Reparar lo roto

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El pelirrojo no dejaba de hipar en el hombro de su padre después de aclarar los hechos. Igualmente Prusia le daba caricias en la espalda tratando de calmar al menor.

Minutos más tarde el de ojos azules se quedó dormido como un cachorro por las tonadillas de cuna que su progenitor le cantaba. Siempre que tenía problemas para dormir o estaba pasando por un momento malo le cantaba, eso lo reconfortaba a tal punto de dormir plácidamente.

Austriaco lo recostó en el colchón con suavidad como un tesoro invaluable. Podía ser ya un hombre bien formado, con un matrimonio, hijos, un buen trabajo, pero seguía siendo su cachorro. Ese mismo cachorro que cuido mientras era tan diminuto por nacer con seis meses y medio. Aquella criaturita indefensa en una incubadora a la que los médicos no le dieron esperanza de vivir más de unos meses, tan frágil como una flor de cristal, un edelweiss a punto de marchitarse.

Limpió el último rastro de lágrimas en las mejillas del menor. Lo arropó con la manta a su alcance y se marchó de la habitación tratando de guardar silencio. Al salir se encontró con Prusia con una expresión de decepción.

– Perdoname, Austria.

– No tienes porque disculparte. Nada de esto es responsabilidad tuya. – Habló calmado mientras sostenía las manos temblorosas del prusiano.

– Sí es mi culpa. Nunca le enseñé a Alemania sobre un matrimonio... Creo que porque les desarrollé fobia a raíz del mío. – Bajó la cabeza.

Besó la frente del omega. – Yo no te culpo. No te sientas mal porfavor. Ahora debemos de preocuparnos por nuestros cachorros, no la están pasando bien.

Pasaron casi tres horas desde el incidente. Prusia estaba sentado en el sofá esperando pacientemente la aparición de su consanguíneo para intercambiar unas palabras de madre a cachorro.

A su agudo oído llegó el sonido de un motor de auto bien conocido, seguido del toque desesperado de la puerta.

– Mutter, nesesito que me ayudes a-

– ¿Cuidar a Hungría y Austria o buscar a Doble Monarquía? Te informo que ya lo encontraste pero debo hablar contigo primero jovencito.

Tres Doritos más tarde

– ¿Tienes algo en tu defensa? – Se cruzó de brazos el ojivioleta después de tremenda ¹termopapeada nuclear.

El pelinegro guardaba completo silencio. No tenía ovarios ni pelotas para responderle, sabía que tenía razón.

– Está durmiendo. Se la pasó llorando hasta que se quedó dormido. Hablaras con él cuando despierte ¿Entendiste?

– Sí, mutter...

Menos mal que dejó a los mellizos con Gran Colombia. Ahora que lo pensaba, en esos dos meses jamás se despegó de ellos.

En ese momento llega el de cabellera bicolor. – Acaba de despertar... – Recién fue a ver a su cachorro.

•••

Daba vuelta tras vuelta en la cama, percibía el olor a Chocolate y café de su omega. Leve pero estaba presente en la casa. En uno de sus movimientos fijo la vista en el anillo dorado en su mano.

¿Estaba siendo dramático? Quizás sí, quizás no, ¿Hizo lo correcto en huir? Probablemente no, ¿Era egoísta? ¿Alemania lo extrañaba? ¿Estaba siendo narcisista u acaparador?

Ya no sabía ni que pensar.

El corazón le dolía por lo que sucedió, principalmente por el rostro de terror en su omega al escuchar su voz de mando, la que prometió no usar en él para intimidarlo. Ahora rompió esa promesa, lo que debió ser una pequeña conversación sincera terminó en este asunto tan... Estúpido. Una piedrecita caída de la presa fue seguida de otra, después otra y ahora había una inundación debido a que no soporto esa primera piedra la presión.

Ahora estaba molesto consigo mismo.

Se escuchó el toque tímido de la madera de la puerta. – Liebe... ¿Puedo pasar?

Comprendería si no deseaba verle la cara luego del escándalo de no dejarlo hablar y ser desconsiderado con él al olvidarse de ese matrimonio de dos almas enamoradas. Tenía toda la pena y vergüenza del mundo acumulados en su ser.

– Pasa.

Entro a la habitación, tenía tanta vergüenza que no era capaz de verlo a la cara.

– Ven aquí. – Palmeó el lado vacío de la cama sin quitar la melancolía en su rostro.

Sin tardar el omega acató la petición. Mantenía un nudo en la garganta que buscaba tragarse para soltar todas las palabras que estaban atoradas en aquel enredo. No sabía ni que decir.

– Liebe – Llamó con suavidad al sentir el peso extra a su lado. – ¿Cómo estás?

No espero en lo más mínimo esa pregunta.

Las traicioneras lágrimas no se dieron a esperar pero no podía hablar por el remolino de sentimiento, limitándose a abrazar al alfa de cabellos rojizos que correspondió con la misma acción.

Afuera de la recámara un austriaco y un prusiano respiraban aliviados.

Ese pequeño drama, aunque insignificante, afectaba de igual manera a los progenitores de los esposos.

︶꒦꒷♡꒷꒦︶

Lo siento, no fui capaz de resistirme a la termopapeada XD

Pareja Dispareja [Second Reich X Austria-Hungría]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora