El fin de la espera

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– ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH!! ¡¡PERRO DESGRACIADOOOOOOOOOOOOOO!! – Gritó a toda capacidad pulmonar y de sus cuerdas vocales. Second andaba dando hasta el alma para dar a luz. – ¡¡PUTO ALFA DE MIERDA, CABEZA DE ESCROTO, MALPARIDO, HIJO DE PERRAAAAAAA. TE VOY A METER UNA ESCOBA POR EL CULO QUE TE LLEGUÉ HASTA LA GARGANTA CUANDO SALGAAAAAAAAAAA!!

Agarró con tanta fuerza las barandas de apoyo de la camilla que las venas de sus brazos se marcaron, y el metal de estás se dobló.

Tu puedes mami. – No se atrevió a replicar el meme por terror a que su esposa se le meta el diablo y lo mandé a una mejor vida.

Pasaron dos horas desde el inicio de labor, al alemán ya parecía muerto. Pálido, más con San Pedro que con los vivos. ¿Por que no pidió cesárea? Se hubiera ahorrado tal calvario. Lo único ligeramente positivo era que le faltaba un cachorro.

Ocho gritos y unas cuantas maldiciones más tarde todo había acabado.

– ¡Es una niña preciosa! – Gritó con júbilo el médico al sostener a la criatura con restos de sangre y placenta sobre su cuerpecito.

•••

– Lo hiciste bien, bebé. – Sostenía la mano de su compañero.

No quiero tener más hijos. – Farfullo algo entre dientes. Le dolía todo el cuerpo como si lo hubiesen puesto en las vías de un tren, y ni se diga del canal de parto.

Un momento después llegó la enfermera con dos bultos en sus brazos.

Al recibir los cachorros simplemente no podían creer que fuesen tan lindos. Pequeños, con la piel sonrosada y regordetas mejillas. En ambos recién nacidos se apreciaban delgados cabellos de dos colores, el mayor con hebras rojizas, y la menor con hilos oscuros.

– Son hermosos. – Sentía un nudo en la garganta, aguantando las lágrimas de la emoción.

– Obvio, son mis cachorros. – Intento hacer una pose de diva, pero soltó un quejido al tratar de moverse.

– Mejor descansa un momento. – Apreció el de doble nacionalidad a sus cachorros, hasta que estos abrieron los ojos. Dándose cuenta que los mellizos habían heredado el mismo color de iris que su amado, un intenso plateado. – Cariño, tienen tus ojos. – Dijo con emoción.

– Ya los tuviste mucho. Damelos, deben tener hambre. – Se quitó la parte superior de la bata de hospital, dejando ver su pecho antes de voluminosos pectorales, ahora eran considerablemente más redondos... Grandes... Casi senos de mujer.

Le entregó los recién nacidos, estos por inercia se aferraron a los pezones del omega y comenzaron a succionar. Dentro de su boca paso su lengua por el filo de los dientes, como deseaba chuparle los pezones, manosear ese pecho hasta sacarle leche pero primero era el alimento de sus cachorros.

Pareja Dispareja [Second Reich X Austria-Hungría]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora