Ecos del Pasado

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El sol había comenzado a descender cuando Lia salió del café, sintiendo una ligera brisa fresca en el aire. El almuerzo con Alec había sido una distracción agradable, pero al regresar a su rutina, no pudo evitar la sensación de que algo no estaba bien. Mientras caminaba hacia la librería, la sensación de ser observada comenzó a intensificarse. Cada sombra parecía moverse y cada ruido parecía amplificado.

Finalmente, llegó a la librería, un refugio que solía ofrecerle consuelo. La gran puerta de cristal se deslizó suavemente al abrirse, y el aroma familiar de libros viejos y papel la envolvió de inmediato. Mientras cruzaba el umbral, un susurro de alivio escapó de sus labios.

—Hola, Maya —dijo Lia, dirigiéndose a su amiga que estaba organizando unos libros en el mostrador.

Maya levantó la vista y le sonrió.

—¡Lia! ¡Qué bueno verte! ¿Cómo va todo?

Lia se acercó, notando que la presencia de Maya le brindaba un alivio inmediato. La sensación de ser observada comenzó a desvanecerse un poco, y se permitió soltar una sonrisa genuina.

—Me alegra verte. Ha sido un día raro —respondió Lia—. Pero me siento mejor ahora que estoy aquí.

Mientras Lia se dirigía a su estación de trabajo, sintió la mirada atenta de la recepcionista Gabriela. Gabriela, una señora de baja estatura, gordita, con cabello corto y ondulado castaño, observaba desde el mostrador de recepción con una expresión preocupada.

—Lia, ¡qué escándalo has montado hoy! —exclamó Gabriela cuando se acercó a ella—. ¿Qué pasa contigo? Escuché que gritabas que te seguían. ¿Qué te sucede?

Lia se encogió de hombros, tratando de restarle importancia.

—Solo fue una sensación, Gabriela. No es nada.

Gabriela, sin embargo, no estaba convencida. Se acercó a Lia con una expresión severa.

—¡No es nada! —repitió Gabriela—. Eso no es algo que debas tomar a la ligera. ¿No crees que tal vez deberías considerar medicarte un poco más? Lo que estás pasando es real, Lia. No puedes ignorar tus sensaciones solo porque pienses que están en tu cabeza.

Lia suspiró, sabiendo que Gabriela tenía razón en parte. Desde que empezó a experimentar esos episodios extraños, había sido difícil encontrar un equilibrio. Su mente había estado en constante alerta, y a veces se sentía como si estuviera al borde del colapso.

Antes de que Lia pudiera responder, Gabriela cambió de tema abruptamente.

—Vamos, tranquila. Solo quiero que te cuides. Y no te preocupes, yo estoy aquí para ayudarte si necesitas algo —dijo Gabriela con un tono más suave—. Ahora, siéntate y trabaja un poco. El día ha sido largo y necesito que todo esté en orden.

Lia asintió y se dirigió a su estación. Mientras trabajaba, sus pensamientos volvieron al encuentro con Alec. La conversación había sido agradable, pero la preocupación por la sombra que sentía en su vida seguía persiguiéndola.

A medida que Lia organizaba algunos libros, recordó un momento en particular con Gabriela. Fue hace unos meses, en una fría mañana de invierno, cuando ella había estado desesperada por encontrar trabajo.

Flashback:

Lia había entrado en la librería con la esperanza de encontrar una oportunidad. Gabriela estaba detrás del mostrador, organizando unos papeles. Lia, con el rostro lleno de esperanza y un toque de desesperación, se acercó a ella.

—Hola, soy Lia. Estaba buscando trabajo y escuché que podría haber una vacante aquí.

Gabriela miró a Lia con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

—¿Por qué deberíamos contratarte? —preguntó Gabriela, cruzando los brazos—. Hay muchas personas que buscan trabajo, ¿qué te hace especial?

Lia respiró hondo, sintiendo la presión de la situación. Miró a Gabriela a los ojos y le habló con sinceridad.

—He estado buscando trabajo durante meses, y necesito algo que me permita salir de esta situación. Estoy dispuesta a aprender y trabajar duro. Me apasionan los libros, y creo que podría aportar mucho a esta librería.

Gabriela la observó durante unos momentos, evaluando sus palabras. Finalmente, asintió con una expresión más amable.

—Bueno, parece que tienes determinación. Te daré una oportunidad. Ven mañana para una prueba de trabajo.

Fin del Flashback

El recuerdo del día en que Gabriela le dio una oportunidad volvió a Lia. Era una mezcla de gratitud y alivio saber que, a pesar de sus dudas y dificultades, había encontrado un lugar donde podía sentirse aceptada y útil.

Regresó al presente y vio a Gabriela en el mostrador, atendiendo a un cliente. La tensión en su pecho comenzó a relajarse. El ambiente de la librería siempre había tenido un efecto calmante sobre ella, y ahora, con la presencia de Maya y Gabriela, se sentía un poco más anclada.

Al final de la jornada laboral, Lia y Maya estaban terminando de recoger los últimos libros y preparar el área para el día siguiente. La puerta de la librería se abrió y entró un hombre de complexión media, con cabello oscuro, amorenado y una expresión amigable. Era Simón, el esposo de Gabriela.

—¡Hola, amor! —dijo Gabriela, acercándose a él con una sonrisa cálida.

Simón le devolvió la sonrisa y le dio un beso en la mejilla. Luego, se volvió hacia Lia y Maya.

—Buenas tardes, chicas. ¿Cómo ha ido el día?

—Hola, Simón —dijo Maya con una sonrisa—. Todo ha ido bien, gracias. ¿Cómo estás tú?

—Todo bien, gracias. Solo vine a recoger a Gabriela para que podamos irnos a casa —dijo Simón —. Ha sido un día largo para ella.

Gabriela se acercó a Lia y Maya antes de irse.

—Lia, no te olvides de lo que hablamos. Cuídate, ¿de acuerdo? —dijo Gabriela con una mirada comprensiva.

—Lo haré, gracias —respondió Lia.

Después de despedirse, Lia y Maya se quedaron solas en la librería, preparándose para cerrar. Mientras guardaban los últimos libros, Lia no pudo evitar comentar.

—Es tan dulce ver cómo se llevan Simón y Gabriela. Me imagino que deben tener un matrimonio muy amoroso.

Maya asintió con una sonrisa nostálgica.

—Sí, lo es. Se nota que se cuidan mucho el uno al otro. Es bonito ver una relación así, especialmente en estos tiempos.

Lia miró a Maya con curiosidad.

—¿Te imaginas tener una relación así algún día? Uno en el que puedas contar con alguien siempre, como ellos lo hacen.

Maya se rió suavemente.

—Sería genial. A veces me pregunto cómo será eso, tener a alguien que te apoye incondicionalmente. Pero por ahora, creo que disfrutaré de estos pequeños momentos y de las amistades que tengo.

Lia sonrió, apreciando el comentario de Maya. Aunque su mente seguía llena de preocupaciones, ese momento de conversación le ofreció una perspectiva más esperanzadora sobre lo que el futuro podría deparar.

Al final del día, Lia se despidió de Maya y se dirigió a su casa, sintiéndose un poco más ligera. Aunque las sombras aún rondaban su mente, sabía que contaba con personas que se preocupaban por ella. pero acaso alguien llegaría a sentir amor por ella? un pozo de oscuridad no puede llegar a ser amado, concluyo Lia.

El Velador de mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora