Cap IV

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Jon y Matías luego de aquella tarde en
la que casi terminan siendo alimento de
los (según Matías) perros feos del viejo
amargado, se volvieron inseparables.

Se pasaban el día en el lago, y por las
noches solían hacer fogatas en las que se contaban anécdotas y hablaban de sus experiencias de vida tan diferentes.

Jon descubrió que a Matías le gustaban la cosas caras, que dormía boca abajo, que le gustaban las margaritas con toda su alma, y a veces las rosas blancas.

Que tenía varios lunares por todo el
cuerpo, que su piel se enrojecía con
facilidad, y que al despertar su cabello se veía esponjado y con varios rulitos.

Que no le gustaba el café, que era del Barcelona (como él) y que cuando sonreía sus dientes se veían bonitos.

A Jon le gustaba todo de Matías.

Como amigos, claro.

Matías, por su parte, había descubierto
que Jon era más interesante de lo que
parecía.

Le gustaba el fútbol, era alérgico a
todo, amaba el quesillo, y tenía un ligero problema con los gatos.

Le encantaban, pero su alergia no le
permitía tener uno.

Jon dormía boca arriba, su cabello era
totalmente ondulado y oscuro, cejas un poco finas y perfectas, nariz bonita.

Era perfecto, según Matías.

Aunque no estuviese bien que él pensara así de Jon, no podía negar lo evidente.

Aquel día Matías se levantó temprano de costumbre, y luego de evadir a sus padres un día más, su plan era ir a la puerta de Jon, tocar tres veces y esperarlo para que fuesen por ahí a sentarse a mirar el cielo.

Su día a día ahí no era tan aburrido
después de todo.

Aunque estuviese incomunicado, y no
existiera Internet ahí.

Matías, como cada mañana, se arregló (para Jon), con una sonrisa, y cuando se sintió lindo, bajó, despidiéndose de su familia para llevar a cabo su plan de cada día.

Tocó la puerta tres veces, Jon no salió de inmediato.

En cambio, su mamá le abrió la puerta.

Este se sintió nervioso y cohibido
rápidamente.

La mujer era un amor, pero Matías no podía evitar sentir algo de vergüenza frente a ella.

Más cuando últimamente se pasaba los
días con su hijo.

- Hola... - Saludó Matías, la mujer con una sonrisa se apartó de la puerta para dejarlo pasar, Matías entró, arrepintiéndose de inmediato.

- ¿Está Jon?

- Hola Mati. - La mujer habló con ese
tono tan amable y lindo, el mencionado
sonrió.

-No está Jon, salió con su papá
temprano, por ahí vuelven en la tarde.

La mujer dijo con algo de lástima, Matías asintió pensando en cómo marcharse, sin embargo la mujer lo volvió a interrumpir.

- Es que como es su cumpleaños, salieron juntos a pasar "tiempo de calidad". - La mujer hizo comillas con los dedos y una sonrisa en el rostro, Matías la miró con los labios entreabiertos.

-¿Jon está de cumpleaños? - Preguntó
Matías, para asegurarse de que no hablaba del papá de Jon, la mujer asintió varias veces, Matías miró al piso pensando en qué hacer.

No tenía ningún regalo, pues no sabía nada de aquel hecho, no sabía de dónde podría sacar uno tampoco.

- No sabía... No sé qué le podría regalar. - Pensó Matías en voz alta, la mujer frente a él caminó hasta la cocina, haciéndole un gesto a Matías, este la siguió.

The prophecy / AramcavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora