La «Fransilistenia».

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Ya casi era la hora del espectáculo, y los artefactos estaban preparados, al mismo tiempo que Anamanía ya tenía su musculatura ejercitada para no sufrir ningún calambre durante la presentación.

—Fransi— dijo ella a su primo —¿Tú no piensas calentar?— preguntó a continuación, en un tono un poco de mamá regañona, por lo cual él le respondió —Ánabo, tu sabes muy bien que todo este trabajo de mover tuercas, apretar tornillos y demás, me deja listo para la acción—.

Anamanía lo miró con cejas fruncidas, razón por la cual Frantaliyus terminó por decirle —Esta bien prima mía, voy a hacer una breve "Fransilistenia" para estar a la par tuya— y al terminar de decir eso le picó el ojo, como queriendo decir que tenía todo bajo control, razón por la cual ella terminó por decirle, en un tono que denotaba estar conteniendo su impaciencia —Me parece bien que al menos hagas esa versión tuya de la calistenia para calentar los músculos, no te vaya a dar "Fransilambres" en pleno acto y te quedes ahí tieso frente al público— y luego de decir estás palabras, ambos se rieron, porque Anamanía las pronunció, haciendo gestos y mímicas exageradas de la situación a la que hacía referencia, de su primo teniendo calambres en todos sus partes del cuerpo, en plena presentación del espectáculo.

Así entonces, Fransi empezó a calentar, al son de unas rápidas cuentas —1, 2, 3 listos los pies, 3,4,5 a dar un brinco, 6,7,8 calienta el sancocho 9, 10 y 11 medalla de bronce... Ánabo ya estoy listo—.

Cuántas veces ella lo había visto calentar tan irresponsablemente con su cuerpo, y aún así no dejaba de sorprenderle tal ligereza de su primo —¡Fransis!— le gritó y este le respondió, —está bien calentaré un poco más. 12, 13, 14 no se nos divorcie. 15, 16 y 17 no me mires y ya vete—.

Aunque Anamanía había escuchado estás cuentas absurdas, unas incontable veces en sus 7 años de presentarse juntos, en diferentes producciones, igual no podía dejarse de reír viendo hacerlas a Frantaliyus, el cual concluía con una típica y exagerada mueca de quedar extenuado por tan "demandantes" ejercicios de calentamiento.

Al final, Anamanía terminó por decirle —Fransis, querido mío, la vida de los gnomos es muy larga, algún día te hará falta más que esa simple Fransilistenia, para evitar los calambres— y acto seguido dijeron al unísono —y ese día te acordarás de mí— solo que, el tono de ella era en serio y el de él, en forma de infantil remedo.


Cap. 1 | Acto II: El ilusionista temeroso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora