El Sueño Atrapado

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 Lia se acurrucó bajo las sábanas y cerró los ojos, dejando que el sueño la envolviera.

Sin embargo, lo que comenzó como un sueño tranquilo pronto se convirtió en una pesadilla. Lia se encontró en un campo de flores, el sol brillaba y el aire estaba lleno de una fragancia dulce. Caminó por el campo, disfrutando de la belleza y la paz del lugar. Pero de repente, las flores comenzaron a marchitarse y el cielo se oscureció. Las sombras se alargaron y la temperatura descendió, llenando el aire de una sensación de peligro inminente.

Lia trató de escapar, pero sus pies parecían atrapados en el suelo. Miró a su alrededor, buscando una salida, pero todo lo que podía ver eran sombras que se movían a su alrededor. La sensación de pánico comenzó a crecer en su pecho cuando de repente, los atrapasueños que había colgado en su departamento aparecieron en su sueño, flotando en el aire.

En lugar de protegerla, los atrapasueños comenzaron a moverse hacia ella, sus hilos y plumas transformándose en serpientes retorcidas. Lia intentó gritar, pero su voz se quedó atrapada en su garganta. Las serpientes la rodearon, enredándose a su alrededor y apretando cada vez más fuerte. Sentía que el aire se le escapaba, y su visión comenzó a nublarse.

De entre las sombras, apareció una figura oscura, una entidad que irradiaba malevolencia. La sombra se acercó a Lia, sus ojos brillando con una luz siniestra.

—Aquí están tus atrapasueños, atrapándote —dijo la sombra con una voz helada—. Pensaste que podían protegerte, pero solo te han llevado más cerca de tu final.

Lia sintió que la desesperación la consumía. La sombra seguía hablando, sus palabras llenas de veneno y malicia.

—No tienes escape, Lia. Estás sola, atrapada en tus propios miedos. Nadie puede salvarte.

La sombra se acercó aún más, sus manos extendiéndose hacia Lia. Ella trató de liberarse, pero las serpientes la mantenían atrapada, apretando más y más fuerte. Sentía que su respiración se volvía cada vez más difícil, y su corazón latía descontroladamente.

Mientras tanto, en otro lugar, Alec estaba reunido con los Veladores. La sabiduría de Esmas llenaba la sala mientras discutían los peligros y las responsabilidades de ser guardianes de los sueños. Alec había estado tratando de concentrarse en la reunión, pero una inquietud constante lo distraía. Sentía que algo andaba mal, una sensación de urgencia que no podía ignorar.

Alec cerró los ojos, tratando de conectarse con Lia en sus sueños. Al principio, ignoró el llamado, pensando que era solo su mente jugándole una mala pasada. Pero la sensación de peligro se intensificó, y Alec supo que no podía seguir ignorándola. Decidió seguir su instinto y se conectó con el sueño de Lia, sintiendo inmediatamente la angustia y el miedo que la envolvía.

Sin perder más tiempo, Alec se lanzó al sueño de Lia, atravesando las barreras entre sus mundos. Al llegar, se dio cuenta de que no había tenido tiempo de ponerse su máscara de Velador, y su rostro estaba completamente expuesto. Pero eso no importaba ahora; lo único que importaba era salvar a Lia.

Alec corrió hacia ella, viendo cómo las serpientes se enroscaban cada vez más fuerte alrededor de su cuerpo. La sombra seguía susurrando palabras crueles al oído de Lia, intensificando su miedo y su desesperación.

—¡Lia! —gritó Alec, tratando de llamar su atención—. ¡Estoy aquí! ¡Voy a sacarte de esto!

Pero Lia no podía oírlo. Estaba atrapada en su propio pánico, sus ojos llenos de terror. Alec se acercó aún más, sus brazos fuertes extendiéndose para agarrar a las serpientes y arrancarlas de su cuerpo. Sintió la resistencia de las criaturas, pero no se dio por vencido. Usando toda su fuerza, comenzó a deshacer los nudos y liberar a Lia de su prisión de pesadilla.

Finalmente, con un último esfuerzo, Alec logró arrancar las últimas serpientes de Lia y arrojar a la sombra hacia atrás. Lia cayó al suelo, jadeando por aire, su cuerpo temblando de miedo y agotamiento. Alec se arrodilló a su lado, sus manos suaves pero firmes sosteniéndola mientras trataba de calmarla.

—Lia, estás a salvo ahora —dijo Alec con voz tranquila—. Estoy aquí contigo.

Lia levantó la vista, sus ojos llenos de lágrimas y confusión. Al verlo, su rostro se transformó de sorpresa a reconocimiento.

—Alec... ¿eres tú? —susurró, su voz débil y temblorosa.

Alec asintió, sus ojos llenos de preocupación y alivio.

—Sí, soy yo. No estás sola. Nunca lo estarás.

Pero antes de que pudiera decir más, el sueño comenzó a desvanecerse, dejando a Lia con la imagen del rostro de Alec grabada en su mente. La sensación de sus brazos alrededor de ella, la seguridad que le había brindado, todo se desvaneció mientras la realidad volvía a tomar el control.

Lia se despertó con un sobresalto, su corazón latiendo descontroladamente. Miró a su alrededor, asegurándose de que estaba en su cama, en su departamento. Los atrapasueños colgaban en silencio, moviéndose ligeramente con la brisa nocturna.

—Alec... —murmuró para sí misma, recordando la visión del sueño.

El Velador de mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora