El Despertar de las Pesadillas

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El sonido penetrante del despertador cortó el aire, sacándola abruptamente de la pesadilla que la había envuelto. Lia se sentó de golpe en la cama, el corazón martillándole en el pecho, su respiración agitada como si aún estuviera corriendo por el laberinto de sombras que había habitado momentos antes. Con las manos temblorosas, apartó los mechones de cabello oscuro que le caían sobre el rostro sudoroso. La habitación estaba sumida en la penumbra de la madrugada, apenas iluminada por la luz débil de la luna que se filtraba por la ventana."No de nuevo", susurró para sí misma, cerrando los ojos con fuerza como si eso pudiera hacer desaparecer las imágenes que la atormentaban noche tras noche. 


Desde hacía meses, Lia había estado experimentando lo que los médicos llamaban "parasomnia compleja": episodios recurrentes de sueños vívidos y perturbadores que la dejaban física y emocionalmente exhausta al despertar.

Se pasó las manos por el rostro, intentando despejarse mientras recordaba los detalles borrosos de la pesadilla. Era una variación de un tema recurrente: ella siempre se encontraba en un lugar diferente, pero siempre era perseguida por una figura indistinta, una sombra que parecía conocerla mejor que ella misma.


Con un suspiro resignado, Lia se balanceó hacia el borde de la cama y se puso de pie. Sus pies desnudos encontraron el suelo frío de la habitación mientras se dirigía hacia el baño adyacente. Encendió la luz con un ligero chasquido y se miró en el espejo. Sus ojos verdes estaban enrojecidos y cansados, el reflejo de una lucha interna que parecía no tener fin."Otra noche...", murmuró mientras se mojaba la cara con agua fría, tratando de disipar el rastro de miedo que aún se aferraba a su piel. Se recogió el cabello en una coleta desordenada y volvió a la habitación. El reloj digital en su mesita de noche marcaba las tres de la madrugada, un recordatorio cruel de las horas de sueño perdidas.


Lia se dejó caer en el sillón junto a la ventana, envolviéndose en una manta gruesa para combatir el frío nocturno. Miró hacia afuera, hacia el paisaje urbano que se extendía más allá de los cristales. Las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, indiferentes a su angustia interior.


El teléfono vibró sobre la mesita de noche, rompiendo el silencio de la habitación. Era un mensaje de su mejor amiga, Maya, quien también había sido su confidente durante estos últimos meses tumultuosos. "¿Lia, estás despierta? Necesito hablar contigo", decía el texto breve pero urgente.


Con un suspiro resignado, Lia respondió con un simple "Sí, estoy despierta", antes de dejar el teléfono de nuevo en la mesita. Sabía que Maya se preocupaba por ella, pero cada vez le costaba más compartir sus temores. ¿Cómo podía explicarle a su amiga que estaba atrapada en una pesadilla interminable, una en la que ni siquiera el despertar le ofrecía respiro?El timbre del teléfono interrumpió sus pensamientos. Esta vez era Maya llamando. Lia suspiró y contestó, resignada a abrirse una vez más.


"¿Lia, qué está pasando? Te he estado mandando mensajes toda la semana y apenas me respondes", dijo Maya con tono preocupado al otro lado de la línea."Lo siento, Maya", respondió Lia con voz cansada. "He tenido noches difíciles últimamente... las pesadillas no me dejan en paz."


Hubo un silencio incómodo antes de que Maya hablara de nuevo. "Lia, ¿has considerado volver a hablar con el doctor Núñez? Quizás puedan ajustarte la medicación o encontrar alguna otra cosa que te ayude."Lia se mordió el labio inferior, vacilante. Había probado prácticamente todo lo que los médicos le habían recetado, desde pastillas para dormir hasta terapia cognitivo-conductual, pero nada parecía aliviar las pesadillas recurrentes que la acechaban cada noche."No lo sé, Maya. No sé si alguien puede ayudarme...", admitió Lia con sinceridad, sintiendo el nudo en la garganta amenazar con ahogarla.


"No estás sola en esto, Lia. Estoy aquí para ti, siempre", respondió Maya con suavidad. "Quizás necesitas un cambio de ambiente, o algo que te distraiga durante el día. ¿Por qué no sales a caminar por la mañana o intentas un nuevo hobby?"

Lia asintió, aunque sabía que las palabras de Maya eran más fáciles de decir que de hacer. "Lo intentaré. Gracias, Maya. Realmente lo aprecio."

Después de una breve despedida, Lia colgó el teléfono y se quedó mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. La idea de un cambio sonaba tentadora, pero ¿cómo podía escapar de algo que parecía seguir cada paso que daba, incluso en sus sueños?

El reloj marcaba las cuatro de la madrugada cuando finalmente decidió intentar volver a dormir.  En la mañana visitaria a su psicologo. Otra vez....

El Velador de mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora