Capítulo 12

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Emilia

Día cinco y nos tocó hacer voluntariado con los de la facu. Estoy molesta con Mauro y, a pesar de que me escribe, lo dejo en visto porque no le quiero hablar. Estoy enojada por lo de Brenda, por más que él no lo entienda. Llegamos a la noche y, como no estábamos tan cansados, decidimos pasar el rato todos juntos en el living.

—Hay que poner música —dijo Mateo, tratando de animar el ambiente.

—Yo traje whisky y Fernet —anunció Tiago, con una sonrisa traviesa.

—Yo también traje más tragos —agregó María, entusiasmada.

Nos sentamos todos a beber y empezamos a jugar verdad o reto. Rusher le preguntó a Lit:

—Verdad o reto.

—Verdad —respondió Lit.

—Última vez que te pajeaste —pregunta Rusher, con una sonrisa pícara.

—¿Y si no quiero responder? —pregunta Lit.

—Entonces, te tomás tu vaso completo —le dice Rusher, desafiante.

—Dale —Lit se lo toma de un saque.

—Bueno, qué cagón, yo quería saber —dijo Tuli, rodando los ojos, divertida.

Todos nos reímos y Tiago le preguntó a Mateo:

—Verdad o reto.

—Reto —respondió Mateo, confiado.

—Te reto a que te chapes con Nicki —dijo Tiago, con una sonrisa pícara.

Nicki se puso roja, pero Mateo se levantó y se la chapó. Todos gritamos y Mauro dijo:

—Bueno, la pareja del año.

Nos seguimos riendo y Cande le preguntó a María:

—¿Verdad o reto?

—Verdad —respondió María, levantando una ceja.

—Última vez que garcharon —preguntó Candela, riéndose.

—Anoche —dijo María sin dudar, y Rusher la miró y le dio un beso.

—Si necesitan más condones hay en el cajón de la cocina —dijo Lit jodiéndolos.

Mateo miró a Mauro y le preguntó:

—Verdad o reto.

—Reto —dijo Mauro, con confianza.

—Te reto a que te encierres en el baño a oscuras con Emilia por siete minutos —dijo Mateo, sonriendo desafiante.

—No, pero vos sos un tarado —le dije, cruzándome de brazos.

—¿Acaso tenés miedo? —me descansó Mauro.

—No, no tengo miedo, boludo —le respondí molesta y me levanté para ir al baño con él.

Candela le dijo a Mateo:

—Para qué los ponés a hacer eso, van a terminar peleando.

—Sí, bueno, ya pregunten otras cosas —dijo María, tratando de cambiar el tema.

Mauro y yo entramos al baño. Me crucé de brazos y lo miré con enojo.

—¿Por qué no me contestás los mensajes? —me preguntó Mauro—. ¿Por qué estás tan enojada conmigo?

—Encima lo preguntas —respondo, enojada.

—Sí, porque no entiendo por qué estás así —me dice Mauro.

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