Adrián y sus amigos (Atenas pt.4)

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Damián había interrumpido mi plácida siesta por un problema que estaba apunto de contarme, una vez listo salí de mi cuarto y encontré a Damián, apoyado en la pared con inquietud.
Me acerqué a él a paso tranquilo, aunque algo difuso, pues aún estaba algo mareado porque me había despertado hace relativamente poco.

—¿Puedes contármelo de una vez? —Le pregunté mientras cruzaba los brazos y lo miraba con curiosidad.
—Solo si me prometes que no se lo dirás a nadie. —Me advirtió, a lo que yo me quedé todavía más intrigado.
—¡Que sí, pesado! —Respondí harto de tanto secretismo.

Miró con rapidez a los lados, y se me acercó bastante. Pese no haber nadie en los pasillos, por alguna razón le asustaba el hecho de que alguien pudiera escucharlo.

—Verás... cuando Quirón, Patroclo y tú os habéis ido a comer, mi padre y yo nos fuimos al comedor de nuestro campamento... —Encabezó el conflicto, cortándolo con un suspense silencioso.
—¿Y...? —Traté de ayudarle a seguir, al ver que él no lo hacía por sí solo.
—¡Ahí se encontraban los chicos de las prácticas! Estaban todos en manada, y al verme entrar se me quedaron mirando... —Prosiguió, a lo que yo sonreí inocentemente.
—Damián... es normal que nos miremos entre nosotros, a fin de cuentas, mañana vamos a estar peleando... —Le trate de explicar.
—¡Eso no es todo! Es que no me dejas hablar. —Se inventó, casi lloriqueando. —Tras terminar de comer, Claus se quedó charlando con unos amigos que había hecho, y me dijo que fuera yendo a la habitación, que me esperaría ahí. Y justo cuando salí, toda la pandilla estaba ahí, como si estuvieran esperándome. —Me explicó, a lo que esta vez, empecé a notar que algo no estaba bien en todo el asunto, pero dejé que mi amigo siguiera contando lo ocurrido.
—Nada más verme, se acercaron a mí un par y me preguntaron por vosotros. Yo les dije que estabais en otro campamento, y ellos me pidieron que os preguntara si podíais acompañarme a un parque cerca del anfiteatro. —Concluyó.

—Ya veo... —Me crucé de brazos y miré hacia abajo, pues no llegaba a entender el interés de aquellos chicos por vernos a los tres. Aún así, no me compliqué mucho y pensé en la solución más viable en aquel momento. —Vamos tú y yo. Patroclo está durmiendo y no lo quiero despertar, además, lo que le quieran decir a él me lo pueden decir a mí. —Me expliqué, ocultando la razón de que Patroclo era aún más antisocial que Damián, y no le gustaría un pelo estar rodeado de chicos.
—Ay... ¡muchísimas gracias, Aquiles! Si hubiera ido sin nadie, me habrían matado o algo... te debo la vida. —Me dijo, casi llorando de la gratitud que sentía hacia mi persona.
—Recompénsamelo con un buen combate mañana. —No sabía si lo había apaciguado o lo había alterado aún más, pues no conocía sus expresiones tan bien como las de Patroclo. Después de sus respectivos agradecimientos, partimos para el lugar acordado.

—Por cierto... Aquiles... —Dijo muy silencioso, Damián. —Patroclo y tú... ¿qué estabais... —Inquirió, con las mejillas coloradas, pues se había quedado con la curiosidad después de vernos desnudos y encima del otro. El pobre de mi amigo no pudo terminar de formular la pregunta, pues si ya nos había visto, no tenía de qué esconderme. —Estábamos haciendo el amor. —Le contesté con una sonrisa de oreja a oreja, a lo que él casi se desmaya.
—¿¡Qué!? Pero... ¿cómo es posible? Si sois dos... —Preguntaba histéricamente, pues para él era imposible que dos hombres pudieran mantener relaciones sexuales.
—Déjalo... o sino, te haremos el amor a ti también. —Le bromeé para que dejara de darme la brasa. Parece que funcionó, pues no habló más del tema en todo el camino.

Una vez llegamos al lugar acordado, empezamos a husmear la zona, en busca de un grupo de chavales, cuando de pronto, ambos fuimos sorprendidos por unas manos que nos agarraron de los hombros por detrás.
No pude ni notar como se acercaba a mí, así que me sobresalté bastante, y me giré con intriga para ver quien me estaba llamando la atención.

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