Capítulo 2 | No hay lugar para mí

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Alex

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Alex

Luca aparece por el supermercado a la hora de salida y ni siquiera hace un amago de entrar antes de pedirme con una mueca que salga rápido. Me paso las cintas de la mochila sobre los hombros y me meto la cartera en el bolsillo trasero del pantalón, luego empiezo a trotar para alcanzarlo antes de que se vaya sin mí.

     Al llegar no digo nada, pero eso no quita el silencio incómodo que se instala entre ambos cuando nos limitamos a abrocharnos el cinturón y Luca enciende el motor para ponernos en marcha.

     Con desgana, me cruzo de brazos y cierro los ojos. La frustración se me atasca en el estómago. Supongo que, como no es la primera vez que me pasa, ya debería de estar acostumbrado a que nunca parezca suficiente nada de lo que hago.

     No obstante, esperaba que después de lo duro que ha sido el día de hoy, el viaje en coche a casa de mi novia sería más ameno, sobre todo tras enterarme que me han vuelto a suspender la única asignatura que me falta para recibir mi título de ingeniería.

     —Así que ha vuelto a dejarte a dos décimas, ¿no? —pregunta, sin desviar la vista de la carretera.

     Asiento con resignación, y como ve que no digo nada más sigue hablando.

     —Te dije que pidieras tribunal y denunciaras a ese cabrón al Ministerio de Educación.

     —Sabes que las denuncias no son gratis, y que la mayoría de las veces los catedráticos terminan teniendo la razón sobre el alumnado.

     Me mira y es como si se sintiera defraudado por mi elección a pesar de todo.

     —Yo podía haberte ayudado con el dinero.

     —Déjalo ya y conduce. —Mi tono cambia de suave a mordaz—. Estamos llegando tarde.

     No sabría decir si la expresión que aparece en su cara es de cansancio o de pena, pero me agobia que se preocupe más de lo que debería. Aprieta el volante con las dos manos y deja ir una sonrisa ladina que no le llega a los ojos.

     —Y eso qué más te da. —Se encoge de hombros—. Vas a esa reunión solo porque no quieres que ella se entere todavía.

     —Ya lo sabe.

     Enarca las dos cejas y se pasa una mano por el pelo. Parece ligeramente sorprendido.

     —¿Cuándo se lo has contado?

     —Esta mañana, luego de pasarme por la cafetería a saludar a sus padres. Ellos no lo saben aún.

      Luca asiente con la cabeza y después mantiene su enfoque en la carretera hasta que salimos del distrito, pero ya no volvemos a hablar gran cosa; solo me comenta los últimos progresos en la nueva cadena de clubs nocturnos que está llevando junto con su primo y me repite la hora de lanzamiento del que abrirá hoy por la noche en la capital. Después, nos quedamos en silencio hasta que decide volver a decir algo luego de tomar aire con fuerza y pensárselo varias veces.

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