FRAGMENTO - EN EL LAGO

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Entonces, cuando la profunda voz del diablo es reducida a un manojo de rompimientos y sollozos que delatan su profundo pesar, un tormentoso nudo en la garganta del muchacho es roto para preguntar una última cosa.

       – Entonces... ¿Si la amabas?

       – No.– Responde el hombre mirando como un par de libélulas juguetean sobre la superficie del lago.– Si solo hubiera de amarla, creo que el dolor de su ausencia sería algo que llevaría sin más.

Aquello, que es dicho con voz débil y melancólica por alguien que se sabe siempre irónico e impasible ante los ojos de los mortales, da luces al joven respecto a que algo se ha roto dentro de ese duro y frio pecho.

Entonces, el muchacho no puede evitar el llanto cuando la voz de Lucifer se oye una última vez.

       – Ella es el sol que no tengo y el calor que no necesito, pues en el frío de mi soledad he acostumbrado a saber que no he de servirme más que de mi propia mano. Pero, en su mirada, en aquel tenue fulgor que ilumina un espacio en la niebla de mis pensamientos, he podido encontrar un sendero que deseo seguir hasta el final y sin descanso.– Responde cogiendo con gentileza al cuervo y entregándoselo al muchacho.– No solo la amo. Desde que recuerdo, ella ha sido toda mi vida.

Balada del diablo y la muerte: una triste canción de amor (En curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora