|𝐈𝐕|

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|𝟒|𝐁𝐫𝐚𝐢𝐧 𝐃𝐚𝐦𝐚𝐠𝐞𝐏𝐢𝐧𝐤 𝐅𝐥𝐨𝐲𝐝

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𝐁𝐫𝐚𝐢𝐧 𝐃𝐚𝐦𝐚𝐠𝐞
𝐏𝐢𝐧𝐤 𝐅𝐥𝐨𝐲𝐝

Salí del automóvil con rapidez mientras entre mis dedos tomaba mi teléfono de uno de los bolsillos de mi mochila de hombro, cerré la puerta con poca fuerza mientras avanzaba a la gigantesca casa frente a mí, nuevamente me sentí de un humor pésimo para mi gusto.

Si en algún momento, si tan solo existiera la posibilidad o si me dieran a escoger, elegiría no tener nada de estos beneficios, no más empresas, no más tarjetas llenas de dinero que papá solía dejarnos aventadas en la mesa diciendo que hagamos lo que quisiéramos para después irse a encerrar en cualquier lugar de la mansión. No más el James Paul McCartney, estudiante de una prestigiosa universidad, elegiría cien y un veces ser James Paul McCartney, la persona a la que más amor le sobraba.

Saqué las llaves de mis bolsillos y estuve a punto de abrir la enorme puerta frente a mí de tonos claros y oscuros, algo que seguramente escogió Mary, ella tenía este tipo de estilo. Pero retrocedí unos pasos hasta que incluso pude observar mi habitación desde mi vista. Cuestioné mi propia mente, ¿realmente quiero entrar a mi hogar hoy?

— No deberías de entrar si no quieres, Paul. — Una brisa de voz envolvió mi cuerpo y ahogué un respingo, sobresaltado por escuchar una voz tan familiar en un lugar que no era la universidad.

Y para corroborar, deslicé con rapidez mi vista hacía él, sus cabellos castaños se deslizaban sobre su frente, los pocos rayos de sol me ayudaron a identificar aquella característica que solo encontraba en John, los mechones rojizos de su cabellera.

— ¿Qué estás haciendo aquí, acosador?

— Vine a molestarte de nuevo, ¿sabes lo que me va a costar tres días de de suspensión? Tenía algo pendiente en la universidad.

Fruncí el ceño mientras clavaba más mi mirada entre el iris de sus ojos, canela, como todos los días, pude percibir.

— Ya veo, ¿quién fue el que se enojó y se lanzó a mí como si fuera un... — Me quedé en silencio a los pocos segundos, intentando buscar un ejemplo de animal que hiciera lo mismo que John. Entonces casi parecí saltar en mi lugar al encontrar la respuesta. — ¡Lo tengo, como un guepardo! — Hablé entre sílabas al recordar poco a poco al animal.

Lennon rió a carcajadas ante mi comparación y me miró fugazmente. — Muy bien, ¿y qué eso eso de ‘guepardo’? — Cuestionó.

— Es un felino, una gata... Como tú. — Ataqué mientras me alejaba una distancia considerable de él. Ahora temía un poco, sabiendo que en cualquier momento este animal podría lanzarme sobre mí, y sabiendo un poco demasiado que mi cuerpo se había vuelto frágil, posiblemente me haría un daño irreversible.

𝐄𝐍𝐄𝐌𝐈𝐄𝐒 | 𝘔𝘤𝘓𝘦𝘯𝘯𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora