Alec observó la biblioteca desde el exterior, sus ojos oscuros captando cada detalle. No era casualidad que estuviera allí; sabía exactamente lo que buscaba. Había seguido los pasos de Lia durante semanas, asegurándose de mantenerse en las sombras, protegiéndola sin que ella lo supiera.
Su don le permitía entrar en los sueños de otros, navegar por las pesadillas y guiar a las almas perdidas hacia la paz. Pero Lia era diferente. Sus sueños eran un laberinto de realidades alternativas, cada una más peligrosa que la anterior. Sabía que tenía que intervenir antes de que fuera demasiado tarde.
Al entrar en la biblioteca, vio a Lia hablando con una joven de cabello corto y vivaz, que más tarde descubriría que se llamaba Maya. Se dirigió hacia la sección de psicología de los sueños, buscando un libro que sabía contenía fragmentos de verdades que podrían ayudar a Lia. Pero más que eso, quería observarla de cerca, asegurarse de que estaba bien.
Cuando Lia se acercó para ayudarlo, sintió una oleada de energía. Sabía que ella también había sentido la conexión. Era inevitable; sus destinos estaban entrelazados.
Unos días antes, Alec había estado en una reunión secreta con otros Veladores, aquellos con la capacidad de proteger y guiar los sueños. Habían discutido sobre Lia, una anomalía en su mundo, alguien con el poder de cruzar entre realidades. Algunos querían usar su poder, otros temían las consecuencias de su existencia. Alec, sin embargo, sentía una responsabilidad profunda de protegerla.
"Debemos acercarnos a ella con cuidado," había dicho uno de los Veladores más ancianos. "Su poder es inmenso, y aún no entiende su verdadero alcance."
Alec había asintido, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que su tiempo se agotaba y que tenía que ganarse la confianza de Lia antes de que otros con intenciones menos nobles lo hicieran.
De vuelta en la biblioteca, Alec miró a Lia mientras buscaba en los estantes. Su dedicación y determinación eran evidentes, pero también lo era su cansancio. Las ojeras bajo sus ojos y su mirada perdida hablaban de noches sin dormir, de luchas internas que nadie más podía ver.
"Gracias," dijo Alec cuando ella le entregó los libros. "Me llamo Alec, por cierto."
"Lia," respondió ella, sonriendo tímidamente. "Si necesitas algo más, estaré por aquí."
"Lo recordaré," dijo Alec, observándola alejarse. Sabía que tenía que ganarse su confianza poco a poco, sin asustarla. Pero también sabía que el tiempo no estaba de su lado.
Esa noche, Alec se preparó para entrar en los sueños de Lia. Necesitaba ver de primera mano lo que ella enfrentaba, comprender sus miedos y encontrar la manera de ayudarla. Se sentó en su habitación, cerró los ojos y dejó que su mente se deslizara hacia el mundo de los sueños.
Lia estaba en un lugar oscuro, rodeada de sombras que susurraban su nombre. Alec la vio desde la distancia, observando cómo luchaba por encontrar una salida. Sabía que no podía intervenir directamente, no aún. Pero podía guiarla.
"Lia," susurró en su mente, usando su poder para proyectar su voz en el sueño. "Estoy aquí para ayudarte."
Lia se detuvo, mirando alrededor confusa. "¿Quién eres?"
"Soy un amigo," respondió Alec, manteniéndose en las sombras. "Confía en mí. Sigue mi voz."
Lia dudó, pero algo en su tono la hizo seguir adelante. Alec la guió a través del laberinto, asegurándose de que evitara las trampas y los peligros que acechaban en cada esquina. Finalmente, llegaron a un claro, un lugar de paz y tranquilidad.
"Descansa aquí," dijo Alec suavemente. "Estaré vigilando."
Lia se dejó caer al suelo, exhausta. "Gracias," murmuró, cerrando los ojos. "No sé quién eres, pero gracias."
Alec la observó mientras dormía, asegurándose de que las sombras no regresaran. Sabía que esto era solo el comienzo. Tendría que revelarse a Lia eventualmente, explicarle quién era y por qué estaba allí. Pero por ahora, era suficiente con saber que estaba a salvo, al menos por una noche.
Al día siguiente, Lia se despertó sintiéndose más descansada de lo que había estado en semanas. No recordaba todo el sueño, solo una voz suave que le había ofrecido consuelo y seguridad. Se preguntó si había sido real o simplemente otro fragmento de su mente cansada.
Mientras tanto, Alec se preparaba para otro día en la biblioteca. Sabía que tenía que seguir cerca de Lia, protegerla desde las sombras y, eventualmente, ganarse su confianza. Era su deber como Velador y, más que eso, sentía un vínculo inexplicable con ella, un lazo que iba más allá de los sueños y las realidades.
Su misión estaba clara: proteger a Lia de los peligros que acechaban en sus sueños y en su vida diaria.
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El Velador de mis Sueños
Teen FictionEn un mundo donde las realidades alternativas se entrelazan y los sueños se convierten en pesadillas recurrentes para Lia, una joven marcada por el miedo y la incertidumbre, una figura misteriosa emerge como su salvación. Lia, incapaz de discernir e...