Capítulo 35. Valerya.

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La mañana siguiente fue un torbellino de emociones contenidas y miradas furtivas entre Valerya y yo. El entrenamiento matutino con Zephyr me dio un respiro momentáneo, pero sabía que eventualmente tendría que enfrentar la realidad.

Durante la comida, Zarek se me acercó con una sonrisa burlona en los labios.

—Pareces haber visto un fantasma, Sirenita —dijo, su tono ligero pero sus ojos llenos de preocupación.

—No es nada —mentí, esforzándome por parecer despreocupada.

—Vamos, sé que algo te pasa. Puedes confiar en mí —insistió Zarek, su voz más suave.

Lo miré, y por un momento, sentí la tentación de contarle todo. Pero en lugar de eso, simplemente asentí, dejando que el silencio hablara por mí.

La vida en el Citadel continuaba, pero para mí, cada día se sentía como una batalla interna. No podía evitar preguntarme qué había detrás de la frialdad de Dante, qué secretos guardaba y si alguna vez llegaría a entenderle.

La sala de entrenamiento se llenó de expectación mientras caminaba hacia la tarima central.

Valerya estaba allí, con su postura desafiante y su mirada confiada que parecían retarme abiertamente. El poco sol que entraba comenzaba a calentar la sala de entrenamiento, pero dentro de mí, la adrenalina ya estaba en ebullición.

Me acerqué con determinación, soltándome el cabello del moño que cada mañana me hacía para volar y dejándolo suelto cayendo hasta mi cintura.

Ella no perdió tiempo en provocar, como siempre.

—¿Subes ya o es que tienes miedo, Sirena? —me espetó con una sonrisa desdeñosa.

No le di la satisfacción de una respuesta verbal. En su lugar, me preparé mentalmente, centrando mi atención en mi respiración y entrando en la tarima. Los murmullos de los espectadores se desvanecieron en el fondo mientras mis ojos se encontraban con los de ella, listos para el duelo que se avecinaba.

Desde el borde de la tarima, la voz de Raelyn resonó con advertencia.

– Sólo Shadowfall ha podido con ella, la que deberías tener miedo quizás seas tú...

Era un recordatorio de que no sería un enfrentamiento fácil, algo que Valerya parecía ignorar con su actitud arrogante.

—¿Lista? —dije en voz tajante, mientras mantenía mi mirada clavada en la suya.

El silencio se apoderó del campo de entrenamiento cuando se lanzó hacia mí con velocidad y agresividad. Su espada brillaba bajo la luz del sol mientras intentaba desarmarme con movimientos rápidos y precisos. Esquivé su primer golpe con un paso atrás fluido, sintiendo el aire cortarse justo donde mi cuerpo había estado.

Respondí con un contraataque rápido y calculado, buscando sus puntos débiles mientras mantenía mi guardia alta. Nuestras espadas chocaron repetidamente en un duelo de fuerza y habilidad, cada uno buscando una apertura en la defensa del otro.

Era rápida y agresiva, una auténtica Asesina de la Noche, pero yo me movía en el aire con una gracia aprendida a través de años de entrenamiento y experiencia. Cada movimiento estaba calculado, y cada parada y contraataque ejecutado con precisión. La multitud observaba en silencio, absorbida por el espectáculo de destreza y estrategia que se desarrollaba sobre la tarima.

Hubo un momento en el que concentró su energía en las sombras que la rodeaban. Con un rápido gesto de su mano, las sombras comenzaron a moverse a su alrededor, convirtiéndose en una niebla oscura y densa que se arremolinaba, intentando cegarme y dificultar mi visión. Sentí cómo las sombras intentaban abrazarme, buscando cubrirme con su manto opresor. Sin embargo, en ese instante, concentré mi energía, dejando que el aire que me rodeaba respondiera a mi llamada. Un soplo fresco surgió de mis manos, disipando la oscuridad que Valerya intentaba invocar. La niebla se desvaneció ante la fuerza del viento, revelando su figura lista para un asalto que parecía letal.

Finalmente, después de un intercambio rápido de golpes y fintas, logré un movimiento decisivo. Un giro rápido, un parry hábil y un golpe preciso hicieron que su espada saliera volando de su mano. La multitud dejó escapar un murmullo de asombro mientras ella retrocedía, mirándome con incredulidad y rabia.

—¡Esa es nuestra chica! —gritaron Kaelan y Zarek desde la distancia, con su voz llena de admiración.

Valerya recuperó su compostura rápidamente, su rostro estaba enrojecido por la derrota momentánea. Recogió su espada con gesto enfadado y se volvió hacia mí con una mezcla de resentimiento y determinación.

Con su espada en alto, lanzó un ataque furioso, pero su furia se encontró con mi rapidez. En un giro preciso, logré desarmarla de nuevo, su espada cayó al suelo esta vez con un clangor resonante. La multitud estalló en murmullos de asombro, y el resplandor de las antorchas reflejaba los rostros de los espectadores.

Ella retrocedió, tambaleándose ligeramente mientras recuperaba el equilibrio. Su rostro estaba enrojecido, no solo por la vergüenza de la inminente derrota, sino por el esfuerzo y la frustración que había experimentado. Se inclinó para recoger su espada de nuevo, sin quitar su mirada fija en mí.

Pero sin darle tiempo para reaccionar, me lancé hacia adelante con un movimiento fluido y rápido antes de que la cogiera. La agarré por el brazo, utilizando su propia inercia para llevarla al suelo. La caída fue rápida y controlada; quedó tumbada sobre la tarima, con su cuerpo inmovilizado bajo el peso del mío.

Me arrodillé sobre ella, tiré mi espada y saqué una de las dagas de mi costado. Coloqué la punta del arma firmemente contra su cuello. Ella se quedó inmóvil, su respiración se aceleraba a medida que sentía la presión de la daga contra su piel. Sus ojos se abrieron de par en par, reflejando tanto la sorpresa como la aceptación de su situación.

—Ríndete —dije, mi voz firme y clara, cortando el murmullo de la multitud con su intensidad.

Ella, con el rostro pálido bajo el resplandor de las antorchas, cerró los ojos por un breve momento, su orgullo estaba herido claramente. La daga sobre su cuello parecía presionar su decisión hacia una resolución inevitable. Finalmente, su cuerpo se relajó, y con un suspiro derrotado, murmuró entre dientes:

—Me rindo.

La palabra salió con una mezcla de desdén y resignación, pero era clara y definitiva. Me levanté lentamente, retirando la daga mientras Valerya se ponía de pie, su postura aún desafiante pero visiblemente humillada. La multitud estalló en aplausos y vítores, reconociendo mi victoria sobre la formidable oponente.

Kaelan y Zarek, que habían estado observando desde la distancia, avanzaron hacia mí con sonrisas de admiración. La tensión del combate se disipó, reemplazada por una sensación de logro y respeto mutuo. La sala que había sido testigo de nuestra lucha, ahora se convertía en un escenario de triunfo y reconocimiento.

Mientras bajaba de la tarima para dirigirme hacia ellos, mi mirada se desvió hacia la puerta de la sala. Allí, en la penumbra, vi la silueta de Dante. Había estado observando la escena y ahora en su rostro había esbozada lo que parecía ser una leve sonrisa, una rara muestra de aprobación que me llenó de una mezcla de sorpresa y satisfacción. Su presencia, aunque silenciosa, añadió un peso especial a mi victoria.

 Su presencia, aunque silenciosa, añadió un peso especial a mi victoria

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Elarion: La Rebelión de las Sombras  {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora