Qué difícil es ir siempre hacia adelante, cuando el tiempo desprende sin clemencia trozos del alma, contemplando con tristeza como tanto de uno se queda aquí. Viviendo sin más consuelo que algunos momentos clavados en la nostalgia y que el camino hace tan caro vivir, costando recordarles con el tiempo.
Algunas cosas se van, pero el corazón no olvida, han de decir los sabios.
Así, sumidos en silencio, dos almas que el destino separó vuelven a encontrarse, aun con la ilusión de saberse tan cerca el uno del otro, pues esa delgada capa de cristal ha de representar no solo un mundo de distancia, sino también una vida.
Mas, un día juraron amarse por siempre, haciendo detenerse al tiempo en un momento de gloria. Y es ese amor el que hoy vuelve a hablar desde las sombras.
– No llores, pues tu sonrisa me recuerda quién soy.– Habla el joven expresando un latente dolor en su rostro mientras posa su mano sobre el cristal.– Este humilde corazón no te olvidó.
– Tú... estabas muerto ¡Te fuiste!.– Responde ella entre llanto y aún prisionera del miedo.– No... No sé quién eres.
Pero aquel inefable sentimiento que rasga la piel de la triste muchacha que ahora calla para llorar sin freno, es comprendido por aquel soñador que moraba en su vida con cada recuerdo.
Hoy la luna no brilla igual, y pareciendo el mundo mostrar una cierta compasión por aquella alma atormentada que yace de rodillas sobre esa fría tumba, solo se oye al silencio hablar cuando, tras un par de minutos de un llanto que poco a poco se fue enmudeciendo, el muchacho se arrodilla también frente a ella, empapándose con el agua de la fuente para llorar en silencio por unos segundos antes de continuar amparado por la suave y triste melodía de un violín que se oculta en algún lugar perdido entre los dos mundos.
– Soy el bufón de todas tus sonrisas, que por tu amor mi alma es lo que doy en forma de canción.
– Pero... ¡Fuiste asesinado! ¡Estoy sobre tu tumba! Debiste haber ido al cielo.– Grita la muchacha posando ambas manos sobre el espejo mientras clava su mirada en la imagen del joven, dejando ver el rojo ardor que el llanto ha traído a sus ojos.
Pero el alma de aquel doncel se quemó hace tiempo en el dulce fuego de su amada. Y, así como antes su voz hubo de hablarle con ternura en forma de un verso, hoy posa también ambas manos sobre el cristal para corresponder con amor a quien se presenta lánguida y cansada ante sus ojos.
Aquel frío amago de contacto, pues el cristal todavía les separa, basta por un segundo para abrazar con ternura el afligido corazón de la joven, confortando con fugaces recuerdos la perdida de aquel que también llueve penas por ella.
– Quiero ascender al cielo de tus besos, mi amada flor.
– ¿Cómo puede ser posible?.– Replica la muchacha, empapando con lágrimas su pecho.
– Es una larga historia, mi amada rosa. Casi morí de frío sin ti.– Contesta volteando su mano derecha y deslizándola con suavidad por el cristal una y otra vez, como si acariciase el rostro de su amada.– Dime si la noche amenaza tus sueños.
– Cada día desde que te has ido.
Con el correr de los minutos, el paso del viento ha amainado, convirtiéndose en una gentil brisa que mueve los cabellos de la joven que han sido humedecidos por su llanto, mientras apoya su rostro en el lugar donde su amado cantor intenta acariciarla, sin importarle aquello que les separa, pues el frío del cristal y la distancia poco han de oponerse al cálido sentir de un recuerdo que renace con cada latido.
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Balada del diablo y la muerte: una triste canción de amor (En curso)
Romansa¿Puede el amor trascender a la muerte? 🖋📖 Un joven músico enamorado ha despertado en medio de su propio funeral, descendiendo al Inframundo de la mano de una profunda tristeza que le acongoja por no poder volver a ver a su amada, y es que Lucifer...