|𝐗𝐈|

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|𝟏𝟏|𝐋𝐢𝐧𝐠𝐞𝐫𝐓𝐡𝐞 𝐂𝐫𝐚𝐧𝐛𝐞𝐫𝐫𝐢𝐞𝐬

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𝐋𝐢𝐧𝐠𝐞𝐫
𝐓𝐡𝐞 𝐂𝐫𝐚𝐧𝐛𝐞𝐫𝐫𝐢𝐞𝐬

Stuart me había necesitado en su casa para quién sabe qué cosa, pero, al verme casi muerto de la angustia, decidió mejor llevarme a mi casa para, seguramente, aprovechar cuando me quedase dormido e irse con mi hermana.

— ¿Qué hice? — Murmuré, sintiendo mi corazón aún palpitando como si estuviera en un extremo peligro.

— Ay, John. La verdad es que no te entendí nada.

— ¡Pero si te he explicado ya como cinco veces! — Exclamé, ganándome la mirada fastidiada de mi mejor amigo.

— ¡Pues sí! Pero te pones a contar lo que pasó así bien mezclado y no te entiendo. Parece que mataste a Paul y a toda su familia. — Tapó su cuerpo con la manta que me había robado del clóset.

— ¡No, fue algo mucho peor!

— ¡No me digas que te lo cogiste! — Una sonrisa se asomó por su rostro, se levantó y comenzó a saltar sobre mi cama, como si hubiera ganado el trofeo del año, aunque, claro, sería primer lugar únicamente en ser el más estúpido. — ¡Sí, sí! ¡Mi mejor amigo es gay! — Gritó a los siete vientos.

— ¡Agh, claro que no!, ¡que asco! — Le aventé la almohada que estaba junto a mí, causando que caigase hasta el piso y se diese un golpe duro. Meh, de todos modos, se lo merecía. — ¡¿Por qué hice eso?! Bueno, ni siquiera lo hice, pero fue lo único en lo que podía pensar... — Susurré para mí mismo.

— ¡¿Pero qué hiciste?! No entiendo, ¿le dijiste que te gustaba o qué? — Preguntó.

— Paul no me gusta. — Lo miré sin expresión alguna en mi rostro. Pero, de inmediato, comencé a cuestionarme de mi propia respuesta. — ¿Paul no me gusta? — Fue mi turno de preguntar.

— ¡Dios mío, entonces sí te gusta!, ¡viva Cristo Rey! — Volvió a mi cama, y, de igual manera, comenzó a saltar nuevamente sobre la misma, provocando que yo también me moviese. — De todos modos se notaba mucho.

— Agh, no... — Pasé mi mano por mi frente, intentando amortiguar, de alguna u otra manera, el suave dolor de cabeza que ahora estaba casi matando por completo mi mente. — Voy a enloquecer.

— ¿Cómo dice la canción de José José? ¡SÉÉÉÉÉ QUUUUEEEEE VOOOY A EENQUEEEECEEERRR! — Comenzó a gritar de nuevo, pero entonces, se cayó de nuevo porque le proporcioné una patada. Gritó como niña y salió volando.

Después pensé de nuevo en sus palabras y me lamenté de haberlo sacado volando. — ¡Dios mío, Stuart! ¡Acabas de darme la mejor idea del siglo! — Comencé a zarandear su cuerpo para que dijese algo.

— ¿Volver con él, besarlo y pedirle que sea tu novio? — Flores imaginarias aparecieron alrededor de la sonrisa dibujada en su rostro en cuánto logró articular una respuesta.

𝐄𝐍𝐄𝐌𝐈𝐄𝐒 | 𝘔𝘤𝘓𝘦𝘯𝘯𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora