Capítulo 17. Nocturnia

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El camino serpenteaba a través de los picos de las montañas, y con cada batir de alas de Zephyr que me alejaba de la fortaleza de Skyrend, sentía cómo se desvanecía la seguridad que proporcionaba la luz. Las estrellas brillaban intensamente en el cielo nocturno, lanzando destellos de luz sobre el sendero rocoso que se extendía frente a mí.

A medida que me alejaba, las sombras se volvían más densas y el aire más frío, como si las montañas mismas estuvieran impregnadas de un aura de misterio y antigüedad. La brisa nocturna susurraba entre los pinos altos y los arbustos retorcidos, llevándose consigo el murmullo de mis pensamientos inquietos.

Cada tanto, una cascada brillaba a lo lejos, alimentada por manantiales de agua cristalina que descendían de las cumbres nevadas. El sonido del agua cayendo resonaba en el silencio de la noche, creando una sinfonía natural que contrastaba con la tensión en mi corazón.

Finalmente, después de unas pocas horas de vuelo, llegué a un punto desde donde se abría una vista panorámica de Nocturnia. Era un paisaje diferente a todo lo que había experimentado en el otro lado de las montañas: un valle profundo envuelto en una penumbra plateada, donde las luces de las luciérnagas danzaban entre las sombras de los árboles milenarios.

Los edificios de Nocturnia se alzaban en la distancia, construidos con piedras oscuras y coronados por torres puntiagudas que se elevaban hacia el cielo estrellado. Las calles estaban iluminadas por antorchas que arrojaban destellos anaranjados sobre el pavimento empedrado, creando un ambiente de misterio y encanto oscuro.

Mi corazón latía con fuerza mientras me adentraba en Nocturnia, sintiendo cómo la magia ancestral y la presencia de las sombras se entrelazaban en el aire. Sabía que había cruzado un umbral hacia lo desconocido, donde cada paso podría llevarme más cerca de las respuestas que buscaba o adentrarme en peligros que aún no podía ni imaginar.

Con cada paso, me alejaba más de mi hogar y me sumergía más en las profundidades de las sombras. Cada rincón de esta región resonaba con historias antiguas y secretos guardados en la oscuridad, y yo estaba decidida a descubrir la verdad que se escondía entre sus rincones.

Nocturnia se alzaba ante mí como un vasto y sombrío reino envuelto en una neblina perpetua. Las montañas que la delimitaban se disolvían en una oscuridad impenetrable mientras atravesaba el paso entre ambos territorios. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de ansiedad y determinación me guiaban hacia mi destino incierto.

Las sombras parecían cobrar vida propia, el aire aquí era diferente, estaba cargado de una energía oscura que hacía palpitar mi piel y erizaba los cabellos de mi nuca.

Finalmente, emergimos de la neblina, y frente a mí se alzaba el imponente Citadel de los Asesinos de la Noche del que solo sabía lo que había leído en los pergaminos de Skyrend. La estructura era una fortaleza ominosa, construida con piedras negras que parecían absorber cualquier rayo de sol que rara vez alcanzaba estas tierras sombrías. Las torres se erguían hacia el cielo cubierto, sus picos estaban adornados con cabezas de lobos nocturnos talladas en piedra, y ornamentos siniestros que parecían susurrar secretos antiguos y oscuros.

El aire era frío y denso, con una calma inquietante que solo se rompía por el aleteo de los drakes y el murmullo lejano de los cuervos. La niebla se aferraba a cada rincón, envolviéndolo todo en una atmósfera de sueño lúgubre del que ya no podía escapar.

Descendí de Zephyr con cuidado una vez aterrizó sobre un páramo cercano a la fortificación, sintiendo el peso de las miradas que se clavaban en nosotros desde lejos como dagas afiladas. Mis manos acariciaban su cuello de escamas, intentando calmarle antes de adentrarme en el citadel de los Asesinos de la Noche.

Elarion: La Rebelión de las Sombras  {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora