Capítulo 1

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Emilia


—¡Por fin terminamos los exámenes! —dijo Enzo
—¡Sí! ¿Vamos al boliche para festejar? —propuso Candela con una sonrisa enorme.
—Lit me dijo que va a ir con Tiago y los demás. Creo que toda la facu va a estar ahí —agregó Tuli, entusiasmada.
—Rusher también me invitó a ir —dijo María.
—Seguro que va a estar Mauro, y no tengo ganas de bancarlo hoy —respondí, molesta, mientras pensaba en la última vez que nos vimos.
Candela se rió y me dijo:—Emi, ignoralo.
—Cande, hace 21 años que trato de ignorarlo y tu hermano es insoportable. No sabés la última broma que me hizo, me dieron ganas de matarlo —dije, recordando.
—Bueno, ya sé que Mauro puede ser un poco pesado, pero vamos igual, porfa —suplicó Candela.
—Dale, Emi, tenemos que ir todos —insistió Tuli.
—Che, yo no voy a poder ir. Me tengo que ir a Rosario esta noche, así que los veo después de las vacaciones —dijo Enzo, con cara de lástima.
—Nos arreglamos todas juntas en mi casa y después vamos al boliche —propuso Nicki.
—¡Sí, me encanta la idea! —respondió María.

Nos fuimos todas a la casa de Nicki para arreglarnos. Cuando estábamos listas, salimos para el boliche. Al entrar, estaba lleno de gente de la facu, la música a todo volumen, luces de colores, todos bailando y bebiendo. Pintaba para una buena noche.

—¡Chicas, esto es lo que necesitábamos después de esos exámenes! —gritó Tuli por encima de la música.
—Totalmente, no pienso volver a abrir un libro en un mes —dijo María, riendo.
—¡Miren, ahí están los chicos! —dijo Candela, señalando.
—¿Quiénes? No veo desde acá —preguntó Nicki.
—Tiago, Lit, Rusher, Mauro y Mateo —contestó Tuli.
—¡Vamos! Quiero ver a mi novio —dijo María, emocionada.
Cande se me acercó y me susurró—Vos cambia esa cara, que viniste a disfrutar.

Y sí, estaba Mauro. Por eso estaba con mala cara. Ya sabía que apenas nos acerquemos, él iba a empezar a molestarme como siempre. Igual me banco sus bromas porque luego se las devuelvo, pero a veces se pasa de molesto y eso Candela no lo entiende porque adora a su hermano. Saludamos a los chicos y nos juntamos con su grupo, más por insistencia de Tuli, Cande y Mari que querían estar con sus novios. A Nicki y a mí nos da lo mismo porque estamos más solas que una roca.

—Che, ¿qué hacés acá? Me parece que no se permiten nenas en este lugar —dijo Mauro, acercándose.
—¿A quién le decís nena, pelotudo? Solo tenés unos años más que yo —respondí, seria.
—Eh, tranquila, solo te estaba jodiendo un poco —se rió Mauro.
—Andá a joder a otro lado —le contesté, molesta.
—Uy, qué miedo, la nena se enojó —dijo Mauro, riéndose.
—Callate —me reí, finalmente.
—¿En serio? Recién llegamos y ya están peleando —dijo Candela, exasperada.
—Decile a él que siempre jode —le dije.
—Yo no hice nada —protestó Mauro.
—Bueno, ya está, miren, traje algo para que dejen de pelear —dijo Nicki, entregando unos shots.
—¡Salud! —dije, sonriendo.

La música seguía a todo volumen, las luces parpadeaban y la pista de baile estaba llena. Después de varios tragos, todas estábamos completamente borrachas y haciendo locuras. Nicki, Tuli, Candela y María se reían, bailaban descontroladamente y sacaban fotos. Los chicos se alejaron a la barra para pedir bebidas mientras nosotras seguíamos en la pista de baile, festejando y moviéndonos como locas.

—¡Qué buena está la música, dios! —gritó María.
—La Nicki tiene onda con Mateo o estoy flasheando —susurró Tuli a María.
—No creo, amiga. Hasta parece que le gusta, mirá cómo bailan —respondió María.
—Ahora vengo, voy al baño —dije

Salía del baño, todavía medio mareada por las luces y la música, cuando sentí una mano agarrándome fuerte del brazo. Al girar, me encontré con Fernando, mi ex y estaba completamente borracho.

—¿Qué hacés acá? —me dijo, arrinconándome contra la puerta.
—Soltame, Fernando, por favor —dije, nerviosa, tratando de zafarme.
—¿Qué hacés acá? ¿Viniste a buscar a otro? —insistió, apretando más fuerte.
—Vine con mis amigas, ya dejame en paz —contesté, temblando.
—Vámonos —dijo, tironeándome.

Desde el otro lado del boliche, Mauro se percató de la situación y corrió hacia nosotros.

—¡Soltala, gil! —gritó, empujándolo.
—¿Y vos quién sos para meterte? Salí de acá —dijo Fernando, furioso.
—Soy el que te va a cagar a piñas si no la dejás en paz —dijo Mauro

Mauro no dudó y lo empujó. Fernando, en un arrebato, me agarró aún más fuerte. Mauro le pegó un trompazo y logró que Fernando me soltara. La situación se descontroló. Fernando, tambaleante y con la cara ensangrentada, trató de responder, pero Mauro le pegó otro golpe, dejándolo fuera de combate. Los patovicas del boliche llegaron enseguida y arrastraron a Fernando hacia la salida, mientras él lanzaba insultos y amenazas.
—Vos y tu amiguito se van a arrepentir —gritó, mientras lo sacaban.

Mauro se acercó y me abrazó, yo estaba llorando y temblando.

—¿En serio estuviste con ese imbécil tanto tiempo? ¿Por qué te callaste? No deberías dejar que nadie te trate así, Emi —me dijo Mauro, con tono serio.
—Gracias... posta. Pero por favor no le digas a nadie, no quiero que los demás se enteren, ni siquiera Candela —le pedí, desesperada.
—Está bien, pero después tenemos que hablar, ¿sí? —respondió Mauro, preocupado.

Asentí, aún conmocionada, y Mauro me volvió a abrazar, brindándome el apoyo que tanto necesitaba en ese momento.

—¿Vamos con los chicos? —me preguntó.
—Sí, vamos, que luego sospechan —respondí, tratando de recomponerme.

Regresé con todo el grupo como si nada hubiera pasado. Seguimos bebiendo y bailando hasta tarde, y luego nos volvimos a nuestras casas.

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