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Un nuevo día llegó, y Naruto y Karin se encontraban desayunando juntos en la cocina. El sol brillaba a través de las ventanas, llenando la habitación con una luz cálida y acogedora. Naruto comía su ramen matutino con entusiasmo, mientras que Karin, frente a él, jugaba nerviosamente con su comida, apenas probándola.

Naruto no pudo evitar notar el comportamiento inusual de Karin. Había algo en sus ojos que lo tenía confundido: una mezcla de nerviosismo, esperanza y algo de miedo.

—¿Karin? —preguntó Naruto, dejando su tazón de ramen a un lado—¿Qué te sucede? Te noto... diferente hoy—

Karin levantó la vista, encontrándose con los ojos preocupados de Naruto. Forzó una sonrisa, tratando de parecer despreocupada—No es nada, Naruto. Solo estoy pensando en algunas cosas —respondió de manera amable, pero esquivando la verdadera razón de su nerviosismo.

Naruto frunció el ceño, sin estar convencido. Sabía que había algo más detrás de sus palabras, pero decidió no presionarla—Bueno, si necesitas hablar, sabes que siempre estoy aquí para ti —dijo con suavidad.

Karin asintió, agradecida por su comprensión—Lo sé, Naruto. Gracias—

Naruto suspiró, sintiendo una mezcla de frustración y preocupación. Se levantó de la mesa y se dirigió hacia la puerta—Voy a entrenar un rato. Espero que... si necesitas algo, o si hay algo que quieres decirme, no dudes en hacerlo. —Le dedicó una última mirada antes de salir.

Karin lo observó marcharse, sintiéndose un poco culpable por no haber sido completamente honesta.

Karin esperó un momento después de que Naruto se fue, respirando profundamente para calmar sus nervios. Finalmente, se levantó de la mesa, recogió su abrigo y salió del apartamento. Cerró la puerta detrás de ella y, con esperanza, comenzó a saltar por los tejados de Konoha.

El viento fresco de la mañana acariciaba su rostro mientras se desplazaba con agilidad, pero su mente estaba ocupada con pensamientos más oscuros. Las cicatrices de mordeduras en sus brazos y piernas le pesaban como un recordatorio constante de su pasado. Para muchos shinobis, las cicatrices eran lecciones, marcas de advertencia para no repetir errores que podrían ser fatales. Para Karin, esas cicatrices eran algo más: eran recuerdos imborrables de dolor y sufrimiento.

Recordaba la primera mordedura que recibió después de la muerte de su madre. Los recuerdos de las emociones que sentía cada vez que alguien la mordía la llenaban de una mezcla de desagrado y angustia: codicia, miedo, ansiedad, ira, e incluso lujuria en algunos casos cuando era una preadolescente. Y luego estaban las mordeduras que había permitido voluntariamente que Sasuke le hiciera. Esas cicatrices solo la hacían sentir estúpida y usada.

Tras unos minutos de saltar por los tejados, finalmente llegó al hospital de Konoha. Se detuvo un momento para recobrar el aliento y calmar sus pensamientos antes de entrar. Se dirigió rápidamente a un consultorio específico, donde sabía que encontraría a Tsunade y Shizune.

Al ingresar, sintió una mezcla de esperanza y miedo. La esperanza de que Tsunade pudiera ayudarla a deshacerse de esas cicatrices y el miedo de que tal vez no fuera posible. Esa era la razón por la que no le había dicho nada a Naruto. Con lo bueno que él era, seguramente se alegraría por ella si la cirugía tenía éxito, pero si no funcionaba, él también se sentiría decepcionado. Karin quería ser la única que enfrentara esa decepción si no funcionaba.

Tsunade levantó la vista de unos papeles cuando Karin entró, seguida por Shizune que estaba organizando algunos instrumentos médicos. Al verla, Tsunade sonrió cálidamente—Karin, qué bueno verte —dijo con una sonrisa amable.

Un recuerdo invadió la mente de Karin. Recordó un momento anterior, cuando había venido a ver a Tsunade por primera vez. Tsunade había examinado sus cicatrices con atención, su rostro serio y preocupado.

TrazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora