Arc of the Revolution

Capítulo 10: Destino

Jaune Arc miró alrededor del campo de batalla, sus ojos una vez brillantes, del mismo color de los cielos pacíficos, ahora nublados y atenuados.

Había cadáveres esparcidos por todas partes, la sangre todavía fresca y coagulada, tiñendo de un rojo apagado las verdes praderas de Valea. A lo lejos, podía ver humo que se elevaba desde las ruinas de Beacon y la Torre del Consejo. Lo que una vez fueron símbolos de esperanza y orden se habían transformado en monumentos a la desesperación y el caos.

Jaune supuso que era apropiado, en cierto modo.

Los faunos morían en manadas, como los perros que se les acusaba de ser, y los humanos morían con la misma suciedad junto a ellos. No había ideología ni creencia en el contacto del acero frío y afilado y en el fuego ardiente. No había Vale, ni Mistral, ni Atlas, ni Vacuo, ni ricos, ni pobres, ni sueños, ni esperanza aquí.

Yaciendo destrozados en el barro, todos eran iguales en la muerte.

¿Cómo pudo haber sucedido esto? Una lágrima podría haber resbalado por la mejilla de Jaune si no hubiera estado ya entumecido por el dolor.

Al asumir el control de Vale, Jaune comenzó de inmediato a trabajar para mejorar las relaciones entre humanos y faunos. Los trabajos eran lo primero y, dada la posibilidad de una guerra, se necesitaban cada vez más manos para manejar armas, construir fortificaciones y producir armas de fuego, por lo que ese problema se resolvió fácilmente por el momento. Respondidas las necesidades a corto plazo, Jaune presionó para que se dieran los primeros pasos hacia la reforma educativa y derogó la legislación antifaunos. Sutilmente, comenzó a aplicar leyes y reglas que incentivaban a los humanos y los faunos a socializar y mezclarse.

Diablos, incluso había conseguido que las tiendas dieran descuentos a los humanos que acompañaban a los faunos y viceversa.

Justo cuando su arduo trabajo finalmente estaba dando frutos, justo cuando finalmente podía ver la paz, fue tomado por sorpresa por una traición que nadie había anticipado.

Milcíades Malaquita, la Emperatriz Sangrienta, flanqueada por tropas de asalto atlesianas, avanzó a grandes zancadas y se detuvo a unos pasos frente a él.

Sus labios carnosos y brillantes se extendían en una amplia sonrisa.

—Miltia —graznó Jaune—, ¿cómo pudiste? —apretó los puños—. Pensé que éramos amigos.

—Lo siento, Jaune —Miltia ahuecó su mejilla derecha con su mano izquierda, mientras garras carmesí se extendían desde su derecha—, pero, este juego es mío.

Sin un solo destello de vacilación, pasó su garra por el cuello de su amiga.

"NOOOOOOOOOOOOO-"

-¡OOOOOOOOOOOOOO!", Jaune golpeó su cara contra la mesa con frustración.

¡Lo habían engañado otra vez!

"Así termina el reinado del Rey Jaune", se burló Miltia, mientras lanzaba otro maldito batallón de atlesianos a su reino en ruinas. Aparentemente no satisfecha con traicionar casualmente a su Valle y burlarse por completo de sus fuerzas armadas, Miltia se dignó a enviar más hombres para salar la tierra y orinar en las ruinas.

—¡Ay, pobre rey Amarillo! —gritó Mélanie Malachite mientras se secaba los ojos con un pañuelo—. ¡Casi nunca os conocimos!

"¡Te vengaremos, amigo Jaune!", gritó Penny, atada con cinta adhesiva a su silla para poder alcanzar la mesa. Remnant: The Game solo tenía espacio para cuatro, y ella y Melanie formaron equipo para que todos los miembros de la... uhh, casa segura pudieran jugar.

Había pasado poco más de una semana desde la operación en el Campamento Omega. Poco más de una semana desde que había asegurado la seguridad de los trabajadores rescatados a manos de Keppel Azure Miller, un extraño jefe intermedio de White Fang que usaba gafas de sol sobre su máscara. Poco más de una semana desde que él, los gemelos y Penny aterrizaron de emergencia en los bosques de Vale en una aeronave atlesiana y se subieron a un avión para llegar a Vale. Poco más de una semana desde que Hei Xiong Junior, después de enterarse de lo que hicieron, se convirtió en un desastre paranoico y los acompañó a todos a su mejor casa segura, pero no antes de darle una paliza por alguna razón.