Capítulo 9

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Mauro𓆰𓆪

Desperté al día siguiente con la cabeza llena de pensamientos sobre Emilia. Me levanté y fui a desayunar con mis viejos y Candela. Me senté en la mesa y miré a mi hermana, que estaba sonriendo con complicidad.

—¿Qué hiciste ayer, Mau? —preguntó Candela con ese tono de curiosidad que a veces me daba un poco de miedo.

—Fui a ver a unos amigos que no veía hace tiempo —respondí, tratando de sonar casual.

—Ah, qué bueno —dijo Sandra, mi mamá, mientras servía café—. ¿Y el viaje?

—Es mañana —contestó Candela, antes de que pudiera decir nada—. Nos tocó a todos juntos en la misma cabaña.

—Mauro, por favor, no estés peleando con Emilia —dijo papá—. Ella es una chica muy linda y amable.

Candela soltó una risita.

—Es imposible que ellos dos no peleen, son como perro y gato.

Sonreí disimulando.

—Intentaré no pelear con Emilia —dije, tratando de sonar convincente.

—Por cierto —agregó mamá—, mañana vamos a cenar con Gabi y Pedro. Tenemos que ponernos al día porque también estamos planeando un viaje para ir las dos familias juntas.

—¡Sería una idea genial! —exclamó Candela, siempre tan entusiasmada.

Terminé mi desayuno y me levanté de la mesa.

—Voy a empacar mis cosas para el viaje —dije, y me dirigí a mi habitación.

Una vez en mi cuarto, saqué la valija y empecé a meter ropa. No podía dejar de pensar en Emilia, en lo que había pasado ayer, en ese beso que todavía me hacía sonreír. Decidí llamarla, necesitaba saber cómo estaba.

—¿Hola? —contestó ella.

—¿Seguís nerviosa o querés otro beso para que te calmes? —le dije, descansándola.

—¡Sos un tarado! —contestó, divertida pero molesta—. Nos vemos mañana en el viaje.

—Dale, nos vemos —dije, colgando el teléfono con una sonrisa.

Me quedé un rato sentado en la cama, pensando en lo que podría pasar en el viaje. Ayer habíamos cruzado una línea, y aunque me gustaba, sabía que no iba a ser fácil. Emilia significaba mucho para mí, más de lo que me atrevía a admitir. Mientras seguía empacando, no podía dejar de pensar en Emilia, en su risa, en la manera en que me miraba. Quería que todo saliera bien, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para que eso pasara. Mañana sería un nuevo comienzo, y tenía que estar preparado para lo que viniera.

Después del desayuno, decidí ir al gimnasio para despejarme un poco. Llegué y estaban los pibes, cada uno en su rutina, yo me puse a darle duro a las pesas. Entre repeticiones y descansos, charlábamos sobre el viaje de mañana. La emoción estaba en el aire, todos ansiosos por pasar unos días juntos y alejarnos un poco de la rutina.

—¿Tienen todo listo para mañana? —preguntó Mateo, mientras levantaba una pesa.

—Sí, ya tengo todo empacado —respondí.

—Igual, loco, aunque me falta un par de cosas —agregó Lit.

—Bueno, ¿y cómo nos vamos a repartir las habitaciones? —preguntó Mateo, mientras hacía abdominales.

—Yo con mi mujer, que ahora sí no le doy descanso —dijo Tiago con una sonrisa pícara.

—¡Cállate, gato! Es mi hermana —le respondí, tirándole una toalla en broma.

—Yo también comparto habitación con la Mari —dijo Rusher riendo.

—Obvio, yo con Tuli. Ustedes dos —dijo señalando a Mateo y a mí— comparten habitación.

—Es lo que queda —respondí, encogiéndome de hombros.

—Deberías estar feliz de estar conmigo. ¿Con quién más vas a compartir habitación, gil? ¿Con Emilia? —dijo Mateo con una sonrisa burlona.

—Será para que se saquen los ojos —dijo Tiago riendo.

—Ya, bueno —dije, tratando de cambiar el tema—, hay que planear qué hacer también porque las actividades que manda la facu son medio embolantes.

—Sí, tenés razón —dijo Mateo—. Deberíamos organizar una noche de juegos, llevar unos tragos y hacer algo más divertido.

—Yo puedo llevar el Jenga y el Uno —dijo Rusher—. Siempre terminamos a las risas con esos juegos.

—Buenísimo —dijo Tiago—. Yo llevo unos fernet y unas cervezas. Así la hacemos completa.

—Che, y también podríamos hacer una especie de fogón a la noche —sugirió Lit— como para relajar y charlar.

—Sí, me gusta la idea —respondí.

—Además, podríamos hacer algunas competencias boludas, como guerra de almohadas o algo así. Total, estamos todos juntos y la idea es pasarla bien —dijo Rusher.

—Che, Mateo —dije, dejando las pesas a un lado—, ¿qué onda con Nicki?

Mateo levantó una ceja, sorprendido por la pregunta.

—¿Con Nicki? Nos llevamos bien, nada más —respondió, encogiéndose de hombros.

Lo miré fijo, queriendo sacar más información.

—Cuidado, loco —le advertí—, que la Nicki es mi mejor amiga. Yo vi lo que se traían esa vez en el boliche.

Mateo se rió, recordando la noche.

—Sí, bueno, me parece linda y hemos estado hablando un poco, pero no es para tanto.

—Mirá que con Nicki no se jode —le dije, en tono medio en broma medio en serio—. Si vas a algo más, asegurate de no hacerla sufrir.

Mateo se puso serio por un momento, notando que lo decía en serio.

—Tranqui. No tengo intenciones de hacerle mal a nadie. Solo estamos hablando y viendo qué onda.

—Eso espero —respondí, relajando un poco la tensión—. Porque la enana es importante para mí, y no me gustaría que las cosas se pongan feas entre nosotros.

Mateo asintió, entendiendo el mensaje.

—Lo tengo claro. No te preocupes. Si llegara a pasar algo más, serías el primero en saberlo.

Le di una palmada en la espalda, contento de haber aclarado las cosas.

—Ya mucho hablan. Ahora, a seguir entrenando que mañana tenemos que estar en forma para el viaje —dijo Tiago.

Seguimos charlando y organizando detalles, riéndonos y disfrutando del momento. La camaradería entre nosotros era fuerte, y sabíamos que este viaje iba a ser una gran oportunidad para fortalecer aún más nuestra amistad.

—Bueno, ya está —dijo Mateo, mientras guardaba sus cosas—. Creo que tenemos todo listo. Mañana va a ser épico.

—Sí, loco —respondí, sintiendo la adrenalina del momento—. Va a estar buenísimo. Nos vemos mañana temprano.

Nos despedimos y cada uno se fue por su lado, pero con la certeza de que estábamos a punto de vivir unos días inolvidables. Mientras caminaba hacia mi casa, no podía evitar pensar en Emilia y en cómo íbamos a manejar todo este asunto sin que los demás se dieran cuenta. Nosotros ya habíamos hablado de cómo íbamos a comportarnos en el viaje, pero todo esto fue antes del beso y quedamos en que nos trataríamos igual que antes para que nadie piense nada que no es. Definitivamente, este viaje iba a ser un desafío, pero también una oportunidad para ver si podíamos hacer que esto funcionara sin que todo se complicara demasiado.

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