Emilia★
Al día siguiente, me desperté con la cabeza dándome vueltas. La resaca era terrible, pero peor era el torbellino de pensamientos sobre lo que había pasado anoche con Mauro. Nos encontramos todos en la cocina para desayunar, aunque ya eran como la una de la tarde. La casa estaba en silencio, solo roto por los murmullos de quejas por la resaca y el sonido de los cubiertos en los platos. Después de comer, todos subieron a descansar. Candela, Nicki y yo nos quedamos en la cocina, limpiando un poco. El ambiente estaba raro, todas en silencio, cada una en su mundo, hasta que Candela rompió el hielo.
—Em, ¿qué pasó con Mauro anoche? —preguntó, mientras fregaba un vaso.
La pregunta me tomó por sorpresa, pero traté de disimular, fingiendo que no entendía.
—¿Qué pasó de qué? —respondí, tratando de mantener la calma.
Nicki me miraba con curiosidad, esperando mi respuesta. Candela no se dio por vencida y siguió insistiendo.
—Cuando entraron al baño y cuando se quedaron abajo, ¿qué pasó?
Me puse un poco nerviosa, pero intenté que no se notara. Le respondí con naturalidad.
—En el baño, como siempre, tu hermano molestándome. Y cuando todos se fueron, comenzamos a ordenar un poco y después él subió. Yo me quedé en la cocina tomando agua y luego fui a dormir. ¿Por qué preguntas?
Candela me miró un poco rara y respondió.
—Porque es mi hermano y no me gustaría que las cosas cambiaran entre vos y él. Aparte, Brenda y Mauro ya están mucho mejor y estoy segura de que van a volver.
Ese comentario me enojó profundamente. Sentí una punzada de celos y rabia que no pude disimular.
—No me importa tu hermano. No sé para qué nos ponen a hacer retos como esos si lo único que hicimos fue pelear. Todos saben que nos llevamos mal —respondí, tratando de sonar indiferente.
—Mejor así —contestó Candela, con un tono que no pude descifrar.
Nicki observaba la situación como si supiera algo, pero no decía nada. Terminamos de limpiar en silencio, y luego Candela y Nicki subieron a cambiarse porque todos se iban a ir al lago. En ese momento, tocaron la puerta. Abrí y me encontré con Brenda, lo cual solo empeoró mi humor.
—Hola, ¿está Mauro? —preguntó, con una sonrisa que me pareció irritante.
Me molesté aún más, pero le respondí secamente.
—Sí, ahora le aviso. Espérate acá.
Cerré la puerta de un golpe y fui a ver a Mauro, que estaba durmiendo en el sofá. Fui a la cocina, agarré un vaso de agua y, sin pensarlo dos veces, se lo arrojé en la cara para despertarlo.
Mauro se despertó sobresaltado.
—¿Qué te pasa, loca? —me preguntó, todavía medio dormido.
—Te busca tu ex, está afuera —le respondí, furiosa.
Mauro me miró y suspiró.
—Después hablamos —dijo, cuando vio que Tuli estaba bajando.
Rodé los ojos y subí las escaleras, sintiendo la rabia y la frustración burbujeando dentro de mí. Mauro se fue a abrir la puerta.
Subí a mi habitación y empecé a cambiarme, tratando de procesar todo lo que estaba pasando. Me sentía confundida y enojada. No quería admitirlo, pero me dolía ver a Mauro con Brenda, aunque él había sido claro conmigo sobre sus sentimientos. ¿Por qué entonces sentía esta mezcla de celos y tristeza? Mientras me ponía la ropa para ir al lago, no podía dejar de pensar en la conversación con Candela y la aparición de Brenda. Todo se sentía tan complicado y enredado. Me tomé un momento para respirar hondo, tratando de calmarme. Tenía que encontrar una manera de manejar esto, de protegerme y de entender qué quería realmente con Mauro. Terminé de vestirme y bajé las escaleras, lista para enfrentar lo que sea que el día trajera. Nos preparamos para ir al lago, todos con nuestras cosas en mano, el sol pegaba fuerte mientras todos nos dirigíamos al lago. Mauro no dejaba de mirarme, y yo, todavía enojada, le devolvía la mirada con molestia. Maria, que parecía estar en su propio mundo, de repente dijo algo a las chicas, pero yo estaba demasiado ocupada enojándome para prestar atención. Cuando llegamos, el lugar era hermoso. Una especie de isla con el lago un poco más alejado y cubierto por árboles. Candela estaba emocionada y dijo: