Capítulo 22. Fragmentos de un Corazón de Hielo

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Esa noche, después del intenso duelo con Dante decidí buscar un momento de calma fuera de las imponentes paredes de la fortificación. El aire allí dentro siempre estaba cargado de tensión. Necesitaba alejarme de todo eso y encontrar un respiro.

Sin decir nada a nadie, me dirigí hacia el páramo donde Zephyr, me esperaba pacientemente. Cuando me miró con sus grandes ojos, parecía sentir mi necesidad de libertad. Acaricié suavemente su hocico antes de montarlo.

La brisa nocturna acariciaba mi rostro mientras nos elevábamos en el aire oscuro. La sensación del viento frío deslizándose por mi piel me hacía sentir viva y despejaba mi mente. Zephyr extendió sus alas con gracia, llevándome hacia los cielos estrellados donde encontraba mi paz y libertad. El mundo parecía más sencillo desde las alturas, lejos de las intrigas y los desafíos del citadel.

Sin embargo, mientras volábamos sobre las montañas que rodeaban Nocturnia, divisé un destello fugaz en un hueco entre unos picos rocosos. Una sombra oscura se movía con agilidad, acompañada por otra figura alada. El contraste entre la oscuridad de las montañas y el brillo plateado de la luna hacía que cualquier movimiento destacara. Reconocí al instante al drake negro de Dante, una criatura imponente que se deslizaba con elegancia por donde pasaba. La visión de esa sombra me hizo sentir una mezcla de curiosidad y un inexplicable deseo de acercarme.

Intrigada y cautivada por la presencia de Dante en un lugar tan inusual, decidí descender con Zephyr hacia el lugar donde había visto la figura. Aterricé con gracia en una pequeña explanada rocosa, oculta entre las sombras de las montañas. El sonido de nuestras pisadas resonaba suavemente en el silencio de la noche.

Cuando llegué seguía allí, de pie junto a su drake negro, observando el paisaje nocturno con una expresión pensativa en su rostro. La luz de la luna bañaba su figura, realzando sus rasgos y dándole un aura casi etérea. Su presencia dominaba el espacio a su alrededor, la misma intensidad que había sentido durante nuestro enfrentamiento más temprano, pero ahora acompañada de una calma que no había percibido antes.

—Shadowfall — le llamé suavemente, anunciando mi presencia mientras Zephyr seguía a mi lado, con sus ojos centelleando con curiosidad y vigilancia.

Él se giró hacia mí, sus ojos oscuros brillaban con un brillo que capturaba la luz de la luna. Sus pupilas parecían dilatarse un poco al verme, como si mi presencia fuera una sorpresa, aunque desagradable para él seguramente.

— ¿Qué te trae por aquí a estas horas?—. Respondió, su voz profunda resonaba en el aire nocturno.

Me acerqué con paso firme, sintiendo la energía cargada entre nosotros como una corriente invisible. El drake negro nos observaba con cautela, sus ojos brillando con una inteligencia animal que transmitía una mezcla de respeto y alerta. La brisa movía ligeramente mi cabello, y sentí un escalofrío recorrerme.

—Necesitaba un poco de aire —respondí, intentando mantener mi voz tranquila—.

Dante asintió lentamente, sus ojos no se apartaron de los míos. La tensión entre nosotros era palpable, una mezcla de la adrenalina residual del combate y algo más, algo más profundo y primitivo.

—A veces, la mejor manera de entender lo que uno siente es alejándose de todo — dijo con su voz menos grave que de habitual.

Nos quedamos en silencio, observando el paisaje. La luna brillaba intensamente, con sus rayos plateados iluminando el valle a nuestros pies.

—¿Vienes aquí a menudo? —pregunté, rompiendo el silencio mientras mis ojos seguían la silueta de las montañas contra el cielo estrellado.

Dante suspiró, y su expresión se endureció al instante.

Elarion: La Rebelión de las Sombras  {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora