Eran alrededor de las cuatro de la madrugada, en el momento que Frantaliyus al fin entró en un llanto lleno de sonoridad, lamentaciones y auto reproches, razón por la cual se escuchó desde el fondo del establo, otra voz equina, proveniente de un caballo con ínfulas pretenciosas, de color marrón claro, tendiendo al dorado, corpulenta musculatura equina y melena abundante y bien acicalada por los sirvientes de su jinete, el cual dijo en tono impaciente —Por el amor a Quirotelo, dios de los pura sangre capaces de recorrer galopando las grandes sabanas, ¡Ya cállense de una vez por todas! Mañana debo llevar a mi jinete a una importante reunión con el rey, y requiero de sueño profundo para estar fresco y lozano—.
Por un momento muy breve se hizo un silencio en aquel lugar, que fue roto por un relincho más carrasposo, correspondiente a una vieja Yegua que dijo —Caballo pretencioso y desalmado, has silencio tú, y deja que esa pobre alma siga drenando su dolor con nosotros— y luego agregó en tono de burla —No todo en la vida de los caballos de honor, es olerle el trasero a su jinete— razón por la cual relinchos generalizados de risa se escucharon por todo el establo, para luego agregar en tono de consejo enseñado por la propia experiencia —Mira que el día menos esperado, una herida de guerra o una lesión en una pata, producto de tanto incesante trote, harán que ya no le seas de utilidad a tu jinete y entonces, con suerte como yo la tuve, serás regalado a algún amable capataz perteneciente a su señorío, para que sigas siéndole de utilidad a quien te montaba, desde el pesado y continuo trabajo del campo—.
—¿Y sin suerte?— Preguntó un joven caballito que estaba en el mismo puesto con su madre, a lo cual la anciana yegua respondió —Chiquillo, no debes preocuparte por esas cosas aún, eres muy potro para estar angustiado por esas vicisitudes de la vida equina— Todos los cuadrúpedos presentes, tomaron un tono solemne ante esta respuesta, pues ya muchos en sus vidas habían conocido a algún compañero que le tocó vivir, los desenlaces menos afortunados que el de aquella anciana yegua, como morir por causa de su herida o ser sacrificado por sus propios dueños, ante la inutilidad que representa para estos, un animal incapacitado por una profunda lesión de la cual muy difícilmente pueda recuperarse.
Ante aquel nuevo silencio, la yegua resopló —Pequeño Yóquey continua tu historia, nosotros te acompañamos en tu dolor—, razón por la cual otros relinchos provenientes de puestos diferente, alentaron al Gnomo a que continuará contando sus desdichas, en un tono que se sentía de acompañamiento y consuelo, sin saberlo Frantaliyus estaba siendo escuchado por todos los equinos que allí habían sido guardados por sus correspondientes jinetes, lo cual hizo sentir en él, un sentimiento de que al menos a esos seres le importaba su dolor.
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Cap. 1 | Acto II: El ilusionista temeroso.
FantasyLos campeones de Arbómena y las predicciones del Oráculo de Ro. Capítulo 1: El preludio de una aventura. Acto II: El ilusionista temeroso. Frantaliyus Sinforinio Manoligera es un gnomo perteneciente al clan de los Tiernorillos, y se ha escondido en...