Capítulo 3: Venatores ex Albo Ordine

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Cazadores de la Orden Blanca

La luz de las antorchas en movimiento, el sonido de los pasos y el murmullo de los refugiados despertaron a Yuri de repente. Había pasado la noche buscando a su hermana, pero no volvió a dar con ella y el sueño acabó por apoderarse de su cuerpo agarrotado por el cansancio. La mestiza aun somnolienta, echó un vistazo desde su lecho a la gente que pasaba por los pasillos de la galería.

De nuevo tuvo esa sensación, aquel vuelco en el estómago que sentía cuando tenía un presentimiento, algo que le daba que pensar. Entonces se levantó de un salto y aceleró el paso para acercarse al grupo y caminar entre la gente.

— ¿Qué está pasando? — Preguntó a la primera persona que tuvo a su alcance.

— Han adelantado el viaje, partimos ya. — Respondió el joven mestizo.

— ¿Hacia donde? ¿Ya han indicado la ruta? — Preguntó con inquietud antes de perderlo de vista entre el gentío que comenzó a amontonarse a su alrededor.

Temerosa de haber perdido el rastro de su hermana, se le ocurrió la idea de volver sobre sus pasos y comenzó a echar a los mestizos a un lado para ir en contracorriente y dirigirse hacia la salida de la cueva donde se había encontrado la última vez con ella.

— ¡Nene! ¡Nene! — Exclamó tratando de abrirse paso hacia el exterior ignorando los reproches y gruñidos de quienes ella apartaba a empujones de su camino.

Cuando alcanzó la salida había dejado al resto del grupo atrás, por lo que nuevamente se encontraba sola, y vio que todavía era de noche y que la luna apenas había llegado a su culmen en el firmamento, y a pesar de la temperatura agradable y el silencio, ella no entró en armonía con el ambiente porque esta vez su preocupación era mayor al no encontrar rastro de Nene. Tras una breve caminata en mitad de la oscuridad, de repente le pareció escuchar unos pasos, y cuando le pareció detectar que unas voces se aproximaban, se escondió rápidamente en uno de los arbustos.

— Lleva toda la noche merodeando por el bosque. — Indicó un jinete mestizo que sujetaba la soga que ataba las manos de Nene, la joven con desgana caminaba por detrás del trotador.

— Mierda, voy a llamar la atención a los holgazanes que pusimos como guardias en las salidas de las cuevas — Dijo su compañero jinete con un tono cabreado.

— No tienes ni idea de lo que me ha costado dar con ella, ya he perdido la cuenta de las veces que la he traído de vuelta al refugio.

— ¿Pero porqué no solo dejáis que me vaya? — Exclamó Nene en tono de protesta.

— ¡Silencio! — Ordenó uno de los jinetes severamente mientras tiraba de ella usando la soga, lo que le arrancó un quejido de dolor a la mestiza.

« Si los humanos te hubieran capturado habrías puesto en riesgo a los refugiados.

— ¿Entonces es verdad que los chicos acaban de detectar una cuadrilla de espías de la orden Blanca en la entrada del bosque?

— Dicen que sí.

— Maldición.

Escuchar aquella noticia puso en alerta a Yuri, no solo por la proximidad de una amenaza, sino también por el peligro que suponía para muchos mestizos en aquel momento.

Cuando notó que los jinetes se habían alejado lo suficiente, salió de su escondite, ahora más tranquila sabiendo que su hermana estaba más controlada, por lo que  regresó sobre sus pasos. Al aproximarse a la entrada de la cueva, vio la sombra de una figura que la esperaba desde la entrada, lo que la puso en alerta de inmediato, sin embargo una sonrisa se dibujó en su rostro cuando la luz de la luna iluminó aquella presencia y desveló el rostro de Ugo.

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