Capítulo 42. La carta.

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Todo estaba en silencio, la calma de la noche solo era interrumpida por el lejano susurro del viento. Caminaba por los pasillos desiertos, mis pasos resonando suavemente sobre las piedras antiguas. Dante se había ido hace tres días dejando un vacío palpable en el aire. El Citadel no se sentía completo cuando él no estaba.

Mientras avanzaba, noté una tenue luz filtrándose por debajo de la puerta de su habitación. Me detuve, extrañada. Sabía que él no podía estar allí, y la curiosidad comenzó a picarme. ¿Quién podría estar en su habitación a estas horas?

Golpeé suavemente la puerta, esperando que la persona de dentro respondiera.

La puerta se abrió y Zarek apareció, su rostro iluminado por la luz cálida del interior.

—¿Qué te trae aquí a estas horas, sirenita? —preguntó con una sonrisa burlona, sus ojos brillando con ese toque de diversión que siempre parecía tener.

—Vi la luz y pensé que... bueno, no esperaba encontrarte a ti aquí

Él hizo un gesto para que entrara, y al cruzar el umbral, noté el desorden de la habitación: pergaminos, armas y mapas dispersos por doquier. Zarek debía estar utilizando la habitación de Dante como su oficina improvisada mientras él no estaba.

Me dirigí hacia la cama y me senté. El colchón era firme pero cómodo, y un aroma familiar a especias oscuras, cuero y algo indescriptiblemente varonil llenaba el aire. Cerré los ojos un momento, respirando profundamente ese aroma que siempre me hacía pensar en alguien que había estado en mi mente más de lo que quería admitir.

—¿A quién le escribes? —pregunté, tratando de desviar mi atención del lugar en el que estaba sentada.

Zarek se sentó en una silla frente a una mesa de madera, con una pluma en la mano y un pergamino desplegado.

—A Shadowfall.

—¿Sobre qué? —insistí, sintiendo un nudo en el estómago.

—Sobre ti —contestó él, alzando una ceja con diversión evidente en sus ojos.

—¿Perdón?

—Me pidió que le escribiera a los tres días de su partida contándole que seguías viva.

—Ah. —Me mordí el labio inferior, sintiéndome un poco tonta

—¿Quieres escribirle algo tú? Puedes usar este mismo pergamino o, si quieres, tengo más ahí.

—No sabría qué ponerle. "Hola, soy Sirena y sigo viva." Suena ridículo.

Él soltó una carcajada, su risa resonó por toda la habitación, luego dejó la pluma a un lado y se reclinó en la silla, cruzando los brazos detrás de la cabeza.

—No. Pero podrías ponerle: "Hola, heredero de las sombras, oh poderoso Shadowfall, te escribo porque quería comentarte que... me gustaría tenerte en mi cama." —dijo soltando una carcajada tan fuerte que seguramente se escuchó en toda la fortaleza.

—¡Zarek! ¡No digas tonterías! —me ruboricé, sintiendo el calor subir a mis mejillas.

Él se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y mirándome con esa chispa burlona en sus ojos.

—¿Tonterías? ¡Venga ya! Si el aire entre vosotros se puede cortar con una espada cada vez que estáis cerca. Sinceramente, me pone ver cómo os ponéis mutuamente, pero ninguno hace nada por orgullo. Pensándolo bien, no me iría mal buscarme una novia como ha hecho Kaelan para poder soportaros... – Dijo con una sonrisa traviesa.

—Eso no es cierto... – dije poniendo los ojos en blanco.

—Sí, sí lo es. A mí no me engañas, sirenita. Todos aquí lo notan.

Elarion: La Rebelión de las Sombras  {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora