En la profundidad del reino onírico, donde cada sentir y cada pensamiento es único y propio, el peso del alma puede ser aligerado para asemejarse a una fina pluma de esperanza que se pierde con cada palabra o cada lugar que ante los ojos se proyecta. Las luces y aromas de un sueño, que aun no siendo realidad, pueden valer tanto como un abrazo perdido en el dolor de la perdida, o un beso esculpido en la tristeza del adiós, dibujando en la memoria finos trazos de una realidad enteramente nuestras.
En los sueños, han de dibujarse vacíos entre el cielo y el infierno.
Así, el sonido del agua se mezcla con la proyección de una sombra que se dibuja bajo el puente al duelo de otra sombra.
Extraño le resulta pensar aquello, pues, sabe que el calor del verano y la cruda calma del sol proyectan su sombra en el río cuando camina sobre aquel puente de piedra que se halla cercano a su casa, dibujando un recuerdo de su vida sobre el agua. Pero, la fría calma de las piedras que descansan en la estrecha orilla que se guarda bajo el arco del puente ha de conocer únicamente su presencia y, aun no encontrándose allí, la silueta de otra persona ha de proyectar aquel duelo entre su sombra y la otra.
Con eso en mente, dobla su paso y pronto desciende para encontrar bajo el puente la visión de una dama de blanca vestimenta que no advierte su llegada. Aquella, hurga entre las lisas piedras del río mientras el agua empapa su fino vestido hasta la cintura sin importarle hallarse sumergida.
Sus cabellos rojos, similares al fuego, pronto invitan al joven a perderse en ellos, pues descienden hasta tocar el agua y deslizarse por momentos con la corriente, marcando la sencilla figura de su espalda y consumiendo así un par de minutos de su tiempo en la dicha de su belleza. Pero, embelesado por tal visión, el joven no advierte como un paso en falso derriba la sencilla caña de pescar que había dejado un rato atrás cuando acudió a buscar carnada, sumiéndose en una profunda vergüenza cuando la misma cae sobre la muchacha, provocando que esta se desplome repentinamente para empaparse hasta la cabeza.
La obvia acción de ayuda que el muchacho emprende sin pensarlo, despierta el eco de un fuerte y fugaz grito proveniente de la chica, pues, en su afán por evitar un mal mayor, el joven salta al río y la coge por la cintura para levantarla sobre su espalda, sacándola de allí y dejándola en la orilla bajo el puente.
Pero aquella escena, que no tarda en despertar duda y temor en la mente del joven tras creer que aquella mujer pudiera malentender aquello y acusar una conducta impropia del mismo, pronto se ve complementada por la risa de la muchacha. Y, es que lejos de disgustarse, la misma cubre su rostro con ambas manos en señal de vergüenza para luego hablar.
– No quería invadir tu puente. Discúlpame.– Habla la mujer escondiéndose tras sus manos e inclinando la cabeza, dejando que su largo cabello, enmarañado por la humedad, descienda con parcialidad sobre su rostro.
– El... puente no... es mío.– Responde el joven tartamudeando y cubriéndose el rostro con el brazo izquierdo al haber notado como la humedad en la ropa de la muchacha provoca que la misma se vuelva un poco traslúcida.
– Bueno, pero supongo que era tu lugar de pesca.– Sonríe al apartar las manos de su rostro y notar como el joven evita mirarle.– Tendré que dejar que el sol seque mi vestido, o seguiré viendo como evitas mirarme.
Pero aquella joven, cuyos húmedos ropajes dan cuenta de su pertenencia a una clase más acomodada que la de aquel que evita mirarla, pronto se cubre con una manta gris que advierte tendida sobre una cuerda que se extiende desde el extremo de una vara enterrada hasta la base del puente.
Así, ocultando sus acciones, la muchacha se quita el vestido mientras aún continua tapada por la manta y, con rapidez, lo tiende en la misma cuerda para dejar que el calor del sol lo seque.
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Balada del diablo y la muerte: una triste canción de amor (En curso)
Romance¿Puede el amor trascender a la muerte? 🖋📖 Un joven músico enamorado ha despertado en medio de su propio funeral, descendiendo al Inframundo de la mano de una profunda tristeza que le acongoja por no poder volver a ver a su amada, y es que Lucifer...