Una playa muy caliente

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El tan ansiado fin de semana, únicos dos días de la semana donde Second pueden meter una excusa para faltar si no tiene nada urgente. Contaba con el apoyo de Imperio Francés que era su mano derecha para holgazanear y liberarse de las responsabilidades por algún corto tiempo.

Planearon el ceremonial viaje a casa de los abuelos como de costumbre, pero con la diferencia de que seria una parada para ir a una playa ese día.

Y como nunca, se les hacía tarde.

– ¡Perdón por la demora! Los niños estaban muy inquietos y el tránsito imposible. – Mencionó agitado el de ojos plateados luego de encontrarse con su madre y padrastro en la puerta del hogar del prusiano.

El despertador fue la excusa que dieron, pero en realidad la noche anterior cogieron como animales a tal punto que quedaron muertos del cansancio y no escucharon la alarma.

Por lo menos se resolvió todo y ya se encaminaban al destino.

•••

El olor a arena y brisa marina llegó a las narices de la familia. A unos metros de distancia se veía el inmenso océano azul y la arena blanca.

El austrohúngaro le colocaba el protector solar en los bracitos a Hungría, finalizando con un toque juguetón de crema en la punta de la nariz de su hija, sacándole una risa a la menor. Igualmente su esposo repetía la misma acción con su otro cachorro, aunque debía batallar con el inquieto de Austria que parecía hiperactivo.

Luego el prusiano se dispuso a distraer con un juguete al cachorro de su hijo para hacerle el trabajo más sencillo a Second.

Unos minutos después ya se acomodaron bajo unas sombrillas de colores. El alemán dibujaba círculos en la arena observando a sus bebés que olisqueaban todo a su alrededor, explorando con el sentido olfativo.

– Tortolitos, pueden ir a nadar un rato, Aus y yo nos haremos cargo de los mellizos. – Menciono el de ojos violeta.

– ¿Seguro mutter?

– ¡Claro!

– No tenemos problema alguno con ello, Ale. – Interrumpió el de cabellera bicolor.

Los casados se vieron a las caras. Doble Monarquía alzó los hombros en señal de que no tenía inconveniente alguno.

– Danke. No tardamos. – Dejo un beso en la frente de sus dos cachorros con una pequeña nube de feromonas para que estuviesen tranquilos, antes de levantarse junto al pelirrojo y caminar en dirección al agua.

Los granos de arena tibios se colaban entre los dedos de sus pies descalzos. Extrañaba la sensación de la playa, no se había permitido ir en algún tiempo por excusas que ahora se le hacían absurdas. Pero ahora contaba con un rato de disfrute. Podía notar las miradas de omegas y betas, envidiando como su mano estaba entrelazada con la del de ojos azules.

•••

– El agua está de maravilla.

– Y que lo digas, bebé. – Soltó una risa por la situación.

El alemán y el de doble nacionalidad estaban en una parte del agua algo profunda, Second por su altura podía tocar el fondo, pero el pelirrojo ya tendría la cabeza hundida de no ser porque el de ojos plateados lo abrazaba para tenerlo a flote.

– Tus pechos siguen grandes. – Sonaba pícaro por tener la cara en el centro de los voluminosos pectorales de Reich.

– ¿Piensas en algo? – El de menor estatura paso su lengua por uno de los pezones. – Tú y tus ganas de coger donde sea.

– Ese lugar. – Señaló con su cabeza un lugar algo apartado del gentío.

Era una formación rocosa, de altas piedras negras y grises que formaban huecos entre sus paredes.

Second camino hasta el lugar, llevando al pelirrojo manoseandole los glúteos debajo de las pequeñas olas.

•••

– Ya llevan una hora desaparecidos.

– De seguro se fueron a hacer sus “cosas” – Hizo comillas con los dedos el austriaco.

Prusia chasqueó lengua. – Que más da. Oye liebe, ¿Puedes ponerme protector solar en la espalda?

– Ok.

El de ojos violeta se tumbó boca abajo en la toalla playera, mirando como a unos tantos metros de distancia había otras tantas personas en actividades de ocio playero. Second dejo el auto no muy cerca del bullicio, después de todo tenía dos bebés. Los infantes se aburrieron tanto del lugar que se estaban quedando dormidos, por lo que sus abuelos les prepararon una improvisada cuna de almohadas y mantas con el olor de sus progenitores en el amplio maletero del carro de Prusia, y encendieron el aire acondicionado por el fuerte calor que hacía.

Imperio Austriaco sacó el bote de crema solar del bolso de playa, aplicando una porción generosa del producto en su mano. Esparció la crema por sus palmas para luego deslizarlas por la espalda del prusiano.

– Tienes las manos ligeras. – Ronroneo el pelinegro.

– ¿Enserio? – Enarco una ceja el de ojos azules. Sin darse cuenta sus manos cobraron vida propia realizando presion en ciertos puntos delicados.

Austria de verdad se estaba luciendo destensando sus músculos. Una aplicación de protector le vino con un espectacular masaje incluido. – Umhh~ Austria, lo haces muy bien. ¿A-Austria?

Le cayó un balde de agua fría al sentir como las palmas austriacas se posaron sobre sus glúteos y apretujarlos como amasando masa para pan. Un fuerte sonrojo y un chillido fueron el resultado de que el de cabellera bicolor le bajara el traje de baño de un tirón, dejando completamente desnudo su blanco trasero.

– Esto es muy lindo. – Mencionó con lujuria.

– L-los cachorros.

– Están durmiendo.

– Nos pueden ver.

– Estamos muy lejos. Nadie nos notará si no hacemos ruido.

•••

Acomodó las piernas de Prusia para intentar disimular lo que habían hecho y que todavía estaban unidos por el nudo. Uso una toalla limpia a su alcance como manta para cubrir las caderas de Prusia y el bulto del nudo. Ahora parecían una pareja en un momento romántico dándose simples besitos de piquito.

•••

– Muy rico y todo, pero llevamos ya desaparecimos un buen rato. – Acomodó su prenda de baño. No era que no desease anudar, lo quería demasiado. Pero ya debían llevar más de una hora perdidos de la vista de sus padres. – Es casa te anudare.

El omega sonrió con picardía.

Unos minutos después ya habían regresado con sus progenitores, que muy tranquilos tomaban unos jugos, ambas parejas actuaban como si nada hubiese sucedido.

Pareja Dispareja [Second Reich X Austria-Hungría]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora