Seis Años Luego...
Rachel
El clima de las Maldivas estaba agradable en la mañana cuando despertamos. El cielo se encontraba despejado, la temperatura perfecta y el mar se veía tranquilo y hermoso. Habíamos pedido el desayuno, hace un rato lo dejaron sobre la mesa de la terraza, a un lado de la piscina y frente al mar.
Tanto Dominick como yo estábamos de vacaciones, sólo un par de días, pero para nosotros las suficientes para poder alejarnos un poco de la rutina de la central y de los problemas que está siempre trae.
Por eso decidimos venir a estas villas. Ya habíamos venido, en nuestra luna de miel hace casi seis años, y aunque dijimos que debíamos venir más, con tanto trabajo no se nos había dado. Por suerte, estas vacaciones son más largas que las anteriores.
Siento como jalan un poco de mi cabello, lo que hace que mire hacia abajo, sacando mi vista del horizonte y de mis pensamientos.
—Oye, no hagas eso.
Me topo con los hermosos ojitos azules -como los míos- que me observan enojado, señalando el plato de fresas que hay sobre la mesa.
—Gael. —ambos miramos hacia al frente cuando escuchamos la voz en tono de regaño de su padre— Así no se piden las cosas.
El niño sólo suelta un suspiro, volviéndome a mirar.
—Mách, po-favo.
Me estiro para poder tomar una de las fresas y pasársela. Gael se acomoda en mis piernas recostando su espalda de mi pecho para seguir comiendo.
Le encantan, y ahora que le salieron sus dientes y aprendió a comer cosas un poco más duras por su cuenta, las come todo el tiempo.
Gael había cumplido un año hace poco, había aprendido a caminar y sobretodo había aprendido a quejarse de todo lo que lo rodeaba. A excepción de las fresas, de eso sí no se queja ni se cansa.
—¿Bajamos a la playa luego de desayunar? —Dominick me mira dejando la taza de café a un lado— Deberíamos aprovechar que no se ve casi nadie hoy.
—Estaría bien. —asiento sonriendo— Ayer casi no pudimos.
Habían muchas personas en la playa, y tanto a él como a los niños les incomoda estar rodeado de tantas personas.
Ambos miramos hacia la puerta de cristal de la habitación cuando es abierta por la pequeña niña que acababa de despertar. Su cabello negro estaba hecho un desastre y se frotada los ojos para despertar.
—Buenos días... —pasa por detrás de mi, deja que bese su mejilla antes de irse a sentar a un lado de su padre, quien besa su frente— Tengo hambre.
—¿Cepillaste tus dientes?
Enseña sus dientes a su padre murmurando un sí. Al hacerlo toma un plato con los huevos revueltos y papas salteadas que pedimos para ella. Últimamente es lo único que quiere desayunar.
Me le quedo viendo mientras mueve la cabeza feliz de estar comiendo, creo que esos son sus momentos favoritos del día. El desayuno, almuerzo y cena.
Celeste
Así fue como llamamos a nuestra primera hija. La tuvimos hace tres años, es una niña de cabello negro, ojos muy azules, incluso creo que más azules que los míos. Es como verme a mi de pequeña, en la mayoría de los sentidos.
No se peina ni se deja peinar, así que sí, es una mini yo.
Incluso papá la llama mini greñas sueltas cada vez que la ve.