Al sonar el típico sonido de una puerta a la que se le tranca con seguro, los caballos del establos esperaron un tiempo prudencial para que los dos hombres volvieran a la cabaña de dónde salieron, y luego empezaron lanzar relinchos y resoplidos en forma de susurros, mediante los cuales se preguntaban los unos a los otros, sobre que se había hecho Pequeño Yóquey.
Capelo preguntó a Redondotrotar —¿Has visto a Pequeyó? ¿Dónde se ha metido?— por lo cual, este caballo miró a su compañero Piernaspalillos, como para ver si él sabía las respuestas a estas preguntas, pero no, este equino tampoco sabía nada respecto al paradero de Fransi.
La Yegua Cabellonevado comentó —¿Pero si estaba junto a ti? ¿Cómo es que no has visto donde se ha metido?— a lo cual Capelo dió por respuesta —No lo sé, la verdad es que desapareció en un abrir y cerrar de ojos—.
—Mami! ¿Dónde está?— dijo el potrillo Alegrerelincho en tono lloroso, lo que movió en la Yegua Dulcemamá a su más profundo instinto maternal, con el cual trató de darle consuelo —Tranquilo hijo mío, si ya no está en el establo, es que debe haber escapado con bien de nuestros cuidadores—.
El único que se mantenía en silencio e inmutable en su postura, era el caballo Honotelo, su pose reflejaba la arrogancia de su forma de ser y absoluto desinterés ante el paradero del gnomo.
—¿Y a ti no te importa nada de lo que pueda haberle sucedido a Pequeyó?— Le preguntó Capelo a este distinguido caballo, razón por la cual, simplemente hizo un gesto de superioridad y se limitó a ignorar la pregunta relinchada.
—¿Cómo puedes ser tan duro de corazón?— Le increpó Cabellonevado a Honotelo, y luego Redondotrotar y Piernaspalillos lo vieron fijamente, con profunda rabia y despreció.
Finalmente Alegrerelincho le gritó —¡Eres malvado! ¿Cómo no va a importarte nuestro amigo Pequeyó?— para luego acurrucarse muy cerca del cuerpo de su madre Dulcemamá.
Honotelo no se inmutaba ante ningún reproche ni comentario de sus semejantes, simplemente se mantuvo parco e inmutable en su semblante, hasta que de pronto empezó a reír a carcajadas, hecho que hizo acrecentar más la equina indignación de todos los demás caballos.
—¿Y ahora por qué te ríes?— le preguntó fúrico Capelo a Honotelo —¿Acaso no tienes alma de pura sangre? ¿No eres un honorable animal de monta de un cuerpo real de caballería?—.
Honotelo dejó de reír y al percatarse de que todos los demás lo veían fijamente, hizo sutiles gestos de caballo con su hocico, para señalar una montaña de heno que se encontraba frente de su puesto.
Extrañados, todos los demás equinos no entendían porque señalaba hacia allí, hasta que de pronto, el heno se fue desvaneciendo y en su lugar fue apareciendo la imagen de Fransi, acostado en posición fetal.
Al volver totalmente a la normalidad y quedar plenamente visible a todos los caballos, él se puso de pie y se sacudió heno y polvo que se le había adherido a sus ropas, para luego voltear a hacia Honotelo y decirle —Gracias por tu silencio, de verdad que eres un caballo honorable— a lo cual el caballo respondió —y tú, gnomo molesto, eres un buen ilusionista—.
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Cap. 1 | Acto II: El ilusionista temeroso.
FantasyLos campeones de Arbómena y las predicciones del Oráculo de Ro. Capítulo 1: El preludio de una aventura. Acto II: El ilusionista temeroso. Frantaliyus Sinforinio Manoligera es un gnomo perteneciente al clan de los Tiernorillos, y se ha escondido en...