mano cariñosamente. El más alto era de cabellera negra, sus ojos dos esferas de plata pura, bastante atractivo en rostro, su cuerpo una obra de arte en carne y hueso, anatomía bien formada, más de uno se quedaría babeando al ver tremendo monumento. El de menor estatura contaba con cabello excepcionalmente rojo similar a una fresa madura, ojos azules tan clarísimos como dos gotas de agua convertidas en cristal, considerablemente más delgado pero no llegando al punto de ser un esqueleto, era una vista atractiva para las castas dominantes.

Pero muy extrañamente el que parece alfa es omega y el que parece omega es alfa.

– ¿Qué te gustaría de cenar? – Pregunto el pelirrojo para después sorber de la pajilla su bebida.

– Lo que prepares está bien, cariño.

– Aw. – Se paró de puntillas para darle un beso en la mejilla. – En ese caso cocinare un festín de carne y tú serás el postre. – Susurro seductoramente recibiendo un jadeo excitado del menor como respuesta de que le gustaba la idea.

A los ojos de todo aquel que los mirase creerían a la perfección que son una pareja perfecta repleta de amor hasta para regalar, y no se equivocaban. Tanto el pelinegro como el pelirrojo tenían amor de sobra para darse, pero cuando no los ven salen a flote los secretos oscuros de su intimidad.

Todo andaba de las mil maravillas, pero siempre existe el “problema”.

– ¿Tan rápido te olvidaste de mi?

– Scheisse... – Soltó el de doble nacionalidad casi inaudible.

Frente a frente se encontraba un muchacho, vistiendo una blusa blanca y falda rosa pastel. Se distingue a simple vista su casta sin la necesidad de utilizar el sentido olfativo. Tenía los brazos cruzados y una mirada de furia en estado puro, fulminado al pelirrojo y al pelinegro lanzándoles miles de cuchillos con los ojos. – ¡No puedo creer que me reemplazarlas así de fácil con el primero que te encontraste! – Gritó ofendido el omega al momento que sus feromonas terminaban adquiriendo un olor a químicos llamando la atención de los cercanos.

– En primer lugar no tienes derecho alguno de andar exigiendo no somos ni fuimos nada. En segundo lugar ¿Donde estabas cuando te llamaba, te escribía esperando una respuesta? Me dejaste plantado en ese restaurante por dos horas. – Respondió firme.

– Perdí mi teléfono.

– ¿Y por que no llegaste?

– ¡Había mucho tránsito! – Mentiroso, se andaba acostando con alguien a espaldas de su cita. – ¡¿Y tú quien te crees para meterte con él?!

– Hey, hey, hey – Su mirada se ensombreció. – A mi dime cómo quieras pero con él no te metas.

– ¿O que? ¿Vas a golpearme? Te informo que soy un omega y puedo denunciarte cuando quiera y hacer que te pudras en una cárcel. ¡Puedo denunciar a quien quiera y me harán caso primero a-

No logro controlar su propia impulsividad. Ya tenía a ese omega tan molesto acorralado contra el suelo recibiendo una lluvia de puños en su tan cuidado rostro repulsivo. Tal fue su salvajismo que dejó completamente manchada la bonita blusa de gotas carmesí. Nisiquiera los llamados de Austro-Hungría eran capaces de sacarlo de su trance hasta que él mismo lo apartó junto con otras personas para evitar lo que probablemente sería un funeral.

Sostenía el brazo izquierdo del ojiplateado, podía ver las venas marcándose bajo la piel de las manos ajenas y los nudillos maltratados cubiertos de sangre.

El malherido sostenía su cara, el fabuloso maquillaje que traía se corrió por las lágrimas del dolor de los golpes y la sangre, escurriendo máscara de pestañas como un río negro por sus mejillas moradas. Soltando diversos chillidos para llamar más la atención de los alfas cercanos buscando protección del animal que lo dejo destrozado. No podía respirar por la nariz, se le rompió por el impacto del primer golpe. Los puños del contrario se sintieron como mazos de acero siendo estampados contra su delicada cara. También se le había roto el labio, quedó con ambos ojos morados y quizá dos o tres dientes que deban ir a ver un dentista.

Todo termino con los implicados llendo a la policía, el omega de falda rosa armando tremendo escándalo y vendiéndose como víctima de “un beta tan bestial que quería matarlo”, Second pagando unas multas por desfigurar al dramático y al final se descubrió que era de casta omega por el matiz de sus feromonas que el malherido no podía distinguir por tener que respirar por la boca a causa de la lesión en su respingada nariz. El de falda quedó en ridículo recibiendo malas caras de todos los que le reconocieron.

– No tenias porque ponerte así Alemania. – Reprochó el mayor después de cerrar la puerta de la habitación.

– ... – Mantenía arrugado en entrecejo.

– Alemania.

– Bien, bien no lo haré otra vez. – Dijo enfadado.

– Eso no me convence Kaiser. – Se cruzó de brazos parándose frente al alemán.

– ¡No lo soporté! ¡¿Ok?! ¡No me gustó que te gritara, no me gustó para nada y-y... Tampoco me gustó saber que tenías algo con él. – Se cruzó de brazos.

¿Estaba celoso? Probablemente, ¿Se sentía herido? Totalmente.

– ¿Algo con él? – Enarco una ceja. – Oh no... ¿De verdad crees eso? – De un rápido movimiento aprisiono la entrepierna de Second en una de sus manos provocando un temblor en el germánico. – Mi pequeño, no voy a cambiarte por nadie.

– E-entonces márcame ahora, si tienes los huevos ¡Ah! – Apretó con más fuerza.

– Insolente. Tendré que castigarte.

︶꒦꒷♡꒷꒦︶

Second para ser omega se gasta un carácter bien potente al igual que el cabecita de fresa.

Pareja Dispareja [Second Reich X Austria-Hungría]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora