Epílogo.

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"Eres el equilibrio perfecto de todo lo que alguna vez necesité y todo lo que siempre he querido.."
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El sol se estaba ocultando en el horizonte, pintando el cielo de tonos naranjas y dorados que parecían sacados de una pintura. La brisa fresca del atardecer acariciaba el rostro de Hawks mientras se inclinaba sobre la barandilla de la terraza, observando a los niños jugando en el jardín. Era un momento de paz que a veces todavía le costaba creer que era real.

Uno de ellos, un niño de cabello negro desordenado y ojos brillantes, corría tras una pelota mientras su hermana mayor, con alas pequeñas y plumaje dorado, intentaba interceptarlo con movimientos que ya mostraban una agilidad impresionante. Las risas llenaban el aire, mezclándose con el canto de los grillos y el crujir de las hojas bajo sus pies.

Hawks dejó escapar un suspiro contento, cerrando los ojos por un momento. Nunca había pensado que la vida podría ser tan simple y tan compleja al mismo tiempo.

¡Él, un exhéroe y espía, viviendo en un lugar como este, con una familia! Si se lo hubieran dicho hace unos años, se habría reído. Pero ahora...ahora no cambiaría nada.

—¿Qué haces aquí, Kei? —la voz ronca de Dabi lo sacó de su ensimismamiento. Había algo en su tono que siempre lo hacía sonreír, una mezcla de burla y ternura que sólo él podía lograr.

Hawks sonrió sin voltear. Sintió cómo unos brazos cálidos rodeaban su cintura y un mentón se apoyaba en su hombro. El olor a ceniza y algo especiado llenó su nariz, una fragancia que se había vuelto tan familiar que ahora era sinónimo de hogar.

—Solo viendo el espectáculo. —Señaló a los niños con un movimiento de cabeza. —Es impresionante, ¿no crees?

Dabi gruñó suavemente, pero su tono estaba teñido de una ternura que nunca admitía en voz alta.

—Nunca pensé que este sería nuestro espectáculo. —Su voz tenía un dejo de asombro, como si todavía no pudiera creerlo.

Hawks giró un poco para mirarlo de reojo. Los ojos de Dabi, aunque cansados y marcados por cicatrices, brillaban con algo que Hawks sabía que era amor, aunque el otro no lo dijera. No necesitaban palabras para eso.

—¿Te arrepientes? —preguntó Hawks en voz baja, su tono juguetón pero con un toque de seriedad.

Dabi soltó una risa seca, de esas que siempre parecían guardar secretos.

—¿De haberte dejado convencer para adoptar a estos dos mocosos? Todos los días. —Se encogió de hombros, pero luego dejó un beso en el cuello de Hawks. —Y también todos los días me sorprendo de cuánto los quiero.

Hawks sonrió, relajándose contra él. Podía sentir el calor de su cuerpo contra su espalda, una presencia que lo había sostenido más veces de las que quería admitir.

En ese momento, el niño pequeño tropezó con una raíz y cayó al suelo. Antes de que Hawks pudiera moverse, la niña ya estaba a su lado, ayudándolo a levantarse y sacudiendo el polvo de sus rodillas.

—¡Papá! ¡Está bien! —gritó ella hacia la terraza, agitando una mano.

Dabi alzó una ceja, su expresión entre divertida y exasperada.

𝐏𝐨𝐫 𝐓𝐢 | 𝖣𝖺𝖻𝗂 𝗑 𝖧𝖺𝗐𝗄𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora